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| Mérida- Badajoz / Abril 2021 / foro: Jorge aqueda merchán |
Así, la percepción del riesgo se configura como un fait accompli: o hecho consumado que se acepta sin cuestionamiento, más allá de su naturaleza real o de las consecuencias que de acerlo i actarlo nos pudiera acarrear 8 como que luego nos encierren / por que tenbemos miedo / un miedo que nos han hecho tener
El acto de aplaudir a las fuerzas de orden público durante la pandemia ilustra esta dinámica. Aunque aplaudir es una acción individual, al convertirse en un fait accompli, su significado se transforma: no se trata solo de expresar alegría o gratitud, sino de participar en una acción colectiva que adquiere un carácter obligatorio. Muchos no aplaudieron por convicción propia, sino porque vieron a otros hacerlo, porque los medios legitimaron el gesto y porque se estableció como una respuesta social esperada. De este modo, el acto se incorporó de manera irreversible a la realidad colectiva, convirtiéndose en un hecho social consumado.
Este movimiento moviéndose uno del impulso no es espontáneo ni del todo racional, sino que responde a una pulsión colectiva impulsada de el miedo→ instrumento de coerción que manipulado de la opinio y los medios
(pulsión colectiva moviéndonos todos (no es espontáneo ni del todo racional, sino que responde a una pulsión colectiva impulsada por el miedo y la opinión de otros. Se impone de manera coercitiva, dirigiendo a los individuos a creer en un peligro inminente cuya confirmación proviene únicamente de los medios de comunicación y la opinión pública. Así, la percepción del riesgo se configura como un fait accompli: un hecho consumado que se acepta sin cuestionamiento, más allá de su naturaleza real o de las consecuencias que pudiera acarrear.
mdesde la opinión de otros) o como ovejas y borregos de un miedo irracional de lo que no entendemos de nosotros es coercitivo→ que nos ha sido impuesto e inconscientemente (hemos sido dirigidos del impulso a creerlo así de la opinión de otros y miedo a unas→ consecuencias, a priori) luego esta la necesidad de protegernos de nada que todavía este ocurriendo) solo a partir de los medios ocurre algo de la opinión pública y de los medios de comunicación (de lo que sea que este ocurriendo→ un hecho, que En francés "fait"
"hecho" significa algo que ha ocurrido o que es considerado cierto. Pero también forma parte de expresiones que subrayan la idea de que una acción está completada o establecida (terminada o concluida); por ejemplo, en expresiones como "c'est un fait" ("es un hecho"→ lo que sea que ha ocurrido) o "fait accompli" ("hecho consumado"→ lo que sea que ha ocurrido) señala que la acción ha tenido lugar y no puede alterarse. Así, aunque aplaudir es un acto en sí mismo, al referirnos a esta actividad como un "fait" se hace énfasis en el resultado definitivo de la acción→ expreso que estoy contento a los demás) , más que en referir al proceso de aplaudir (o si yo estoy contento de realizarla) en todo caso aplaudo o aplaudí... porque vi aplaudir a los demás 8 lo mismo en los medíos de comunicación "fait accompli" ("hecho consumado"→ no lo que sea que ha ocurrido: has aplaudido / saliendo a los balcones o la puerta como todo los demás (porque lo dijeron y todos lo hacían ) y habiendo sucedido, se presentan como inmutables, sin importar las opiniones o reacciones que después puedan suscitar. En este sentido, un hecho social consumado se define como un evento que ha ocurrido y cuyas repercusiones han impactado a la sociedad (lo mismo salir todos a aplaudir a los balcones) integrándose de forma irreversible en la realidad colectiva. Un ejemplo paradigmático es el incidente de Palomares, un acontecimiento que dejó una huella tanto histórica como social ( en los individuos que fueron expuestos) al producir consecuencias, además de políticas y económicas, pero sobre todo en los individuos que fueron los sujetos expuestos)
Aplicar la noción de "fait accompli" a los hechos sociales
consumados (luego de algunos lo absurdo) durante la pandemia de 2020 / nos abre
un espacio de reflexión sobre la manera en que las estructuras de poder y de
los medios de comunicación gestionaron la crisis, consolidando un modelo de
control que desplazó la voluntad del individuo. Luego a figura del
"extranjero absoluto" es especialmente interesante en este contexto,
ya que nos permite examinar cómo los sujetos, lejos de resistirse (a las mismas
fuerzas que los sometían) llegaron a internalizar su propia alienación, incluso
legitimando y aplaudiendo la represión que los mantenía 8de los cuerpos de
seguridad del estado) encerrados, lo cual introduce una paradoja inquietante: la obediencia como forma de aceptación de
la propia dominación.
Luego La noción de "extranjero absoluto" que estamos desarrollando aquí guarda una estrecha relación con El extranjero de Albert Camus, una obra emblemática del existencialismo y del pensamiento del absurdo. En la novela, Meursault, el protagonista, encarna la figura del sujeto alienado que experimenta la realidad como un hecho ajeno, indiferente y sin sentido. Su actitud distante y su incapacidad para someterse a las expectativas sociales lo convierten en un ser que, aunque está físicamente presente en el mundo, es un absoluto extranjero dentro de la realidad social / ausente de la verdad (de fondo lo que de cierto está ocurriendo y de liberación del colonialismo) . Nuestro concepto de "extranjero absoluto" retoma esta idea pero la amplía hacia una interpretación más sociológica y crítica, vinculándola con la modernidad y los mecanismos de control que desplazan la voluntad del sujeto. En el contexto de la pandemia de 2020, esta figura es especialmente poderosa: individuos atrapados en una estructura que los somete y los aliena, al punto de legitimar su propia represión aplaudiendo a las fuerzas del orden que los mantenían encerrados. Es una forma de existencia en la que el sujeto no solo se encuentra separado de su propia autodeterminación, sino que ha sido integrado en un sistema que lo convence de aceptar su propia sumisión como parte de un orden necesario (la obediencia)
La obediencia, cuando se transforma en una forma de aceptación de la propia dominación, deja de ser simplemente un acto de acatamiento para convertirse en un mecanismo por el cual el sujeto interioriza la lógica de su subordinación. Stanley Milgram, en su estudio sobre la obediencia a la autoridad, señala que "la esencia de la obediencia consiste en el hecho de que una persona llega a verse a sí misma como un instrumento para llevar a cabo los deseos de otra persona, y por lo tanto, ya no se considera responsable de sus acciones"(5). En sociedades estructuradas bajo sistemas de control, la obediencia no siempre es impuesta por la fuerza, sino que se cultiva a través de narrativas que presentan la sumisión como necesaria, legítima o incluso virtuosa. Herbert Marcuse advierte que "la red de dominación se ha convertido en la red de la razón misma, y esta sociedad está fatalmente atrapada en ella"(7), lo que sugiere que la racionalidad instrumental ha sido utilizada para justificar la sumisión del individuo dentro de un sistema que lo aliena. Esto ocurre cuando los individuos, lejos de resistirse, adoptan voluntariamente los principios y normas que los mantienen en un estado de alienación, llegando a legitimar e incluso celebrar a las instituciones que restringen su libertad. En tiempos de crisis, como la pandemia de 2020, esta dinámica se hizo evidente cuando el sujeto alienado, privado de autonomía, aplaudía las estructuras que reforzaban su aislamiento, manifestando una aceptación inconsciente de su propia opresión como parte de un orden que consideraba incuestionable. En este proceso, la obediencia se convierte en un hábito social que normaliza la pérdida de autonomía y que, lejos de ser una mera reacción instintiva, refleja la profunda influencia de los mecanismos de control sobre la psique colectiva.
La necesidad es una categoría social. La naturaleza, la «pulsión», está contenida dentro de ella. Pero los momentos social y natural de la necesidad no se pueden separar entre sí en secundario y primario, para elaborar de este modo una jerarquía de las satisfacciones. El hambre, comprendida como categoría natural, puede verse aplacada con saltamontes y mosquitos que comen muchos animales salvajes. Propio de la satisfacción del hambre concreta de los seres civilizados es que reciban para comer algo que no les dé asco, y en el asco y en su contrario se refleja la historia entera. Esto es lo que ocurre con cada necesidad. Toda pulsión está tan socialmente mediada (Información socialmente mediada: información que llega a las personas previamente “filtrada” por otras fuentes de información) que su componente natural no aparece nunca de forma inmediata, sino siempre como algo producido por la sociedad. La invocación de la naturaleza frente a cualquier necesidad es siempre meramente la máscara de la negación y del dominio.
La distinción entre necesidades superficiales y necesidades profundas es una apariencia ilusoria surgida socialmente. Las denominadas necesidades superficiales reflejan el proceso de trabajo que convierte a los hombres en «apéndices de las máquinas» y los obliga a reducirse, fuera del trabajo a la reproducción de la mercancía fuerza laboral. Esas necesidades son las marcas de una situación que obliga a huir a sus víctimas y las tiene a la vez tan rígidamente bajo control, que la huida degenera siempre en la repetición convulsa de la situación de la que se ha escapado. Lo peor de las denominadas necesidades superficiales no es su superficialidad, cuyo concepto presupone el asimismo cuestionable de la interioridad. Lo malo de estas necesidades –que no son tales– es que se dirigen a una consumación que luego las defrauda a la vez justo por esta consumación. (Pues la necesidad no era tanto la del individuo de comprar aquel coche (que le haría sentir tan bien, pero ahora tiene que pagar) como la necesidad satisfecha, esta sí, del fabricante, que se ha sentido aún mejor, cuando el individuo, que ya tenía un coche, innecesariamente se lo compró) la satisfacción es, por tanto del fabricante (del coche) hacia su necesidad impuesta al individuo de un coche, que no necesitaba, pero ha comprado. De este modo entendemos; la mediación social de la necesidad –en tanto que la mediación a través de la sociedad capitalista– ha alcanzado un punto en el que la necesidad incurre en contradicción consigo misma, y desilusión al poco de ser consumada. Luego, en este caso que nos ocupa, del mismo modo hallamos la necesidad, no del individuo de protección (que así la ve, cree y entiende) sino del ente social (el estado y su necesidad) de no perder poder y fuerza de producción y consumidores→ de dicha fuerza de producción (productos de consumo): el sujeto (ciudadano) en general.
Luego primer paso para la adquisición de consciencia de la realidad es la comprensión de que no estamos conscientes de la realidad social que acontece y de la que participamos. La peor ilusión de la que participamos en nuestra inconsciencia: es la ilusión de que podemos "hacer". Toda nuestra vida se basa en pensar que estamos haciendo algo (por nuestra cuenta y propósito) cuando, en realidad, no estamos haciendo nada no previsto: todo, sencilla o dramáticamente sucede. Y sucede al margen de nuestros deseos o propósitos, como aquello una voluntad ajena pero que consideraremos i haremos propia. Ahí ha de insertarse la crítica y no en cualquier jerarquía previamente dada de valores y necesidades.
Contemplamos entonces al hombre como un ser manipulado, pero sobre todo incompleto desde el punto de vista de su desarrollo posible. El hombre que no-es lo que él supone que-es. Nos atribuimos muchas cualidades que no poseemos. De entrada no somos conscientes de la realidad, pero entendamos: si no estamos conscientes, tampoco podemos tener unidad, ni podemos tener individualidad, no podemos tener un “Yo". El yo es un invento hoy el hombre para mantener la ilusión de la consciencia propia. Puede ser consciente, es cierto, pero actualmente los acontecimientos demuestran, trágicamente para todos, que no lo es, en tanto (yo) no-es de la realidad que su alrededor acontece: en tanto le condiciona a ser, en lo que luego se resuelve mansamente hacia aquella (otra voluntad→ que generalmente obviamos arrastrados del deseo). Debe reconocerse pues, que el hombre está hoy por debajo de su nivel legítimo de conciencia. También hay otras cosas que se deben tratar y el hombre puede alcanzar, pero ahora hablamos de lo que le pertenece por derecho, pero no posee. Desgraciadamente, la psicología dista muchísimo de avanzar la verdad de la realidad del ciudadano. El hombre que aquélla estudia es una posibilidad imaginaria proyectada, y potenciada del ente social hacia sí mismo. En este sentido, otra ilusión de la que participamos es que estamos despiertos. Cuando comprendamos que estamos dormidos, veremos que toda la historia fue hecha por gente dormida. La gente dormida pelea, crea leyes, las obedece o desobedece. Las peores ilusiones nuestras son las ideas equivocadas entre las que vivimos y que gobiernan nuestras vidas. Cambiar la actitud respecto de estas ideas equivocadas y entender lo que son, sería un gran cambio que inmediatamente cambiaría las cosas (a partir de las mismas cosas /es decir→ de conocer las misma cosas que son de nosotros mismos)
Cuando se aceptan
estos puntos, la necesidad de adquirir conciencia, y que estamos literalmente
dormidos, es muy útil y necesario aprender el uso correcto de dos ideas i palabras: "útil" y "dañino"; La teoría de la necesidad se enfrenta
hoy, igual que ayer a considerables dificultades. Pues se representa el
carácter social de la necesidad (en la sociedad capitalista) y, por ello, la
satisfacción de las necesidades en su forma más inmediata y concreta. De ahí,
que no se puede imponer a priori ninguna distinción entre necesidad útil o
dañina: buena y mala, auténtica y ficticia, verdadera y falsa. Pues encontramos difícil de aplicar estas palabras a un
estado psicológico (alienado a mi modo de ver y entender) y hallar qué es útil
en la estructura psicológica del hombre y qué es dañino en ella, cuando las
mismas necesidades existentes son, en su forma actual (alienada) el producto de
la misma sociedad (alienada) en la que vivimos. Pero si contemplan al hombre desde
el punto de vista de su desarrollo posible como persona (individuo libre),
se torna claro que lo que ayuda a su desarrollo, como persona libre es útil, y lo que se lo
impide, sobre todo si es a la fuerza: es dañino. "
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Luego existen formas i maneras concretas de entender al menos: algo de todo lo anterior i por tanto (que podamos señalar (de alguna cosa concreta primero) i actuar después sobre aquello i-lo que-es preciso pensar antes detenidamente pues-es luego lo que-se nos presenta de la subjetivación: que refiere (de la palabra esa sombra o proceso del individuo mediante el cual (aquel de una forma antes que vemos i de una manera: se convierte / después de otra manera: en sujeto de la misma idea (que lo subjetiva de aquello-es lo que se debate después de las ciencias sociales y humanidades pues implica la formación de una identidad (otra de uno) y la agencia individual de esta para actuar en el mundo (de ese sujeto) que-es bajo la influencia de fuerzas sociales (enmascaradas) desde la propia cultura o por ultimo institucionales. El término «subjetivación» se utiliza o refiere personas que internalizan→ luego de unas normas (que les inculca otro): valores e ideologías que son ajenas ajenas en principio de si mismos antes / luego de pensamiento aquello que deriva de comportamientos impropios puntuales→ desde otras formas de pensar ajenas con independencia de uno mismo (hacia→ otras conciencias individuales alrededor) lo que después resulta en diferentes modos conductas (i formas después de ser) sujetas en apariencia del ámbito racional (lo que de los actos como consecuencia entendemos irracionales→ el abuso de poder lo mismo de la fuerza) y que por tanto que hay que señalar i actuar sobre lo detectado a tiempo / esto es→ no siempre de las consecuencias finales y ultimas que se dan después sino reaccionando cuando antes ya entendemos de algunos: de sus actos aquello mismo de lo que hablamos y podemos detener-lo (más aún erradicar-lo desde su origen) de estas mismas conductas que son impropias de personas de las que mañana pueden depender otras personas: su propia familia ( mujer, padres e hijos) o empleados i lo mismo pueden ser los ciudadanos dependientes de un estado→ sujetos)
Estos tipos de conducta i pensamiento (en algunas personas) no sólo son exteriores al Individuo, sino que están dotados afuera de una fuerza imperativa y coercitiva (de ente / lo mismo que ocurre del estado) por la cual fuerza (desde dicho ente ― formado por personas de él→ se imponen (algo) a la fuerza a otro (o en general a todo) igual inapropiado o un castigo inmerecido). Sin duda, luego cuando consiento de buen grado esta coacción puede parecer ¿verdad? que pesa poco a la conciencia de uno (pero no por ello deja de ser lo que es luego angustia ―lo probado de uno→ a partir del momento en que intentamos resistirnos a la coacción (que resulta intrínseco de una situación / por ejemplo: que se propicia / esto es (el acoso a unos→ desde la inacción luego de otros) Lo que después-es→ todo aquello propio de algo que resulta inseparable de una situación (que siempre-es de antes algo en el aire que se puede ver y evitar / pero no se quiso ver o al menos desde los responsables de aquellos individuos (y pasemos ahora a los profesores→ que de la propia inacción luego propician ese ambiente de cocción (de los mas fuertes a los mas débiles).. Y observando de aquello nosotros-ahí (antes la fragilidad misma del sistema: que recluta de las universidades responsables frágiles o maestros incapaces de hacer frente i corregir conductas de sujetos menores de edad ( a veces de tan solo 12 o 13 años de edad) Lo que de la incapacidad de unos manifiesta (es) La capacidad coercitiva de los otros (y poder ( ausente la autoridad) para forzar a alguien a hacer o dejar de hacer algo mediante el uso de la fuerza, la intimidación, la amenaza que es de la potencia o posibilidad de ser (eligiendo ser de esa manera luego sus actos pero→ en conciencia (del ente exterior al individuo (que resulta después de aquella maldad que no reconocen de si→ eso de ellos mismos: su crueldad) eludiendo después de sus actos toda responsabilidad desde referirse ellos sujetos mismos que aplican lo que otros sujetos al ente que ejercen su poder (por encima de ellos) les ordenan «lo mismo en los jóvenes» los castigos que disponen luego por ejemplo: al que se resiste ( lo mismo «pero dejando de un lado a los jóvenes pandilleros / y observando La de otra manera la misma forma i capacidad coercitiva de estado » en una pandemia ().
Además, no por ser la coacción indirecta, es menos eficaz ( como demuestran los suicidios). Yo no tengo obligación de hacer lo que me mandan, pero me es imposible hacer otra cosa: no me puedo ir a hacerme una casa al monte y vivir ajeno al ente social. Si intentara escapar mi tentativa fracasaría miserablemente. nada me impide trabajar con procedimientos y métodos del siglo pasado; pero si lo hago me arruinaré sin remedio. Aun cuando pueda liberarme de estas reglas y violarlas con éxito, no lo haré sin lucha. Aun cuando pueda vencerlas definitivamente, siempre hacen sentir lo suficiente su fuerza coactiva por la resistencia que oponen. Ningún innovador, por feliz que haya sido en su empresa, puede vanagloriarse de no haber encontrado obstáculos de este género.
He aquí, pues, un orden de hechos que presentan caracteres muy especiales: consisten en maneras de obrar, de pensar y de sentir, exteriores al individuo, y que están dotadas de un poder coactivo, por el cual se le imponen. Por consiguiente, no pueden confundirse con los fenómenos orgánicos, pues consisten en representaciones y en acciones; ni con los fenómenos psíquicos, que sólo tienen vida en la conciencia individual y por ella. Constituyen, pues, una especie nueva, a que se ha de dar y reservar la calificación de (sociales). Esta calificación les conviene, pues no teniendo al individuo por sustracto, es evidente que no pueden tener otro que la sociedad, ya a la política en su integridad, ya a algunos de los grupos parciales que contiene, confesiones religiosas, escuelas políticas, literarias, corporaciones profesionales, etc. Además, podemos afirmar que sólo conviene a ellos, pues la palabra social, sólo tiene un sentido definido a condición de designar únicamente fenómenos que no entran en ninguna de las categorías de hechos constituidos y calificados. Constituyen, pues, el dominio propio de la sociología. Es verdad que la palabra coacción, con la cual los definimos, corre riesgo de asustar a los partidarios entusiastas de un individualismo absoluto.
Como estos creen que el individuo es perfectamente autónomo, consideran que se aminora su valor, siempre que se intenta hacerlo depender de algo que no sea él mismo. Más siendo hoy ya incontestable que la mayoría de nuestras ideas y tendencias no son elaboradas por nosotros, sino que provienen del exterior, es evidente que sólo pueden penetrar en nosotros, por medio de la imposición: esto es cuanto significa nuestra definición. Además, es cosa sabida que toda coacción social no es necesariamente exclusiva de la personalidad individual (Los suicidios se producen con distinta frecuencia según la edad que se tenga y según la época en que se viva).
Sin embargo, como los ejemplos que acabamos de citar (reglas jurídicas, morales, dogmas religiosos, sistemas financieros, etc.), consisten todos en creencias y en prácticas constituidas, de lo que antecede podría deducirse que el hecho social ha de ir acompañado forzosamente de una organización definida ( atraves de la cultura de masas). Pero existen otros hechos que, sin presentar estas formas cristalizadas, tienen la misma objetividad y el mismo ascendiente sobre el individuo. Nos referimos a lo que se ha llamado corrientes sociales, que Vienen a cada uno de nosotros del exterior, y son capaces de arrastrarnos aun contra nuestro deseo. Sin duda, puede suceder que si me abandono a ellos sin reserva, yo no sienta la presión que ejercen sobre mí. Pero aparece desde el momento en que intente resistirlos. Que un Individuo trate de oponerse a una de estas manifestaciones colectivas, y los sentimientos que niega, se vuelven en su contra. Ahora bien, si esta fuerza de coerción externa se afirma con tal claridad en los casos de resistencia, es que existe, aunque inconsciente, en los casos contrarios. Entonces somos víctimas de una ilusión que nos hace creer que hemos elaborado por nosotros mismos lo que se nos impone desde fuera. Pero si la complacencia con que creemos esto, desfigura el impulso sufrido, no lo suprime. El aire tampoco deja de ser pesado, porque no sintamos su peso. Aun cuando hayamos, por nuestra parte, colaborado a la emoción común, la impresión que hemos sentido es muy diferente de la que hubiéramos experimentado de estar solos. Una vez terminada la reunión, y cesado de obrar sobre nosotros aquellas influencias sociales, al encontrarnos solos con nosotros mismos, los sentimientos por los que hemos pasado nos hacen el efecto de algo extraño en lo cual no nos reconocemos. Entonces comprendemos que los hemos sufrido mucho más de lo que en ellos hemos colaborado. Hasta pueden inspirarnos horror, por lo contrarios que son a nuestra naturaleza. Y de esta manera, individuos generalmente inofensivos, reunidos en manada, pueden dejarse arrastrar por actos de verdadera atrocidad. Ahora bien; cuanto hemos dicho de estas explosiones pasajeras, se aplica igualmente a estos movimientos de opinión, más duraderos, que se producen sin cesar a nuestro alrededor, ya en el conjunto de la sociedad, ya en círculos más limitados, sobre materias religiosas, políticas, literarias, artísticas, etc.
De otra parte, para confirmar con una experiencia característica esta definición del hecho social, basta observar la manera como son educados los niños. Cuando se miran los hechos tales como son y como siempre han sido, salta a los ojos que toda educación consiste en un esfuerzo continuo para imponer a los niños maneras de ver, de sentir y de obrar, a las cuales no habrían llegado espontáneamente. Desde los primeros momentos de su vida les obligamos a comer, a beber, a dormir en horas regulares, a la limpieza, al sosiego, a la obediencia; más tarde les hacemos fuerza para que tengan en cuenta a los demás, para que respeten los usos, conveniencias; les coaccionamos para que trabajen, etcétera. Si con el tiempo dejan de sentir esta coacción, es que poco a poco origina hábitos y tendencias internas que la hacen inútil, pero que sólo la reemplazan porque derivan de ella. Es verdad que, según Spencer, una educación racional debería reprobar tales procedimientos y dejar en completa libertad al niño; pero como esta teoría pedagógica no ha sido practicada por ningún pueblo conocido, sólo constituye un desiderátum personal, no un hecho que pueda oponerse a los hechos que preceden. Lo que hace a estos últimos particularmente instructivos, es el tener la educación precisamente por objeto el constituir al ser social; en ella se puede ver, como en resumen, la manera como en la historia se ha constituido este ser. Esta presión de todos los momentos que sufre el niño es la presión misma del medio social que tiende a moldearlo a su imagen y del cual los padres y los maestros no son más que los representantes y los intermediarios.
No es su generalidad lo que puede servirnos para caracterizar los fenómenos sociales. Un pensamiento que se encuentre en todas las conciencias particulares, un movimiento que repitan todos los individuos, no son, por esto, hechos sociales. Si para definirlos se contenta el sociólogo con este carácter, es que, equivocadamente, los confunde con lo que podríamos llamar sus encarnaciones individuales. Lo que los constituye son las creencias, las tendencias, las prácticas del grupo tomado colectivamente; en cuanto a las formas que revisten los estados colectivos al refractarse en los individuos, son cosas de otra especie. Lo que demuestra categóricamente esta dualidad de naturaleza es que estos dos órdenes de hechos se presentan muchas veces desasociados. En efecto: algunas de estas maneras de obrar y de pensar adquieren, por la repetición, una especie de consistencia que, por decirlo así, los precipita y los aísla de los hechos particulares que los reflejan. De esta manera afectan un cuerpo y una forma sensible que les es propio, y constituyen una realidad sui géneris muy distinta de los hechos Individuales que las manifiestan. El hábito colectivo no existe sólo en estado de inmanencia en los actos sucesivos que determina, sino que, por un privilegio sin par en el reino biológico, se expresa una vez para siempre en una fórmula que se repite de boca en boca, se transmite por la educación y hasta se fija por escrito. Tal es el origen de las reglas jurídicas, morales, de los aforismos y dichos populares, de los artículos de fe, en donde las sectas religiosas y políticas condensan sus creencias, de los códigos de lo bello que erigen las escuelas literarias. Ninguna de ellas se encuentran por completo en las aplicaciones que hacen las particulares, pues hasta pueden existir sin ser actualmente aplicadas.
Sin duda esta disociación no se presenta siempre con la misma claridad. Pero basta con que exista de una manera incontestable en los importantes y numerosos casos que acabamos de recordar, para demostrar que el hecho social es distinto de sus repercusiones individuales. Además, aun cuando no se presente inmediatamente a la observación, puédese ésta realizar mediante ciertos artificios de método: hasta es necesario proceder a esta operación si se quiere separar el hecho social de toda mescolanza, para observarlo de esta manera en estado de pureza. Y de esta manera, existen ciertas corrientes de opinión que nos empujan con una desigual intensidad, según los tiempos y los países, una, por ejemplo, hacia el matrimonio, otra, al suicidio o a una natalidad más o menos fuerte. Y todo esto son evidentemente hechos sociales. A la primera impresión parecen inseparables de las formas que toman en los casos particulares; pero la estadística nos proporciona medios para aislarlos. En efecto; no sin exactitud están figurados por el tanto por ciento de la natalidad, de los matrimonios, de los suicidios, es decir, por el número que se obtiene dividiendo el total medio anual de los matrimonios, de los nacimientos, de las muertes voluntarias por los hombres en edad de casarse, de procrear, de suicidarse.(2) Y esto porque como cada una de estas cifras comprende todos los casos particulares indistintamente, las circunstancias individuales que pueden tener cierta influencia en la producción del fenómeno se neutralizan mutuamente y, por consiguiente, no contribuyen a su determinación. Lo que expresan es un determinado estado del alma colectiva.
He aquí lo que son los fenómenos sociales una vez que se los ha desembarazado de todo elemento extraño. En cuanto a sus manifestaciones privadas, podemos afirmar que tienen algo de social, pues reproducen en parte un modelo colectivo; pero cada una de ellas depende también, y en mucho, de la constitución orgánico-psíquica del individuo, de las circunstancias particulares en que está colocado. Estas manifestaciones no son, pues, fenómenos propiamente sociológicos. Pertenecen a la vez a dos reinos: se las podría llamar socio-psíquicas. Interesan al sociólogo, sin constituir la materia inmediata de la sociología. En el interior del organismo se encuentran también fenómenos de naturaleza mixta que estudian las ciencias mixtas, como la química biológica.
Pero, se dirá: un fenómeno sólo puede ser colectivo a condición de ser común a todos los miembros de la sociedad o, por lo menos, a la mayoría de ellos, y, por consiguiente, si es general. Sin duda, pero si es general, se debe a que es colectivo (es decir, más o menos obligatorio), bien lejos de ser colectivo porque es general. Es un estado del grupo que se repite en los individuos porque se les impone. Existe en cada parte porque está en todo, lejos de que esté en el todo porque está en las partes. Esto es lo que es especialmente evidente de estas creencias y de estas prácticas, que las generaciones anteriores nos han transmitido completamente formadas; las recibimos y las adoptamos, porque siendo a la vez una obra colectiva y una obra secular, están investidas de una autoridad particular que la educación nos ha enseñado a reconocer y a respetar. ahora bien; hay que notar que la inmensa mayoría de los fenómenos sociales llegan a nosotros por este camino. Aun cuando el hecho social sea debido en parte a nuestra colaboración directa, no por esto cambia de naturaleza. Un sentimiento colectivo que se manifiesta en una asamblea, no expresa solamente lo que había de común entre todos los sentimientos individuales, sino que representa algo completamente distinto, como ya hemos demostrado. Es una resultante de la vida común, un producto de las acciones y reacciones que se desarrollan entre las conciencias individuales; si resuena en cada una de ellas, es en virtud de la energía especial que debe precisamente a su origen colectivo. Si todos los corazones vibran al unísono, no es a consecuencia de una concordancia espontánea y preestablecida, sino porque una misma fuerza los mueve en el mismo sentido. Cada uno es arrastrado por todos.
Llegamos, pues, a representarnos de una manera precisa el dominio de la sociología. Este dominio comprende solamente un grupo determinado de fenómenos. Un hecho social se reconoce en el poder de coerción externa que ejerce o es susceptible de ejercer sobre los individuos; y la presencia de este poder se reconoce a su vez, ya por la existencia de alguna sanción determinada, ya por la resistencia que el hecho opone a toda empresa individual que tienda a violarla. Sin embargo también se lo puede definir por la difusión que presenta en el interior del grupo, con tal que, teniendo en cuenta las precedentes observaciones, se tenga cuidado de añadir, como segunda especial característica, que existe con independencia de las formas individuales que toma al confundirse. En algunos casos, este último criterio hasta es de una aplicación más sencilla que el anterior. En efecto; la coacción es fácil de constatar cuando se traduce al exterior por alguna reacción directa de la sociedad, como sucede, por ejemplo, con el derecho, con la moral, con las creencias, con los usos y hasta con las modas.
Pero cuando esta coacción es indirecta, como, por ejemplo, la que ejerce una organización económica, no se percibe siempre con la necesaria claridad. La generalidad, combinada con la objetividad, pueden entonces ser más fáciles de establecer. De otra parte, esta segunda definición no es más que la primera en una forma distinta; pues si una manera de obrar, que tiene vida fuera de las conciencias individuales se generaliza, sólo puede hacerlo imponiéndose.(3)
Sin embargo, se nos podría argüir: ¿es esta definición completa? En efecto; los hechos que nos han servido de base son todos maneras de hacer; son de orden fisiológico. Ahora bien; existen también maneras de ser colectivas; es decir hechos sociales de orden anatómico y morfológico. La sociología no puede desinteresarse de lo que concierne al sustracto de la vida colectiva. Y sin embargo, el número y naturaleza de las partes elementales de que está compuesta la sociedad, la manera de estar dispuestas; el grado de coalescencia que han alcanzado, la distribución de la población por el territorio, el número y naturaleza de las vías de comunicación, la forma de las habitaciones, etcétera, no parecen al primer examen poder reducirse a maneras de obrar, o de sentir, o de pensar.
Pero estos diversos fenómenos presentan, desde luego, la misma característica que nos ha servido para definir a los demás. Estas maneras de ser se imponen al individuo de la misma suerte que la maneras de hacer de que hemos hablado. En efecto; cuando se quiere conocer el modo como están combinadas estas divisiones, la fusión más o menos completa que existe entre ellas, no se puede obtener ningún resultado mediante una inspección material o por inspecciones geográficas; y esto porque aquellas divisiones son morales, aun cuando tengan alguna base en la naturaleza física.
Esta organización solamente puede estudiarse con el auxilio del derecho público, pues es este derecho el que la determina, de la misma manera que determina nuestras relaciones domésticas y cívicas. Ella es pues, igualmente obligatoria. Si la población se amontona en nuestras ciudades en lugar de distribuirse por el campo, es señal de que existe una corriente de opinión, un impulso colectivo, que impone a los individuos esta concentración. La libertad que tenemos para elegir nuestros vestidos, no es superior a la que tenemos para escoger la forma de nuestras casas; tan obligatoria es una cosa como la otra. Las vías de comunicación determinan de una manera imperiosa el sentido de las emigraciones interiores y de los cambios, y hasta la intensidad de estos cambios y emigraciones, etc. Por consiguiente, todo lo más, a la lista de los fenómenos que hemos enumerado, como presentando el signo distintivo del hecho social, podríamos añadir una categoría más; pero como esta enumeración no podría ser rigurosamente exhaustiva, la adición no será indispensable.
Y ni siquiera sería útil, pues estas maneras de ser no son más que maneras de hacer consolidadas. La estructura política de una sociedad no es más que la manera cómo los distintos segmentos que la componen han tomado la costumbre de vivir entre sí. Si sus relaciones son tradicionalmente estrechas, los segmentos tienden a confundirse; en el caso contrario, a distinguirse. El tipo de habitación que se nos impone, no es más que el resultado de la manera como se han acostumbrado a construir las casas, los que viven a nuestro alrededor, y en parte, las generaciones anteriores. Las vías de comunicación no son más que el cauce que se ha abierto a sí misma —al marchar en el mismo sentido— la corriente regular de los cambios y de las emigraciones, etc. Sin duda, si los fenómenos de orden morfológico fueran los únicos que presentasen esta fijeza, se podría creer que constituyen una especie aparte. Pero una regla jurídica es una coordinación tan permanente como un tipo de arquitectura, y sin embargo, es un hecho fisiológico. Una simple máxima moral es, a buen seguro, más maleable, pero presenta formas más rígidas que una sencilla costumbre profesional o que una moda. Existen, pues, toda una gama de matices que, sin solución de continuidad enlazan los hechos de estructura más caracterizada con estas corrientes libres de la vida social que todavía no se han moldeado definitivamente. Entre ellos no existen más que diferencias en el grado de consolidación que presentan. Unos y otras no son otra cosa que la vida más o menos cristalizada. Sin duda, puede existir algún interés para reservar el nombre de morfológicos a los hechos sociales que hagan referencia al sustrato social, pero en este caso no se ha de perder de vista que son de la misma naturaleza que los demás. Nuestra definición comprenderá todo lo definido, si decimos: Hecho social es toda manera de hacer, fijada o no, susceptible de ejercer sobre el individuo una coacción exterior; o bien: Que es general en el conjunto de una sociedad, conservando una existencia propia, independiente de sus manifestaciones individuales.(4)
NOTAS
2 - Pero un estado individual no deja de ser individual por el hecho de que rebote en otros. Además cabe preguntarse si la palabra imitación es realmente la adecuada para designar una propagación debida a una influencia coercitiva. Esta expresión se utiliza para denominar, de forma imprecisa, fenómenos muy diversos y que seria preciso diferencias.
3 - Por lo dicho se comprende la distancia que media entre esta definición del hecho social y aquella otra que sirve de base al ingenioso sistema de Tarde. En primer lugar, debemos declarar que nuestras investigaciones no nos han hecho descubrir, en ninguna parte, aquella influencia preponderante que Tarde atribuye a la imitación, en la génesis de los hechos colectivos. Además, de la definición precedente —que no es una teoría, sino un simple resumen de los datos inmediatos de la observación—, parece resultar que la imitación no sólo no expresa siempre, sino que no expresa nunca lo que hay de esencial y de característico en el hecho social. Sin duda, todo hecho social es ilimitado, y como acabamos de ver, tiene una tendencia a generalizarse; pero esto es porque es social es decir, obligatorio. Su fuerza de expansión no es la causa, sino la consecuencia de su carácter sociológico. Si los hechos sociales fueran los únicos en producir esta consecuencia, la imitación podría servir si no para explicarlos, por lo menos para definirlos. Pero un estado individual que se repite no deja por esto de ser individual. Además habría necesidad de aclarar si la palabra imitación es la más conveniente para designar una propagación debida a una influencia coercitiva.
Bajo esta única expresión se confunden fenómenos muy diferentes, que sería preciso distinguir.
4 - Este estrecho parentesco entre la vida y la estructura, del órgano y de la función, puede establecerse fácilmente en la sociología, porque entre estos dos términos extremos, existe toda una serie de intermediarios. Inmediatamente observables que muestran su lazo de unión. La biología no posee este recurso. Pero hay derecho para creer que las inducciones sobre este punto de la primera de estas ciencias, son aplicables a la otra, y que tanto en los organismos como en las sociedades, sólo existe entre estos dos órdenes de hecho, diferencias de grado.

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