Heidegger: La angustia desde la perspectiva de Kierkegaard― / Jorge maqueda merchán / jordi maqueda

 

La angustia desde la perspectiva de Kierkegaard―La angustia y la enfermedad mortal representa el origen del existencialismo en Kierkegaard, que se manifiesta como una filosofía personalista, concreta, pero sobre todo cristiana, y que no le es ajena a Heidegger. Por eso ningún otro lugar más a propósito para calar hasta el fondo metafísico que alcanzan los análisis existenciales en Kierkegaard, que en (El concepto de la angustia). Y ningún otro mejor que Kierkegaard, entendiendo el concepto de la angustia en este, para luego entender a Heidegger.

En la vida tomamos decisiones, y estas decisiones nos llevan a realizar ciertas actividades en detrimento de otras, pues no podemos abarcar todo, ni tomar una decisión que nos lleve a dos resultados distintos. Tomar una decisión, nos obliga, por lo tanto, a renunciar a otra posibilidad, y es aquí donde nos encontramos con la angustia (¿tomaré la decisión correcta?). Esa angustia del devenir: el qué será de nosotros y nuestro futuro si me equivoco―en un mundo en el que nos encontramos vacíos y solos― es la angustia a la que se refiere Kierkegaard. Las decisiones son, por lo tanto, importantes, lo que hace que no solo dé miedo tomarlas, sino y más aún: equivocarnos. De ahí la famosa frase «La angustia es el vértigo de la libertad»; o, podemos recordar también aquella metáfora, sobre el hombre que frente al abismo es libre de elegir, si tirarse o no. El mero hecho de que uno tenga la posibilidad y la libertad de hacer algo, incluso siendo la más terrorífica de las posibilidades ―arrojarse al abismo― dispara inmensos temores. Kierkegaard lo llamará "mareo de libertad". Esta libertad, nos dice Kierkegaard, hay que aceptarla tal y como: con sus consecuencias (y mareos) y, por lo tanto, aceptar que conlleve un peso, en el sentido de responsabilidad por esa misma libertad. Pero, igualmente, y para disfrutar plenamente de esta (nuestra libertad) hay que animarse a dar un salto ―a tomar una decisión― y bien sabe Kierkegaard que el ese salto no es nada fácil. Debemos, por lo tanto, tomar nuestras decisiones y tener fe en el camino que hemos elegido y afrontar esa angustia de libertad, aceptarla, llevándola con nosotros, pero reconociendo la responsabilidad que supone tomar ciertas decisiones: tomarlas sabiamente, meditando las posibles consecuencias ( como comprar una casa atándonos a un lugar por 40 0 50 años o toda la vida). Para Kierkegaard, la vida no es un problema a ser resuelto, sino una realidad que debe ser experimentada en libertad (y la casa obliga: mismo sitio mismo lugar todo el tiempo de una vida). Sin embargo, la mayoría de nosotros perseguimos el placer con tal presteza que, y sobre todo debido a la prisa, pasamos de largo de nosotros mismos. Atreverse, por lo tanto, es igualmente ‘detenerse’ para poder tomar sabias decisiones: y no perder el equilibrio si no tenemos casa / mejor

De todo ello deducimos, que Kierkegaard nos habla de la angustia, no desde el dolor o el sufrimiento o desde: un pasarlo mal; sino más bien se analiza lo que significa la existencia, el “estar aquí” (entendamos un lugar), la responsabilidad de existir ( en ese lugar) [la angustia e indeterminación que ello: el “estar aquí” en “el mundo” supone al hombre en sí mismo] pues no estamos determinados desde lo racional, ni tampoco desde lo biológico, sino que somos (nosotros: las personas) arrojadas a este mundo con elementos desconocidos y en medio de circunstancias que no podemos controlar, y son imponderables, los que hemos de tomar nuestras propias decisiones ( i tener capacidad de movernos si algo no está / o esta de ponernos angustioso). Sin embargo, el ser humano siempre se siente atraído por la falta y la carencia, llevándolo a un sentimiento de desesperación (y de soportar). Para evitar esta desesperación (que es un tener que soportar / luego la angustia) , el individuo debe construirse de ese otro lugar, tiene que dar un “salto de fe” similar al de una vida religiosa. Así, la angustia y desesperación constituyen la base de partida de un acuerdo, sobre una vida sin angustia ni desesperación: en otro lugar y si es necesario de otra manera (nada de estar eternamente en la angustia, sino precisamente para destruirla) pues uno se siente estaño de sí mismo en la angustia.

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