(LA PESTE - 01) CAMUS Y LA PESTE / Jordi Maqu



CAMUS Y LA PESTE

Siempre es agradable hablar de Camus, lo siento cercano: un amigo, así es como lo veo y leo. No sé si al principio elegí su libro o él me eligió a mí, en todo caso yo lo elegí luego a él, de lo que me siento agradecido y jamás me arrepentí no dando por perdido aquel tiempo (entre un tiempo y otro tiempo). No sé cuánto aprendí o desaprendí con él, en mi caso cuesta distinguir cuánto puede dejar alguien, de sus escritos y razonamientos en uno mismo, más cuando la consecuencia de ello no es evidente ni inmediata, sino una sinergia progresiva entre la memoria y la razón que en algún momento y por alguna circunstancia se hace perceptible, pudiendo entonces señalarla como consecuencia de.., tal y como me dispongo a mostrar.

"Nuestros contemporáneos no son simplemente los escritores de nuestra época, muchos de los cuales ya nunca podremos leer; contemporáneos son los textos que leímos e hicimos nuestros en un momento dado, los que han dejado una huella en nosotros." Michael Wood




Sobre todo Camus ha sido para mí uno de esos escritores que hice mío. Influenciado éste de joven, curiosamente (y que casualidad) por los mismos autores que me influenciaron entonces a mí (y que me habían llevado a él) con casi la misma edad. Intuyo, que desarrollé algún tipo de vínculo con su espíritu: un vínculo o cercanía que a otros parece costarle más establecer, no por no entender lo que escribe Camus, sino más por entender cómo sentía y pensaba, en tanto: a la influencia que representaba la lectura de "aquellos", a los que pocos siendo tan jóvenes se aprestan a leer. Sobra decir, que siempre he sentido admiración por aquel tipo con su cigarro a medias en la boca (tan parecido y, a la vez, tan diferente a mi padre), que saltó como un espontáneo al ruedo de la filosofía, llevado por aquella sinvergüenza "torera" (a decir del español) de la valentía de no aceptar una existencia irreflexiva. Burlándose de él en su día sus detractores, y definiéndolo: como un filósofo para jóvenes (creo que los filósofos presocráticos, precisamente, enseñaban a jóvenes: de las cosas que son), y que en la actualidad sigue siendo la opinión de no pocos académicos, como no podía ser de otra manera, viniendo de académicos dicha opinión: que ven solo luces y no la forma de las sombras que las proyectan. Pero y volviendo a lo que íbamos, de cuanto de sus escritos yo pude obtener, una cosa destaca entre todos ellos: “Sísifo” será mi sombra (la que me guie, y nos guíe en su propia sombra), y de quien le no interesa tanto su castigo, como lo que Camus nos enseñó por medio de Sísifo y que ocurre durante una parte de éste castigo (en los infiernos) justo cuando una vez alcanzada la cima con la roca, ésta vuelve a caer, y Camus ve: a ese hombre volver a bajar con paso lento pero igual hacia el tormento, cuyo fin no conocerá jamás. Esta hora que es como una respiración, y que vuelve tan seguramente como su desdicha, es la hora de la conciencia”. En cada uno de los instantes en que abandona la cima y se hunde poco a poco en las guaridas de los dioses, (Sísifo advierte) que es superior a su destino. (el) “Es más fuerte que su roca– el mito de Sísifo, Camus. todos somos más fuertes que nuestra roca, cuando andamos nuestras sombras, tras la roca : empujando nuestra propia sombra (entre todos, la de uno y la de todos) haciéndola salir del abismo.

Justo, en ese preciso momento, en esa bajada en silencio con su conciencia, es cuando Sísifo y nosotros “somos superiores a nuestro destino, y más fuerte que nuestra roca” somos Sísifo y Roca (unos solo, y todos juntos, elevandonos sobre nuestro propio abismo, sobre nuestro destino. Un momento (tiempo) que todos, incluso, en la peor de las situaciones encontraremos, como yo los encontré tras mi accidente (casi dos años recuperándome) y luego de otras fatalidades; haciendo valer la afirmación de que: en “una tragedia o en una infamia no todo momento es tragedia”, y que en ella nuestra conciencia, sea al anochecer, libres por momentos del dolor físico, o incluso en una peste (o pandemia) esta actua, y por ella nos reponemos: sobreponiéndonos a la caída, si no de inmediato (durante al menos un breve periodo de tiempo volveremos a ella: siendo, nosotros a cada paso (en acto de ser→ y reconocernos) de nuestras partes esparcidas → recomponiéndonos, en ellas→ “ser” de todas nuestras partes, más fuertes que trágico nuestro destino. Camus no me enseñó a pensar (yo ya sé pensar/ pues llegue a él, dejándome luego ser, y guiado a través de e otros: a ver esa dimension de la que otros todavía no ven, mostrando ese ángulo (muerto/oculto) que desde el lado de nuestra imagen no podemos, sino recorendo el lado de la forma de la sombra: el camino que nos señalan otros, que la recorrieron antes que nosotros, y propician de dicho angulo, la visión de un lado de la forma de la sombra, pudiendo elevarnos, desde este sobre la forma de nuestra imagen, hallando una forma proyectada de nuestra sombra, y un ancho de sombra, que separa nuestra forma de la forma de la sombra que la proyecta. Camus nos mostró algo más importante: nos mostró como sobrevivir en el infierno, para poder llegar a “ser” en este, la sombra misma sobre la que recorrer su límite hasta el borde de la forma, donde reconocer de ella (la sombra) parte de mi ser.

De la La observación del pasado

Cuando nací en la primavera del 1968, Camus había muerto 1960 (no vio esa primavera revolucionaria: que de sus extremos/o lados nos iluminó: mostrándonos del lado/borde de una forma reconocible igualmente, de una sombra amplia y extendida sobre nosotros, y que todavía hoy nos es difícil reconocer/nos (en en ella: en la propia sombra) parte de aquella misma y sombra mayor sobre nosotros. De ahí que aquella revolución fracasase, al pretender avanzar sobre la sombra, sin reconocerse antes ellos (forma/persona) y (sombra/razón) de la aquella misma sombra, y de ella, ellos una forma o la forma que la proyectaba (por la razón segunda / iluminismo); razón que es la forma de otra sombra de una forma mayor que los contenía a todos (la ciudad /o sociedad industrial) imagen esta y , o forma reconocible, de otra sombra todavía mayor que los contiene: y les da su forma dentro y los somete a ella (la voluntad de poder). No hablo aquí de una persona, sino que hablamos del irracionalismo, y no como un fenómeno circunscrito sólo a totalitarismos políticos, sino como parte un proceso civilizatorio mayor, o deberíamos decir incivilizatorio, a sobre pasar ( y superar por nuestra especie) — interpretando: y observando sus formas y descubriendo de ellas sus sombras: delatándolo, desenmascarando al faraón que se pretende y muestra perfecto, incluso pretendiendo engañar a la divinidad: máscara y sombra solo de otro mortal, que somete a semejantes, por la razón de su necesidad, engañándoles, a estos mediante sus propios temores y miedos—, pues es este un proceso más largo, amplio, profundo y oscuro, de lo que creemos tal y como comprobamos de la realidad, no solo de aquellos imperios primeros y totalitarismos segundos (referidos de la teoría crítica), sino igualmente a través sus religiones y que hoy prevalecen, estando más presente de lo que todos imaginamos en la sociedad (como aquella rama de la tomatera que no dará jamás fruto, y solo el dueño del huerto, el jardinero, la sabe reconocer, de las otras que darán fruto, cuando ya reconoce aquella forma (de esta) su sombra: que consume a la planta sin dar ningún fruto): luego, algunas de las actitudes irracionales de los totalitarismos vencidos en los campos de batalla del mundo en el 45, eran aptitudes ya adoptadas de antiguo que parece que subsistieron a lo largo de los tiempos (como algo oscuro en la razón del hombre: un gusano que irá creciendo en la oscuridad de su corazón), ya desde un primer tiempo, y que fueron luego adoptadas y disolviéndose entre todas las culturas; y del mismo modo mismo observamos, a los imperios que disuelven su apariencia en otra:  nueva máscara de su sombra: que se disuelta en la locura cotidiana de la cultura de masas, pero de la que reconocemos todavía su imagen, en unos reyes que no son reyes, ni sirven como reyes a su pueblo, sino a la misma razón instrumental que los utiliza y de la que son cabeza primera forma visible, imagen, de la enorme sombra que lo sostiene: sombra que es el reflejo  todas nuestras sombras proyectadas en la forma que deseamos, y en la que nos vemos todos (en alguna de ellas) cuando nos miramos, todos dentro de las formas contenidas y que dan forma a través de sus sombras a la forma del estado estado. Esto es la realidad y su sombra, pero a la vez una angustia venida del desconocimiento, de una sombra que pesa pero no vemos y genera un malestar que se describe a partir de las propias palabras de M. Horkheimer: Las actuales posibilidades de perfección social superan las esperanzas de todos los filósofos y estadistas que alguna vez esbozaron, en programas utópicos, la idea de una sociedad verdaderamente humana. Y, sin embargo, predomina un sentimiento general de angustia y desilusión ―(Prefacio, a la primera ed. Alemana 1967 Zur Kritik der Instrumentellen Vernunft. Crítica de la razón instrumental)

Si bien el texto superior del libro se basa, como apunta Horkheimer, en apuntes tomados durante algunos discursos y debates públicos realizados a mediados de los 40’ junto con Theodor W. Adorno, e influenciados por Walter Benjamín, la cita anterior referida, es parte del prólogo escrito donde expone su parecer, no en los años 40 cuando son conjugados los textos, sino en 1967 concretamente, del prólogo al ser publicada la primera edición alemana, y revelando en estos más que la propia preocupación: “un sentimiento general de angustia y desilusión manifiesto” que hoy prevalece siendo obvio en la sociedad (en su sombra, y manifiesto de muchas formas de esta, una de ellas en la idea del suicidio del individuo joven (que en algún momento revoloteo sobre mi cabeza, y de la que me quedan unos brazaletes dibujados en los brazos y muñecas) residuos de aquella batalla brutal y salvaje, muchas veces aniquiladora de una vida: entre Enkidu y Gilgamesh, y qué es la misma, da igual la forma, de todo aquel que se enfrenta frente a la razón absurda y brutal, que lo pretende someter. y entendiendo en ello M. Horkheimer, el fracaso (en nuestro tiempo) como le sucediera al iluminismo ―y que habría de derivar en el horror que todos ya conocemos de auschwitz y birkenau― y que de alguna manera, igualmente, entiende que la sociedad tras la guerra había denuevo fracasado frente a esa razón segunda (iluminista), no alcanzando el objetivo previsto, aquellos niveles de humanismo que con tanta ilusión se habían propuesto aquellos primeros humanistas (que para nada eran universalistas, o naturalistas, sino solo: humanistas), a los que se refiere M. Horkheimer : “Las esperanzas de la humanidad parecen hallarse hoy más alejadas de su cumplimiento que aun en las épocas de tanteos muy inseguros todavía, es decir, cuando eran expresadas por primera vez por los humanistas. Nítidamente parecen retroceder —sin desmedro de la ampliación de los horizontes de actuación y pensamiento debido al saber técnico— la autonomía del sujeto individual, su posibilidad de resistirse al creciente aparato para el manejo de las masas, el poder de su fantasía, su juicio independiente. El avance progresivo de los medios técnicos se ve acompañado por un proceso de deshumanización. El progreso amenaza con aniquilar el fin que debe cumplir la idea del hombre”. ― (Prefacio, a la primera ed. Alemana 1967 Zur Kritik der Instrumentellen Vernunft. Crítica de la razón instrumental) En resumen, tanto M. Horkheimer y T.W. Pero... (y atendamos)  no hallando del humanismo M. Horkheimer, la razón primera de la forma de la (razón segunda), como proyección en una la sombra de esta (pretendida humanidad; solo humanista, y no una humanidad naturalista e integrada en todo lo universal, de la naturaleza a la que pertenecemos). Luego Adorno tras de él, lo que tratan es de mostrarnos y advertirnos, analizando, presentándonos el irracionalismo, no como un fenómeno circunscrito no sólo a totalitarismos políticos, sino como un proceso civilizatorio o, deberíamos decir incivilizatorio, en el que están también, o sobretodo... están las religiones (parece que aquí se olvidaron de algo: el olvido trae esto) y asi nos salen los garbanzos, en la cocina, cuando se nos olvida ponerle la tapadera a la olla: duros; y esto lo ve hasta mi madre.  Es por ello que aquí deberíamos interpretar acerca, no sobre lo que ya nos dijeron, sino sobre lo que con ello nos querían decir: advirtiendonos de que el carácter destructivo (y.... sometedor) de la irracionalidad del hombre, para el hombre, y solo por el hombre no tiene parangón, ni cerrojos o cadenas que lo contengan, ni siquiera consigo mismo, y allá donde otros ya hace tiempo se hubieran dado por vencidos, esta irracionalidad descubrirá siempre un camino por la que mostrarse, siempre en una máscara, que por su sombra, ya podemos reconocer.

Y por último –no me quiero extender– pero relativo a su segunda novela de Camus, La Peste (1947) se podía extraer un inquietante advertencia, (infundada, en aquel momento de explosión y superioridad de la ciencia y el hombre sobre la naturaleza) hallamos una metáfora del Mal, encubierta y casi disuelta por la tremenda historia de una epidemia mortal en Orán, donde emerge lo mejor de la fraternidad humana, y los justos sacrifican su bienestar para cuidar a los demás. Pero también lo peor, mostrándonos que las peores epidemias no son biológicas, sino morales; y que en situaciones de crisis, sale a luz lo peor de la sociedad y las personas: insolidaridad, egoísmo, inmadurez e irracionalidad: "porque el bacilo de la peste no muere ni desaparece nunca (…) y que quizá llegue un día en que, para desdicha y enseñanza de los hombres, la peste despierte a sus ratas y las envíe a morir a una ciudad dichosa". La Peste (fragmento).

La observación del Presente

Encontramos la historia repleta ésta de advertencias hacia el futuro sobre hechos luego consumados. T. W. Adorno advirtió de que la modernidad con su ciencia no liberó al ser humano, sino que lo aprisionó y convirtió en otro cosa: en cosa, en objeto: la “cosa humana”. Fue esa misma ciencia, desde instituciones instrumentalizadas, a partir de la que se concibió la actual sociedad cientificista y burguesa, de la que igualmente se nos previno, y en la que desde un principio “los aumentos de libertad aparentemente y promovidos para el individuo, con el tiempo solo traían consigo la disminución de la libertad real de éstos” ― H. Spencer 1850 (contrapunto); pasando finalmente, a convertirse esta sociedad en “una sociedad cerrada” que bajo el disfraz “Pseudo Democrático” esconde una estructura Totalitaria e Instrumental, basada en productividad industrial, los mercados, el consumo desproporcionado y la explotación del hombre por el hombre, ― Marcuse 1967). La libre elección de amos no suprime ni a los amos ni a los esclavos. Escoger libremente entre una amplia variedad de bienes y servicios no significa libertad si estos bienes y servicios sostienen controles sociales sobre una vida de esfuerzo y de temor, esto es, si sostienen la alienación. Y la reproducción espontánea, por los individuos, de necesidades súper impuestas no establece la autonomía; sólo prueba la eficacia de los controles…//… De nuevo nos encontramos ante uno de los aspectos más perturbadores de la civilización industrial avanzada: el carácter racional de su irracionalidad. Su productividad y eficiencia, su capacidad de incrementar y difundir las comodidades, de convertir lo superfluo en necesidad y la destrucción en construcción, el grado en que esta civilización transforma el mundo-objeto en extensión de la mente y el cuerpo del hombre hace cuestionable hasta la noción misma de alienación. La gente se reconoce en sus mercancías; encuentra su alma en su automóvil, en su aparato de alta fidelidad, su casa, su equipo de cocina. El mecanismo que une el individuo a su sociedad ha cambiado, y el control social se ha incrustado en las nuevas necesidades que ha producido. ― el hombre unidimensional -Marcuse 1967).

precisamente en 1967 aquel ambiente de movilización estudiantil y previa a la hermosa primavera del 1968, Marcuse pronunció dos conferencias, «El final de la utopía» y «El problema de la violencia en la oposición». Participó, además, en dos coloquios —«Moral y política en la sociedad opulenta» y «Vietnam: El Tercer Mundo y la oposición en las metrópolis»— mostrándose preocupado, en su pensamiento de las cosas que son y suceden en la realidad de las personas en el mundo, junto con varios profesores berlineses y dos líderes estudiantiles: Wolfgang Lefévre y Rudi Dutschke (que un año después sufriría un gravísimo atentado). Todas estas intervenciones se editaron al cabo de poco con el título de El final de la utopía, auténtico lema III del pensamiento marcusiano, por cuanto expresa de forma ceñida la reflexión central de este filósofo norteamericano de origen alemán.

Para Marcuse había llegado el momento histórico en el que era posible construir una sociedad liberada (de la razón segunda). El desarrollo de las fuerzas productivas había alcanzado tal nivel, que la idea de erradicar el hambre y la miseria en el mundo no parecía ser ya un sueño utópico. Como tampoco lo es el pensar hoy, aún y en estas circunstancias en las que nos encontramos, que pueda transformarse la naturaleza del trabajo alienado en trabajo verdaderamente creador y respetuoso, e integrado a la naturaleza (de la que somos y formamos parte), y se pueda comenzar a edificar, construir: habitar una nueva civilización no represiva, dentro de aquel nuevo paradigma, donde los individuos por pimera vez son capaces de enfrentarse a su sombra, empujándola a salir arriba y en ella reconocerse lo que es (en su sombra y las formas que de sus propias sombras se proyectan, conteniéndolas por la razón primera, a partir de aquel del mito del héroe que se enfrenta a su sombra (Gilgamesh / Enkidu), conteniendo la una a la otra de razón y sombra en su dimensión intermedia: contenida,  en una forma que nos dirija en la sombra hacia el aquel ángulo sobre en el horizonte, que se nos abre y proyecta la sombra de la forma, en la que habitan otras formas, que nosotros habitamos en nuestra forma propiciando a estas la suya.

La Crítica de la Razón instrumental fue y es, otra forma de advertencia más, hacia un análisis de lo que podría estar por llegar o ya esté llegando, o ya llegó, y en cuyo caso nos aporte pistas —cuando aquello revelado en su forma y sombra— podamos reconocer de aquello, un lado de una sombra y de ello una forma, descriptible a través del enfoque filosófico sobre la investigación de las Ciencias Sociales. Pero, ninguna advertencia sobre el futuro lo es, tanto como el presente. Y quizá encuentren en Camus (hoy) y de su advertencia alguna forma reconocible de aquella peste, de la que nos advierte Camus, (y que quizá llegue un día en que, para desdicha y enseñanza de los hombres, la peste despierte a sus ratas y las envíe a morir a una ciudad dichosa) y reconocible a nuestros ojos luego la sombra mayor que hubiera instrumentalizado irracionalmente, en el presente  manipulándola en su favor, y proyectándola (en las ciudades sobre nosotros) aquella peste en el presente. Pero sería sobre todo más reconocible, cuando ya hubiésemos recorrido de la forma su sombra teniendo ya toda la perspectiva de esa peste: de todo su ancho de sombra hasta llegar a reconocer (evidente) de aquel otro lado (las fuerzas de poder: legislativo, ejecutivo y judicial) y llegando a su forma proyectada de la sombra: la forma por la que somos sometidos delimitados  a nuestra forma dentro, luego reconocible en aquella forma concreta de la policía, de la peste: instrumentalizada en una forma severa y castigadora para contenernos dentro: en una forma concreta y definida, ahora sometida/o sometidos a la inmovilidad e hipercontrol policial: y que es aquella forma necesaria que precisa el estado de sus individuos sometidos en tiempo de pandemia, que no pueden tomar decisiones libremente y debe subordinarse a otra persona generalmente de mayor jerarquía y en muchos casos teniendo que tolerar comportamientos abusivos de esta; siendo la vez cuando este: el estado,nos revela de su máscara, lugo su sombra más angustiosa (y herramienta) del estado (irracionalmente productivo) para que todos sigamos en nuestra forma perfecta de esclavos y ladrillos, propiciando a este su forma:  Del Estado (forma) /sombra del estado son las leyes que son proyectadas (en una forma, a la que hay que someterse → tiene una forma visible, a la que nos sometemos todos (en nuestra forma impuesta) al (estado policial: a la policía), todo en una forma de la que somos, y compuesta de muchas formas y (personas) unidas y que dan la forma: al estado, mal entendido como individuos / independientes pero encajados en su forma particular (de supuesto individuo) dentro de la forma (ladrillos y ladrillos) del estado, y a través de todas las sombras y formas del estado que nos contiene. No hay estado sin individuos que se sometan voluntariamente y le den su forma viva y real: esta forma hoy irracional. Lo demás sería utopía sin ladrillos reales que den una forma. Somos las personas libres más esclavizadas de la historia, pues nos hemos esclavizado nosotros mismos en nuestra forma (al recinto y a la forma del recinto), dando forma a nuestro modo perfecto de esclavitud: bienvenidos al paraíso de la nada y la basura que inunda el mundo. Donde incluso los árboles están en fila y separados unos de otros, en la misma distancia y medida. Todos en la cera en fila, de a uno los vemos cada mañana (siempre en el mismo sitio: en fila), pero no nos miramos en ellos: ni los miramos a ellos cuando estamos nosotros en fila, que incluso ahí en fila, sus nueva ramas y hojas se dirigen siempre hacia arriba, buscando la luz del sol, mientras nosotros nos arrastramos por el suelo buscando la sombra, y sobre nuestros propios excrementos que no vemos un metro más abajo, todos los días de nuestra vida. Hasta que el sol, en verano nos recuerda aunque no lo miremos: a ver si despiertan; pues hasta Kant hubiese ido al campo de oler sobre lo que se elevan nuestros cimientos, y como personas lo que somos ahí (dentro): los que caminan, viven construyen y mueren sobre su propia mierda, todos los días de su misera vida. Y Así nos ve toda la naturaleza el universo nos reconoce: hasta el último diente de león que vemos volar en el viento nos mira y reconoce solo por una cosa: sabe lo que somos no por lo que decimos que somos, sino por cómo y dónde vivimos, así somos. el verdadero primer paso de nuestra humanidad: será "rasgar" y apartar el velo de nuestra propia sombra, y al mirar: tener la firmeza de reconocernos todos proyectados en ella. 

Al cesar:y cuando alcances la cima, César al fin; cuando tomes la forma de un hombre famoso, entonces por sobre todo pon atención al ir por las calles, como hombre de autoridad, conspicuo con tus seguidores, si por ventura de entre la multitud algún Artemidorus se te aproxima, trayéndote una carta, y apresuradamente te dice, "Léela de inmediato, contiene graves materias de tu interés," sin falta detente; sin falta deja a un lado toda charla y trabajo; sin falta despide a aquellos que te saludan y se arrodillan ante ti (los puedes ver más tarde); haz incluso al Senado mismo esperar, y de inmediato entérate de los graves escritos de Artemidorus".- Cavafis.

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