Pero, volvamos a urartu. En muchos de los altos picachos del país montañoso que va desde el noroeste iraní hasta el río Karasu, en Anatolia, se levantan ruinas de antiguas ciudades y fortalezas poderosas. Abandonadas mucho tiempo atrás, las gentes cultas de la Armenia Medieval las atribuían a los asirios, como el historiador Movsés Xorenaci, del siglo V d. C. quien, en un fragmento de su "Historia de Armenia", concedía a la célebre Sammuramat, la erección de la inexpugnable Van Kalesi, a orillas del lago Van. Nadie entendía entonces la larga inscripción cuneiforme grabada en la roca. Y nadie podía saber que aquellas piedras milenarias eran cuanto quedaba de la ciudad de Tuspa, la capital del reino de Urartu, el rival de Asiria. A mediados del siglo XIII, Sulmánu-asared I hablaba de un país de Uruatri al norte, en las remotas montañas armenias, uno de los más combatidos por Asiria. Pero hacia el 830 a. C. Assur comprobaría hallarse ante una gran potencia que le disputaba con éxito no sólo la montaña irania, Mannai y los pasos, sino también Siria y el área luvioaramea. La antigua geografía de Urartu, repartida hoy entre Irán, Turquía y la antigua Unión Soviética, parece no adecuarse metodológicamente a una historia del arte iranio. Cierto que situada entre tres mundos del Oriente antiguo, Anatolia, Mesopotamia e Irán, suele quedar al margen de los libros especializados en tales áreas. Pero entiendo que Urartu, tan cercana en ciertas cosas a Asiria, cumplió un papel incuestionable en la historia de los pequeños reinos de los Zagros y en la maduración de las tribus indo-iranias de persas y medos. La tradición de tal papel sería recordada por Heródoto y aparecería manifiesta en la cultura material de los medos. Pero además, los trabajos de P. E. Pecorella y M. Salvini en el Azerbaiyán iranio, al oeste del lago Urmia, han confirmado las profundas raíces y la constancia cronológica de una relación estrecha entre Urartu y la tierra del Irán. Durante la segunda mitad del II milenio, la región montañosa de los lagos armenios y azerbaiyanos parece haber estado habitada por pueblos distintos, de los que algunos al menos podrían haber tenido parentesco con el Mitanni hurrita. Así se explicaría que, como recuerda V. Haas, los hititas llamaran "países hurritas" a la región oeste del lago Van. Más o menos en torno a él, los documentos hititas y asirios sitúan entre otros a las gentes de Alse, Isuwa o Papanhi. El Imperio mitannio de al-Yazira mantuvo relaciones con la meseta armenia. Algunas confirmadas de forma curiosa: V. Haas se refiere a una comunicación hecha por el doctor W. Seipel de Linz, en la que éste confirma la procedencia armenia de un colorante llegado a la corte de Hatshepsut, muy probablemente por vía mitannia. Cuando Hanigalbat era ya un fantasma en lucha por sobrevivir, documentos hallados en Hattusa sugieren que la población superviviente huía a las montañas. Y así, puede que las distintas coaliciones de pueblos de la región que los asirios llamaban ya Uruatri y Nairi, la última dirigida por un príncipe Kili-Tessup, contaran con no poca población hurrita. Pero la lengua hurrita murió. Y la del posterior Urartu, aunque arranque del mismo tronco, tendría una evolución muy distinta. Como dice G. Wilhem, cuando Urartu nazca, ni su región ni su cultura tendrán mucho que ver con lo hurrita y sí, curiosamente, con su ancestral enemigo: Asiria. Como escribe Liverani, Urartu era en principio una pieza más del mosaico de Nairi. Pero a mediados del siglo IX a. C. un rey supo unir bajo su mano algunos principados más y formar el gran reino, cuyo núcleo formaban el lago Van y la región circundante. Desde el principio, los reyes de Urartu en lucha con muy especiales condiciones geográficas y políticas, se dedicaron a ocupar, urbanizar, proteger y aprovechar el terreno de tal forma, que Paul E. Zimansky ha podido escribir sobre la estructura del estado urartio un libro no habitual en la historiografía: "Ecology and Empire". En efecto, ciudadelas fortificadas en picos inexpugnables, torres protegiendo los pasos y los valles, repoblación forestal, canales. El centro político, bien protegido, era Tuspa, la actual Van Kalesi a orillas del lago Van, donde la corte urartia, pese a su frontal oposición a Asiria, se dejaría influir con gusto. Así, en las primeras inscripciones redactadas en asirio, en las titulaturas reales y en la organización militar y administrativa. Pero no había razones para la simpatía. Antes bien, se diría que una antipatía ancestral les enfrentaba aunque, como M. Wäfler precisa, la raíz última era fundamentalmente económica. Según él, el enfrentamiento militar entre Asiria y Urartu se explica por dos objetivos vitales para uno y otro Estado: el control sobre las más importantes rutas del comercio -las del Irán, como puso de relieve L. D. Levine- y las zonas productoras de materias primas. A comienzos del I milenio sólo quedaban dos accesibles, la luvio-aramea y la situada entre los mares Negro y Caspio. La segunda estaba cubierta y explotada por Urartu. La primera, se la disputarían. Y la guerra entre ambas potencias tendría dos fases: del 827 al 740 a. C., época de primacía urartia cuando los reyes Ispuini (ca. 830-820), Minua (ca. 810-780), Argisti I (780-760) y Sarduri II (ca. 760-730) extendieron el imperio y los intereses urartios englobando las regiones del Arax y el lago Sevan, parte de la costa del Mar Negro, el valle del Eúfrates en el área de Malatya, el Irán montañoso en la región de Mannai y el nordeste del lago Urmia. Pero la coalición luvio-aramea dirigida contra Asiria fracasó. El 743 sería la fecha que marcaría la inversión. La fase siguiente propuesta por M. Wäfler (740-709 a. C.), sería la de recuperación asiria. Rusa I (730-713), en un intento por rehacer la situación, volvió a ocupar Mannai y alentar a los luvio-arameos; pero Sargón II (721-705), con su famosa VIII campaña derrotó a Urartu en su propio terreno. Rusa sufrió por el norte además el inesperado ataque de los cimerios contra los que, según parece, murió combatiendo. Luego, la historia de Urartu sería confusa. Ciertamente, Assur-aha-iddin, Sinahhé-enba y Assur-báni-apli parecen haber respetado al reino de Urartu. Si los contemporáneos Argisti II (713-680) y Rusa II (680-ca. 640) estaban empeñados en el norte, fortificando las fronteras con ciudadelas como la de Bastam, en el Irán, es presumible que las relaciones con Asiria fueran pacíficas. Pero en el 614 los medos ocuparon Assur. Y poco después, hacia el 590, medos y escitas arrasaron el eficaz sistema de fortalezas de los valles y montes del reino del norte. El nombre de Urartu incluso desaparecería. En época aqueménida, sobre el viejo país de Urartu crecería la satrapía de Armenia. Pero, aún habría más, más motivos que llamarían mi atención e insultaban mi ignorancia: la relación estrecha entre (Urartu y Ararat) era uno de ellos.
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