SOBRE LA PALABRA / jordi maqueda


La escritura (la palabra) nos recuerda Husserl, en El origen de la geometría: no sólo es un medio auxiliar al servicio de las ciencias y eventualmente su objeto, sino que antes de ser su objeto la escritura (la palabra) ya (“es”) la condición de la episteme, es decir: conocimiento en tanto «conocimiento justificado como verdad». Pero (la palabra) (es) –y (es) como proyección del lenguaje: de la conciencia), y por tanto (es) también posibilidad (como potencia de voluntad (de la conciencia) de ser (hacia → (como verdad y realidad).  luego la palabra (es) Aquello (por la que nos podemos proyectar (a otros) y reconocernos (de otros), como verdad que somos reconociéndonos los unos a los otros, pero igualmente (reconociéndonos  a nosotros mismos, de nuestras propias palabras, en ellas (en las palabras) como proyección de la propia conciencia ( participada del lenguaje –como una conciencia que se proyecta-  que puede reconocer, y por la que puede igualmente proyectarse (otro) por sus propias palabra (proyectándose (él)  como verdad (que es→ (eso) que nuestras propias palabras significan de nosotros (en lo dicho, pero igualmente → en lo no dicho), y en las que otros, se pueden reflejar y reconocernos (de ellas).

Pero la palabra, si hemos entendido lo de arriba, conlleva peligros, de los que muchos son dramáticamente inconscientes. Heidegger lo reconoce así, y también avisa, basado en la consideración de que a través de ella, de la palabra, es fácil caer en el error y la desilusión, como producto de algo que (es) conciencia (de alguien que la proyecta), y por tanto (de alguien concreto, que podemos reconocer por la palabra al significarse de ella, y hacerse consciente (a otra persona concreta) de su propia conciencia proyectada de sus palabras (hacia→ ser en (esa) otra persona). Pues, cada día (observamos como la palabra es esgrimida representando ideas (representaciones mentales / artificios), que al verse probados con la realidad, pueden, no encontrar correspondencia (no ser entendidos y confundirnos): al reconocer de ahí (de la palabra→ la conciencia que la proyecta y que podemos reconocer), pero igualmente una sombra de la que entendemos (ahí-algo que no reconocemos de lo proyectado), y en lo que no nos podemos reflejar,  pues habla de Nada: refiere nada (concreto) en tanto «conocimiento justificado como verdad» de Nada.

De tal modo, el hombre que lee, puede quedar sumido en una irrealidad como sucede tan a menudo con muchos autores: representantes de lo absurdo, que confunden lo esencial (real) con lo no esencial (ficticio), difuminando así el genuino decir (a lo que la palabra debería servir /proyectar una verdad), poniendo en peligro su función esencial. Un peligro además, que va más allá, pues afecta no solo a los que escriben y difunden esa palabra o pensamiento (ficticio) e inservible (de cara a la realidad), sino a sus interlocutores o lectores (que se sumen en dicha irrealidad→ en un camino ajeno del pensamiento de (otra) persona). Esto parece dramático; y lo es. Pues desde pequeños estamos influenciados, por lecturas (palabras proyectadas de otros / influenciados por la conciencia de otros), encontrado (hoy) las estanterías repletas y rebosantes de lecturas inútiles cuando no absurdas, que no aportan nada más que confusión, confundiendo a algunos por más de 2500 años, con nada que decir al que lee (y vive en el mundo real / bajo el sol y las estrellas. Coincidirán conmigo que "Estos son malos tiempos. Los hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo el mundo escribe libros" — Marco Tulio Cicerón. La gente escribe, y mucho: no paran de escribir (sobre todo de las cosas que no son (ni conocen), pero en las que piensan (como ideas /proposiciones abstractas y sin sentido en la realidad), no aportadas de la propia experiencia; y (todos conocemos a alguien que toma la propia imaginación como propia experiencia y realidad), luego cualquiera puede escribir (de cualquier cosa), lo difícil es, que lo escrito (aunque mal escrito) tenga algún sentido (sentido de alguna cosa: al menos de una cosa), más allá (de aquello absurdo) a lo que pretende dar un sentido del significado→ (y significándose) de sus propias palabras.

( § ) Los textos escritos de filosofía, entendidos como «conocimiento justificado como verdad» pensamos, que pueden ayudarnos a comprender mejor el mundo (entender la verdad del mundo, de las personas y la vida), y por ello, igualmente pensamos que la filosofía (entendida como verdad / justificado por la palabra escrita) pueden ayudarnos a tomar, correctamente, nuestras propias decisiones. Sin embargo, la filosofía (tal y como la entendemos hoy en día: tal y como la expresamos al escribir—como pensamiento (razonamiento), desarrollado a través de formularnos una pregunta (la quaestio)—, en contra de los que muchos pueden creer, no va a ayudar al individuo, aunque (él) (el individuo) pueda apoyarse en aquella, en tanto, el tiempo le proporcione algún entendimiento de lo que ocurre (con la filosofía), a través (de recorrer objetivamente la dilatada historia del pensamiento recogido de aquellos textos filosóficos (de palabra de los propios autores), y mediante el juicio, establecido este de la propia experiencia de sí mismo: frente a la realidad, a lo largo de su vida en el medio  en el que se desenvuelve: el mundo. No demasiado apta, esta empresa para jóvenes inexpertos: cuando está claro que pueden ser y son manipulados por las instituciones, precisándose de un bagaje y experiencia “conocimiento de verdad” en la vida real; es decir: precisando de una renuncia (de lo que se→ (es),→ (moviéndose hacia→) para poder (ser→) reconociendo y reconocido por la realidad.

La filosofía (a mi entender) no ha buscado: antes / ni busca (ahora) sólo conocimiento, es decir: no busca un saber (concreto), sino que directamente: La Filosofía deriva en la Razón, que es su razón de ser. Y (de su propia deriva) si encuentra (algo) en la arena de la playa: un conocimiento (que le sea práctico), lo más probable es que  pretenda (de aquello) un establecimiento de ideas y doctrinas (proyectando un edificio /o escuela) cuyas propuestas no van a servir al individuo, sino que (generalmente) servirán a dicha escuela, y a quienes cualesquiera sirva esa filosofía (o escuela) [“pues en función del momento o país donde se produzca habrá de servir como ‘superestructura’ a la política del régimen o sistema de turno (como catalizador, de un modo de pensar y hacer común, determinado de unos intereses), no así, servirá al individuo (que deja de ser un individuo) pasando a convertirse en otro componente de dicha superestructura, uno más: como albañil, soldado, medico, etc. De tal modo Aristóteles secundaba y participaba, aunque no coincidía en exceso, con la política de Alejandro; la escolástica igualmente sirvió al feudalismo: a reyes e imperios; y la escuela de Kant (Kantismo) a Bismark (Gustavo Bueno, conferencias, Heidegger)].

En resumen, cada universidad (y filosofía de turno), desde el momento en que se funda bajo la tutela del estado (como parte de este), ha promovido y desarrollado (de sus escuelas) un pensamiento acorde con ‘el propio régimen’ que las fundó, o en su defecto, con aquel que (ahora) las mantiene. Así, (aquellos que están a sueldo en las universidades) deben producir para esas universidades (y al estado las mantiene o subvenciona) las cuales son propietarias, sino de sus pensamientos (de sus escritos), y educar (a la vez) a otros en las doctrinas pertinentes (que potencien la superestructura o paradigma existente) ganándose así el sueldo. Luego y hasta que no abandonan éstas universidades del estado (o bien renunciando a estar a sueldo / renunciando a lo que son, para (poder ser→ en su propio camino) no serán soberanos en sus ideas, ni en ellos mismos (siempre determinados a no-poder-ser (hacia→). “solo un Hércules puede contra los monstruos morales e intelectuales de este mundo” — (decía más o menos Schopenhauer),

Por tanto, pocos de todos aquellos libros y escritos de filosofía, nos ayudarán (como individuos a movernos) (hacia→ ser (soberanos→ ser, en camino- en nuestro camino) / cuando de partida, comprobamos que el propio pensador o filosofo no es soberano en el suyo, ni en sus ideas (estando determinado), y debiendo seguir (aquellos a sueldo) una línea determinada (preestablecida del propio paradigma) y seguidas de otros antes que él, y de otros antes que aquellos: obedeciendo, siempre a alguien que está por encima, pues no olviden: creerse libre, no es solo es engañarse a uno mismo, sino que es el  mayor de los engaños. Si bien “la filosofía” en sí misma (como objeto de estudio /y observada con perspectiva) sí nos podrá ayudar a conocer (de sí misma) la historia del pensamiento (como ser) (y a cada pensador, relacionado —conscientemente por la palabra, como consciencia, con los otros—como un solo → ser); y con ello, intentar comprender, de alguna manera, éste pensamiento, que es (Él), (ser), y consciencia (pensamiento del ser humano / como especie agrupada en segmentos: grupos o estados, diferentes entre sí, y heterogéneos en sí mismos) a lo largo del tiempo.

En definitiva, nos habremos hecho una idea de cómo funcionan y se establecen, a partir de ellos las sociedades; y de cómo nos vamos haciendo (como especie) /moviéndonos-cambiando: cayendo y levantándonos de nuevo. Y lo haremos, pero no desde la (interpretación de las instituciones o de otros) sino desde aquel lugar (la palabra) proyectada del que la escribió (hacia quien lo pudiese reconocer (ser- y conciencia) de estas), que luego derivo en “instrumento” de . Luego, y una vez comencemos a recorrer esta parte (de la historia, a partir de la historia del pensamiento escrito, (conciencia / de otra manera) podremos empezar a abordar no a la filosofía, sino a los filósofos, es decir: abordaremos a las “propias personas” que los escribieron (desde ese otro ángulo y perspectiva: reconociendo de aquella (filosofía) igualmente un instrumento por la que poder reconocemos (una persona que se dirigen a otra persona) de sus propias palabras  reconociéndolo como aquel / que es: de otra manera (él) / y en el que podemos reflejarnos reconociéndolos de sus propias palabras (hacia→) (a aquellos otros –nosotros-  a partir de sus propias experiencias y saberes, en la misma realidad y mundo / que reconocemos proyectada  (de un momento dado / en un plano / de una forma que podemos reconocer –ahí (a aquella otra persona, que se proyectó (de su propias palabras a los demás (a quienes pudieran reconocerlo (de otra manera) como igual: una persona (consciente) que se proyectan hacia otra persona (consciente) (por la palabra).

La filosofía jamás fue cosa de intelectuales, no crean eso. Ni la palabra fue- ahí / (es) → (para ser objeto de estos: de intelectuales). Quizá, es cierto que se pretenda (por la palabra escrita) una filosofía analítica y académica; pero, partiendo de aquellos primeros filósofos (todos poetas), al decirse filósofos (aquellos sofistas más místicos e intuitivos que razonables) se reconocían, así mismos aficionados (dados a nuevas experiencias); luego todos somos aficionados al escribirlo proyectado de la propia razón —a partir de una abstracción (una idea subjetiva) hacia nadie concreto (ahora entendida

 Necesariamente, hacia alguien concreto→ reconociendo de ella (de una idea) ajena, que no era nuestra, una respuesta hacia→ algo concreto (que no entendemos). Hallando de todo ello una verdad, donde cada cual encuentra su propia verdad (y para sí) → (recomponiéndose a cada paso (hacia→) y enfrentando siempre el tornado de la realidad. Buscando (y herrando: hayamos, cada uno nuestra realidad, y en ella (una verdad) la nuestra: no la verdad que proponen e imponen otros, por medio de cualquier dialéctica: en instituciones, o escuelas; sino la verdad que nosotros (por nosotros mismos y para nosotros) vamos a descubrir (de la propia experiencia de la vida, en relación directa, con otras personas y con todo (lo otro que es ahí) de nuestro horizonte dado.

Pues en el mundo “real” las cosas no se muestran y afectan por igual a dos personas distintas, que encontrarán resultados diversos a una misma experiencia compartida. Por tanto (de los textos escritos / hallaremos palabras (proyectadas → de alguien concreto, que lo proyectan a él: él (es) (la palabra), por la que se nos revela/de otra forma (aquello que la proyecta→ (la razón) (de “el mismo”, y proyectado (él) de esa forma (→ por la palabra) (como la propia conciencia: a través del lenguaje  proyectada); pudiendo hallarlo a (él) su autor (del propio texto  proyectado de él y descubriendo )ahí→ caminos (recorridos de (él) es decir: por otros / otras personas como nosotros/ y aprendiendo de ellos: quizá tanto o más que de lo que escribieron, por lo que callaron y oculto del propio del texto. Luego (en mi caso concreto) no me importará en qué medida o hasta que punto pueda sentirme identificado de las necesidades de otros, establecidas por la sociedad o, en qué medida en ellas encuentre satisfacción: sigo (moviéndome ) ( hacia→) lo que puedo reconocer y en lo que me puedo reflejar (hacia→) ser / aquel  (uno) entre otros, todos individuos (diversos) pero capaz de ser consciente de los otros, de los demás individuos desde su (horizonte) y de este: reconocer sus aciertos, pero también sus errores / no precisando, de luego de aquel camino que reconozco (errado) volverlo a recorrer ( al revés).

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