Wir haben auch in Arkadien geboren.

Se mire como se mire, la vida es un cúmulo de desengaños. Y los dioses eran sólo una apariencia que surgida de una primitiva y antigua costumbre, practicada por personas de mentes débiles y supersticiosas llenas de remordimientos de conciencia que se perderán en el delirio, en un continuo estado de miedo y complacencia. 



Bien sea porque se impusieron unas muy altas expectativas; o bien, porque fueron sencillamente privados de ellas, generalizando, las personas no consiguen, nunca, lo que realmente anhelan en la vida. Muy pocos gozan la suerte de conseguir, si quiera, acercarse “en vida” a aquello que deseaban ser. La inmensa mayoría, deberá conformarse con lo que las circunstancias, el entorno, los acontecimientos o accidentes propios de la vida les permitan, a saber: serán lo que puedan (o les dejen ser) más allá de lo que un día se propusieron. Pues un hombre hace lo que puede, con lo que otros van dejando de él. Y, sin embargo, lo peor no es la vergüenza frente a la capitulación de uno mismo: de las propias aspiraciones; hincando la rodilla en la arena; viéndose agonizar lentamente y dejando que se derrumbe toda esperanza. No. Lo peor es angustia, que sobre el horizonte envuelve la imprecisa perspectiva del futuro que aguarda… sabiendo, que el siguiente paso conlleva hundirse de pleno en él, sin saber aquello último que aguarda, o, en qué nos convertiremos. Y, sin embargo, siempre habrá quién piense que el destino de las personas no deviene de la suerte de éstas: yo mismo no lo creo. Pues alcanzar la capacidad crítica para avanzar, y sobreponerse a la adversidad, no resulta tanto de la fuerza "bruta", como de la voluntad... Voluntad y coraje para encarar, impávido, el frío rostro de la Esfinge. Recordando: que la mejor de tus batallas será, aquella que afrontes desprovisto de toda esperanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario