EN EL PÁRAMO FLORECE UNA PEQUEÑA FLOR / jordi maqueda

Creemos que existe la soledad, y la buscamos (aislarnos). “Para estar en soledad, un hombre necesita apartarse tanto de la sociedad como de su propio cuarto. Yo no estoy a solas cuando leo y escribo, aunque nadie esté conmigo. Si el hombre ha de estar solo, que mire las estrellasafirmaba Emerson. Yo miro, pero al mirar, aunque mire a las estrellas siempre miro alguna (que habrá de ser una en concreto), y después, si cabe, miraremos a otra; luego, no es lo mismo lo que se percibe, cuando observamos a Arturo o Sirio, que cuando miramos directamente al sol (nuestra propia estrella). A decir de Emerson: los cuerpos celestes, brindan al hombre la presencia perpetua de lo sublime… bien (no sé cómo suena en inglés los cuerpos celestes, brindan al hombre la presencia perpetua de lo sublime… pero en Español (castellano) suena ridículo, luego lo que está muy claro es que Emerson no conocía España, no vio la luz de este país, ni por supuesto sintió jamás (en la piel) el Sol de España: “¡Ay! ¡Quién pudiera ser luz del día y al rayar la amanecida sobre España renacer!”

Pero y siguiendo con Emerson, para estar solo, un hombre no solo necesita apartarse de la sociedad tanto como de su propio cuarto, sino que necesita no-ser (no estar) pues incluso muerto está ahí (de esa otra manera en la tierra), en algún lugar concreto (del mundo) con todo lo que hay  a su alrededor (con todo lo que es, con todo lo que fue, y volverá a ser) solo hay que prestar oído y escuchar eso que suena hoy en todo lugar. ¡Ay, Señor! ¡¿Quién serás tú?! Dorada y reina en el interior, ¡roja y olé! por el norte y el sur.

La palabra (el pensamiento) derivado de una lengua común, de un idioma común nos determina, y determina nuestro carácter, y de este nuestras costumbres y de las costumbres la claridad con la que nos expresamos en nuestras relaciones, entre nosotros y con los otros: con todos los demás (incluso por la palabra escrita). La palabra (como aquello que es (pensamiento) / y entidad (conciencia) proyectada hacia los demás que nos define: a todos, como uno solo: una sola entidad “viva”/ o ser) agrupados por el pensamiento en una sola conciencia (común): un pueblo y una tierra roja / rica en hierro, sangre de nuestros ancestros, que nos reconoce: hijos de ella, que no olvida ni el dolor, ni las ofensas cuando, además, contaminan nuestro suelo, nuestra tierra (a nuestra dama y señora de Hierro)Y al cumplir su voluntad, en un jardín de España nací como la flor en el rosal. Tierra gloriosa de mi querer, tierra bendita de perfume y pasión: España, en toda flor a tus pies suspira un corazón”. 

La Dama de Elche (Iberos) de origen indo-escita.

Y ciertamente ya os avisaron. (Perón os aviso) y nada de lo que construisteis ha perdurado. Oídlo mientras tenéis todavía tiempo. Oídlo una vez más, mientras podáis entender lo que está pasando: todo lo que construisteis sin nosotros ha sido derribado. Tenéis vuestras drogas, Tenéis vuestras Pirámides, vuestro cine basura, vuestros Pentágonos, vuestros súper héroes, vuestras armas ( nosotros, del  sacrificio de los que permanecieron en esta tierra y madre, todo lo demás: también un padre) ya no podéis alcanzarnos. En el páramo florece una pequeña flor: Quiso Dios, con su poder, fundir cuatro rayitos de sol y hacer con ellos una mujer: una madre, Hoy para quien hoy la quiera reconocer. Lo único que podemos revelar nosotros (sus hijos e hijas) de Él,  ya lo habéis podido ver (de la luz, por su alargada sombra).

ACERCA DEL HOMBRE DESESPERADO / jorge maqueda

 


Mazmorras del Palacio Ishak Pasha, Ciudad de Dogubeyazıt, en el Oriente de Anatolia.

  9 Sep 2021, sobre la frontera Iraní. 

Si lo piensan, parece absurdo, estar en un palacio del que se dice que es la última gran obra otomana en pie, y que yo me sumerja directo hacia las Mazmorras, justo después de haber divisado el horizonte más extenso que vi jamás, abarcando la vista de Armenia, Irán y Turquía, desde los 5000m de altura, en un solo giro de vuelta. Luego, lo más curioso pensé, es que es quizá esta foto es la que mejor define la realidad observada.

Estamos tan poco habituados a observar (los individuos, por nosotros mismos) los hechos (la realidad) de una manera objetiva, por lo que algunas afirmaciones aquí contenidas podrán sorprender a algunos lectores. Sin embargo, existe, además de una ciencia de las sociedades, igualmente, la posibilidad de una observación individual (subjetiva) de esta, de la que, cuando nos atrevemos a quitarnos el velo (habiendo esquivado aquellos  prejuicios tradicionales) deberíamos poder esperar que consistahaciéndonos ver las cosas de un modo o ángulo (singular) y por tanto distinto al acostumbrado de cómo le aparecen al sencillo ciudadanos de a pie, pero igualmente distinto al de los propios científicos (y de sus estudios sociales). Luego toda observación, debe o tiene por su objeto esclarecer/revelar: hacer descubrimientos, y todo descubrimiento, cuando es tal " descubrimiento", suele desconcertar en mayor o menor grado, tanto al observador, en mi caso, como (en el caso del lector) al que luego se le revela lo observado. 

Así pues, y en lo que respecta a la observación, en este caso de la sociedad, es preciso que el observador, se decida resueltamente a no dejarse intimidar, tampoco por aquellos resultados a los que le lleven sus exploraciones, si fueron conducidas libres de prejuicios: luego, además, nada mejor que la experiencia (en este caso de lo pasado), como aquello que nos afectó de un determinado hecho /suceso,  después de conocido el resultado de su desarrollo, y se revela a  [Posteriorio literalmente: a partir de lo sucedido. En el ámbito de la filosofía, a posteriori, se emplea para referirse al conocimiento inductivo, esto es, al que se adquiere a partir de la experiencia,  y forma de razonamiento en que la verdad de las premisas apoyan la conclusión, ascendiendo de los efectos a sus causas:  El conocimiento puede ser a priori o a posteriori. El primero (a priori) es el que no funda su validez en la experiencia (en este conocimiento a priori reconocemos en Kant); el segundo, a posteriori, es el que se deriva de ella: de la experiencia: y refiero a esta la fuente de mi conocimiento: pues no entiendo otro saber, sino el saber de la experiencia. En general, a posteriori, significa 'con posterioridad a un hecho o una circunstancia determinados, y se opone, radicalmente a (→ a priori). Luego, si buscar la paradoja es propio de un sofista, esquivarla, cuando los hechos la imponen es propio de un espíritu sin coraje ni fe en sí mismo.

EL HOMBRE DESESPERADO 

 



1 El Hombre Desesperado
2 Sobre la Muerte
3 El dolor y la pérdida
4El Sinsentido de la Existencia
5 Pensar la idea del suicidio
6 Libertad de Elección
7 Morir precisa, igualmente, de razones.

Nada más trágico que nuestra realidad: nacer para luego tener que morir. Pues da igual dónde o cuándo y poco importará la manera, todos nos dirigimos ineludiblemente a ella "como el ancla al fondo del mar". A veces incluso anticipándonos, y renunciando así y definitivamente a este ingrato lugar de amarguras y penitencias, absurdo y desprovisto de sentido, donde vida y muerte están ligadas, el dolor centellea todos los días y las personas participan de las más terribles agonías; donde sonámbulos e idólatras adoran aquello que los segundos no conciben y los primeros no imaginan; donde los huérfanos se consuelan en el silencioso recuerdo de la impotencia, de no querer creer pero tener que ver el mundo desmoronarse ante sus propios ojos. Pero lo peor no son las injusticias o violencia que acontece y de la que somos testigos todos los días. Tampoco las guerras, el sufrimiento y la desesperación que estas conllevan: lo peor no lo hemos conocido todavía; Estaría por llegar: "es lo último que llega".

1

Recuerdo cuando me diagnosticaron cáncer, unos me miraban como si mi destino fuese diferente al suyo; otros lo hacían con lástima, sin observar antes lo lastimoso de sus vidas, y ellos nunca fuesen a morir: como si unos pocos años supusieran diferencia, y aquellos que suplican vida eterna, fuesen a obtener otra cosa, más que polvo como recompensa. Como si negar la muerte fuese solución, cuando no hay negación que no contenga en sí, en forma de afirmación, aquello contra lo que se pronuncia. Pero ¿quién quiere la vida eterna? ¿Acaso existe eso? La eternidad es una cosa y muy distinto es abarcarla: y más absurdo pretender conquistarla (Gilgamesh). No elegí nacer y consentí, tampoco elijo morir, pero me siento afortunado, si es el caso de no sobrevivir: la eternidad no es vida para un hombre, y la muerte es la calma, el reposo final al que cualquiera aspira. Pues vivir bien es también morir (un poco todos los días), y fue la muerte la que dio (todavía) mayor sentido a mi vida. Luego mucho he meditado (casi 15 años después del cáncer, voy para 56) pues si en la vida encontramos que todo son preguntas, igualmente, llega el momento cuando se convierte ella misma (la vida) en pregunta: en ese efímero detenerse en el proceso, al manifestarse está revelándose a la razón que la contempla. Allí he imaginando  mi vida: toda, en ese preciso instante (atrapado en el tiempo) y sin saber nada de una muerte; que para conocerla, de cierto, antes hay que vivir estando en ella; pero luego, para poder entenderla no bastará con vivir, ni siquiera sirve el vivir mucho: cuando para poder entender la muerte, tendremos antes que entender la vida (aquella que nos toca vivir) y por qué, en algún momento hay quienes renunciamos a ella.

2

"El pasado se recuerda muchas veces dramático; el presente angustioso y el futuro se intuye incierto", dominado por ese miedo que amenaza con apoderarse del alma". Todos temblamos ante el dolor, el sufrimiento y la pérdida: ineludibles para toda comprensión acerca de la vida del hombre. Diríase, que la vida humana se halla permanentemente en un estado de profunda miseria, pendiente, siempre de dar sentido a aquellos avatares que devienen de la propia vida. En todas las épocas, culturas y religiones, el hombre tuvo que enfrentar esta misma cuestión del dolor, el sufrimiento y el sentido de su existencia. En definitiva, cada persona (como yo mismo) ha tenido que vivir y convivir con propio drama continuo que le supone existir, vivir en este mundo. Pues cada uno de nosotros parece nacer a una vida (en un solo sentido y hacia un determinado destino); pero si ese es nuestro sino, también es cierto que otra cosa es nuestra propia condición, dentro de la propia vida y condición "la humana / esta reflejo de la propia naturaleza que habita este hermoso planeta, " esa que empuja a una planta seguir hacia adelante (como españoles) atrapados entre baldosines de la cera y aplastados por el asfalto (llegará a florecer aún con la metralla de toda una vida y existencia hundida en la carne. y si nuestro sino es vivir y vivir con dolor, nuestra condición es "seguir y seguir adelante aún con dolor”. Muchos pensarán, sobre todo en occidente, que estas palabras no van con ellos que más serían apropiadas para señalar a otras personas o pueblos (pero los españoles las reconocemos propias), otros dirán que refieren que a otros tiempos; pero no nos llevemos a engaño, y lo sabemos; al menos todos aquellos que tenemos una cierta edad y perspectiva de la vida: que el ser humano desde que nace se forja y crece con retazos de dolor, y cada dolor es preludio y anuncio de aquello ineludible Pues existen tantas cruces plantadas en este mundo como vidas ha visto nacer, y cada nacimiento no anuncia otra cosa, que (en algún momento) su propia muerte.

(3)

El pueblo español se entrega, al suicidio es la primera frase de «El resentimiento trágico de la vida», la última obra de Miguel de Unamuno. En esa nota estaba reflejada la lucha de un hombre que fue fiel a sí mismo yendo  en contra de unos y otros, y rodeado del ambiente hostil de la propia ciudad a la que tanto amó, con la desesperación de quien ve cómo se va quedando solo mientras se tambalea su mundo, su propia vida y hasta sus creencias» - (Miguel Unamuno de sus apuntes). Pero en algún lugar leí que un hombre (y del mismo modo una nación)  primero debe morir (y España allí se aniquiló a sí misma), para luego lentamente (y de aquellas sombras y troncos quemados que quedarían) volver a renacer. Renacer (se supone) libres de odio y del dominio del rencor (que nos permite al recorrerlo aún hoy (de las secuelas del dolor de nuestras familias compartido) reconocernos entre todos a nosotros mismos aquel mismo odio, y de aquella sangre derramada, habiendo aprendido del aquel duro camino y sacrificio (no por sus propias necesidades o las de sus familias, sino por las ideas ideales políticos que les inculcaron otros/ arrebatándoles su identidad de españoles primero,  y padres de familia (o hijos) después, y que recorrieron aquellos: nuestros abuelos y le mostraron a sus hijos- para que nosotros pudiésemos (por su sacrificio) volver a renacer a una nueva vida y nación: que ayuda a los demás  (manteniendo un ejercicio que no va a guerras políticas) sino como fuerza de interposición para ayudar a mantener la Paz, pues hay dos manera de vivir y ser: haciéndolo solo para nosotros, o a la vez hacerlo también por para los demás, como personas ayudando en nuestras ciudades a quien lo necesita / y como nación: a quien nos lo pida o necesite. 

4

Encontrarán ensayos y libros, tratados al respecto de las razones del sinsentido de la existencia para algunas personas, y que puede resumirse en que la vida no tiene sentido para estas, esa es la principal declaración, y obviedad que encontramos, por parte de quienes afirman experimentar la desgarradora sensación de la apatía por vivir, por medio de una especie de desconexión de todo lo que les envuelve (y derivado después - en algunas de ellas- en una presencia impulsiva en redes sociales). En este punto, encontramos personas, muchas  reflexivas, que profundizan en cuestiones de trascendencia: a partir de aquella la falta de libertad que acusan (y nos revelan) de su propias declaraciones (y donde me reconozco de un tiempo critico, mas no conmigo mismo), donde se trasladó la responsabilidad tanto del aislamiento como de la propia apatía, a las injusticias sociales, luego a las guerras, pero sin  hacer nada por acercarnos (entender - moverse a comprender- y explicarnos de aquellas mismas injusticias: luego no proponiendo, ni saliendo del aislamiento de la habitación) avocándose, por momentos cada vez más a un profundo vacío existencial, el cual engulle cada vez con más fuerza. Vacío éste, al que la sociedad contribuye con sus imperantes mensajes relacionados con valores individuales de satisfacción inmediata (dale al me gusta), y venga otra vez: en lugar de irnos a ayudar a quien sabemos que lo necesita, saliendo del aislamiento y mojándonos los pies (única forma de achicar el ahogamiento (parar la inundación) que nos embarga, e ir más allá de proponer absurdeces (en redes), una tras otra todos los días).

5

Una obra está acabada cuando no puede ser mejorada" - (E.Ciorán). 

Como en el arte, algo parecido ocurre con algunos sistemas e igualmente con los estados, cuando estos se encuentran tan fatigados y corruptos, que ni con todas las grúas y andamios de este mundo se podrían sostener en pie, los pilares de mentiras y sangre sobre los que se sustentan. Así, lo que realmente decide el grado de acabado de un sistema ya no es tanto el arduo trabajo, la fatiga o la sangre que precisa de sostenerlos, como el asco que supone tener que soportarlos y sostenerlos.

La mayoría de las personas no entienden necesario deliberar sobre su existencia, existir ya se concibe como implícito en todo lo que hacemos y no es necesario darle más vueltas (aunque afirmemos estar de agua hasta el cuello). Sin embargo, reflexionar sobre la existencia, es hacerlo sobre la idea de la vida, y por tanto de la muerte: el suicidio (por estrangulamiento social) en este caso nos permite abordar en primer plano la razón de la propia existencia, pues se pone en tela de juicio la importancia de ésta, moviéndonos a madurar en nuestras propias motivaciones, sueños y esperanzas; además, de en todo aquello que nos da seguridad. La enfermedad ayudó a pensar al enfermo; la certeza de la muerte mueve a reflexionar; y el suicidio (en este caso la posibilidad de un suicidio "social" nos obliga a deliberar seriamente sobre el sentido del mundo y la propia existencia. Dedicarse a tal empeño (morir para volver a nacer) implica carácter y atrevimiento pues, tratamos con ello de sacar provecho, donde entenderemos casi con toda seguridad que el suicidio (como forma (literal) de termina con la propia vida) debe permanecer en constante suspenso, como salida última que siempre debemos ver (de aquellos que sucumbieron) a distancia, solo recorriendo de lo que sentimos y expresamos a los demás: aquella forma de la que empezamos a reconocernos (y a la que nos acercamos), pero a la que no debemos entrar jamás. Pero ¿por qué verla a distancia y, sencillamente, no contemplarla como opción?

Lo políticamente correcto en este caso es descartarla definitivamente: y eso sería lo políticamente correcto. Pero personalmente, entiendo que la persona solo puede descartarse de aquello: (formas) que reconoce en el de las primeras causas (luego al observar de estas, las últimas causas (y final), que reconoce en los otros). Se trata más entonces de “una evaluación, a modo de introspección, proponiéndonos primero reconocernos en el lugar que estamos, y a la vez saber que podemos mejorarlo; con una experiencia de vida y proyecto propio”. Pues entiendo, que una vida es auténtica, solo cuando se tiene la posibilidad de elegir (de salirnos del marco propuesto: suicidarse, si, pero socialmente); pues el peso de la existencia sólo puede llevarse cuando somos conscientes de que tenemos la libertad de terminar con nuestra vida, y una vez reconocido esto: que tenemos el valor; igual o mayor para antes (vivir genuinamente nuestra vida, esa que ahora elegimos. Pues, a pesar de las dificultades, las restricciones y prejuicios, cambiar es lo único que no nos puede ser arrebatado; y precisamente esa libertad de cambiar nos procura la fuerza descomunal, que luego triunfa sobre los pesos que nos aplastan; de tal forma que encontremos un sinsentido a poner fin a nuestros días o, por lo menos, a no hacerlo antes de ver hasta dónde podemos llegar. Aunque los suicidas creen en su precocidad, no pocas ocasiones consuman su acto muchas veces antes de estar maduros y siendo muy jóvenes; razón esta que hace de los suicidios (literales) aquello que destruye nuestro verdadero destino, en lugar de coronarlo. 

Buscando entender, puedo entender que un hombre/mujer quiera acabar con su vida: lo puedo entender y aceptar (todos deberíamos) pero, con matices: entendido, como el acto de culminación de un proyecto insatisfactorio de vida, es decir, un proyecto puntual y fallido venido de la razón que luego lo justifica.  El final, si se quiere (razonado) tiene que cultivarse como si fuera un huerto, eligiendo el momento más favorable de su desarrollo. Pero cuidado, aquí entramos en arenas movedizas, pues no me refiero con ello dar a entender a todos, que están en la cumbre y desean que se les recuerde así”. Recuerdo la carta de suicidio de Kurt Cobain, donde podía leerse una cita de una canción de Neil Young: "Es mejor consumirse rápidamente que desaparecer poco a poco". Cierto que Kurt estaba en la cumbre, como artista, pero no así como persona debido a sus problemas (que no soluciono quedando atrapado en ellos), y que le llevaron a hacer lo que hizo. Lo cierto es, que el último y definitivo descenso a los infiernos de K. Cobain no fue sorprendente; y posiblemente, ya se había iniciado unos meses antes de que decidiese llevarse el cañón de una pistola a la barbilla. Sin embargo, precisamente ese carácter desesperanzador de la existencia y el desencanto ante la vida, se presenta no pocas veces a muchas personas ―en algunos casos como una especie de iluminación― como proceso de descubrimiento hacia una vida mejor sin ornamentos: dura, y en la que afloran esos sentimientos de desesperanza que todos hemos sentido en algún momento, ante los cuales tenemos siempre la posibilidad del suicidio. Porque ¿Quién no ha pensado en el suicidio alguna vez? Todos hemos pensado en algún momento en suicidarnos, así sea de forma remota o hipotética, hemos pretendido renegar de la vida deseando la muerte, pensamiento éste y vinculo indisoluble, entre los que eligen el suicidio y los que no. Y, precisamente, es esa posibilidad, aunque la entendamos remota, de reflexionar sobre nuestro propio suicidio ―motivos, recursos, la disposición del lugar― y vernos muertos anticipadamente es la que nos ayuda en gran medida a entender (que el alma nos está diciendo algo), aquello (de la vida) sobre lo que demos meditar) para poder replantearnos esta: nuestra propia vida. De otro lado, negarnos esa posibilidad de sentirnos dueños de nuestra propia existencia o bien, ocultar nuestro pensamiento por miedo a lo que puedan decir los demás, es negar nuestra propia libertad y convertirnos en otro gusano envilecido más, reptante sobre la carroña cósmica que habita esta tierra.

6

Tomar consciencia de que podemos elegir es asumir un grave conflicto (angustia) donde por un lado, nuestros sufrimientos nos reprimen y empujan al abismo y, por otro, nuestros instintos se oponen, obligándonos a vivir aunque estemos sujetos y limitados a nuestro tiesto. A medida que vamos madurando y reflexionando sobre la vida, ya con unos años, descubrimos la vacuidad de la misma, para entonces los instintos ya se han reconvertido hacia la razón que guía ahora nuestros actos, refrenando nuestro crecimiento instintivo (del límite que aceptamos - nosotros mismos impuesto- del tamaño y volumen de nuestro tiesto) y el vuelo de nuestra inspiración (limitado por esa misma razón ). Por ello: despertamos al mundo demasiado tarde. Sin embargo, aun en ese momento tardío tendremos consciencia de nuestra libertad, pudiendo ser ahora dueños de una elección que se hace significativa en tanto más nos retrasamos no poniéndola en práctica, pero que “nos hace soportar los días y, más aún las noches", pues  no nos sentimos pobres ni oprimidos: disponemos de recursos. Y, aunque no los explotásemos nunca, y acabáramos en la expiración tradicional, hemos tenido un tesoro en nuestros desánimos; pues no hay mayor riqueza que disponer de la propia vida, aun cuando la hubiésemos decidido desaprovechar (por algún tiempo). Nunca es tarde para renacer a nuestra propia vida (San Juan 3:4-6), volviendo a empezar (reconstruidos de aquellas (duras experiencia) que hemos sabido superar.

Pero morir (incluso socialmente, o precisamente por ello) precisa, igualmente de razones.  Entendiendo una "salida" de la antigua vida, no como huida, sino más como el producto de una profunda reflexión, y muestra de poder sobre la propia existencia (y contra la voluntad del ente social). Todos escuchamos y leemos en medios hoy sobre la Eutanasia. Pero Llamémoslo por su nombre: suicidios, asistidos o no. Eutanasia proviene del griego y vendría a significar «buena muerte»: Y, me pregunto, quién no tiene derecho a una buena muerte, cuando viendo hacia donde pueden llegar las cosas, quiere no tener humillarse frente a si mismo, y suplicar luego sí, su propia muerte (literal) mientras se desmorona en pedazos. Esa es la verdadera libertad, y en ella cada uno debería descubrir el momento oportuno para abandonarse a si mismo, según le parezca o no, de acuerdo a su situación personal, sea ésta (su vida actual) digna de ser vivida. Pues no tiene sentido prolongar la agonía de determinada forma de vida, cuando no tiene siquiera sentido para nosotros, esperando que la muerte llegue lenta y dolorosamente por sí sola, es mejor adelantarnos siendo autores de nuestro propio destino. Se trata de una iniciativa por la cual rescatamos una vida (la nuestra en aquel acto) que ya no vale la pena ser vivida. Pero no hay que estar enfermo socialmente para ello. La actitud, por ejemplo, que leemos de Sócrates ante la imposición de unas reglas y normas para el inasumibles, es de absoluta confianza y tranquilidad; no siente ningún temor cuando se enfrenta a actos de injusticia: “no haría concesiones a nadie en contra de lo justo por temor a la muerte. Ser en la muerte (como acto voluntario para poder vivir), antes que no poder uno mismo ser en la vida. 

Las injusticias y la discriminación han hecho resurgir la cuestión del suicidio en cada situación de crisis. Mainländer augura que en el futuro la política contribuirá a la renuncia voluntaria a la vidaSe creará un Estado capaz de satisfacer todas las necesidades materiales de los ciudadanos. Con ello, y todos los deseos vitales satisfechos, aumentará el aburrimiento y con ello, el deseo de muerte. Pocas existencias se han mostrado tan coherentes con una idea propia como la del pensador de Offenbach am Main, quien puso fin a sus días tras haber descubierto que el devenir del mundo se encamina hacia la nada (no haciendo él tampoco nada por evitarlo), y dirigiéndose hacia el no ser, en virtud de una pura voluntad de morir, frente a la de solucionar sus problemas y con ello poder ayudar a los demás en lo que él ya veía venir. Precisamente en los países de mayor calidad de vida, es donde dicha voluntad de morir  (literalmente) es mayor y en aumento, a la vez que aumenta el distanciamiento entre las personas, y donde basta con mirar a tu alrededor para poder ver el mundo habitado por rutinarios de la desesperación; momias que se aceptan unos a otros, sin más sentido que cumplir una moral y formalidad útil: despertarse, ducharse, desayunar, llevar los niños al cole, ir a trabajar, comprar, consumir, comer, conducir, llegar a su casa, dormir y de nuevo lo mismo un día y otro; hasta que un día (te das un golpe) despiertas y te preguntas si es posible encontrarle un sentido al curso que lleva la propia vida. Luego, las noticias de guerra continuas y los avances de la ciencia no ayudan. Saber si hay vida en Venus o en Marte, si la tierra se encuentra en algún punto de la galaxia o si se ha descubierto un nuevo exoplanetas no responde a búsqueda alguna de sentido. En resumen, parece como si la vida (que hemos aceptado llevar) no se ocupase más que en entretenernos y aplazar el momento en que podríamos librarnos de ella”, o bien  como dice Víctor Hugo: “Estamos todos condenados a muerte, si bien con una especie de aplazamiento incierto”. 

"Es fácil siempre ser lógico. Pero es imposible ser lógico hasta el fin. Los hombres que se matan (los suicidas) siguen así hasta el final la pendiente de su sentimiento. La reflexión sobre el suicidio me proporciona, por lo tanto, la ocasión para plantear el único problema que me interesa: ¿hay alguna lógica hasta la muerte?"(Camus 1966)

VARIACIONES SOBRE LAS NATURALEZAS, DIFERENTES ENTRE SÍ, DE LAS PERSONAS / jordi maqueda

 

La ciencia tiene como único objetivo encontrar una teoría de la naturaleza—afirmaba Emerson— aunque, parece que a costa de ir destruyendo la naturaleza, o al menos esto es lo que se deduce a la vista, de lo observado a lo largo de los últimos dos siglos XIX y XX. Derivada de esta destrucción (científica), se afirman conocimientos sobre algunas cosas, pero apenas una remota idea de entendimiento asoma de lo que es la creación (la vida), se diría que el sentido de la vida (a los científicos), como el sentido del ser (a los filósofos) le es oculto. Estamos, por tanto, tan lejos del camino de la verdad, que incluso los maestros de distintas religiones se traban en disputa y se odian unos a otros, y a los pensadores se los tilda de locos. Pero para el buen discernimiento, la más simple de las realidades es la verdad: ella es su propia evidencia, y lo que la pone a prueba es que explica todos los fenómenos (por la propia experiencia). En la actualidad, muchos fenómenos (de la realidad) se estiman inexplicables; como el amor, la razón, el sexo, la sangre o, como es el caso de dios (que no se explica) porque no se ve, aunque algo se siente. Pero mandamos mensajes a las estrellas, es decir: a los habitantes de esas estrellas (que tampoco se ven, aunque algo se siente)… por encima del amor de dios / su sentido del humor.

Pero siguiendo con ese sentido del humor, hace algunos años escribí sobre la absurdez de los científicos, enviando un mensaje a nadie concreto y dirigido a las estrellas (a ninguna concreta), cuando (en casa) no nos relacionamos con lo otro y concreto de nuestro propio planeta, partiendo nuestra afirmación de la evidencia de no entender siquiera la relación con nuestra propia mente→ luego no entenderla (a ella/a él) (a la mente/conciente) como algo que es. Luego esta inconsciencia, es decir: esta ausencia “consciente” de nuestra relación con los otros (como nosotros, iguales, y con los otros, iguales de otra manera, en un lugar concreto, con individuos concretos), se hace más evidente de aquella mentalidad, llevándonos a aquellos mensajes enviados a las estrellas, donde se envían mensajes (en forma de un disco grabado) a unas estrellas —intuyendo, en algún lugar no concreto unos vecinos inconcretos (pero que habrán de ser concretos y de alguna estrella concreta, para poder recibirlos) — y en este mensaje (o disco) la figura de una pareja: un hombre y mujer sobresaliendo sobre lo demás. Se diría que ambos, Carl Sagan y su mujer, se representan a sí mismos proyectados de aquel disco (en una imagen, en la que nos reconocemos de una parte, pero reconocemos que no nos representa a todos, ni a todo lo demás). Luego, si alguien leyese estas palabras de Sagan, me pregunto qué pensarían: “En la vastedad del espacio y en la inmensidad del tiempo, mi alegría es compartir un planeta y una época con Annie”, supongo que Sagan no tenia papa, mama, ni hijos, ni amigos, ni plantas, ni enfermedades, ni problemas con los jodidos insectos… entendiendo de sus palabras (de su conciencia: la imagen del disco: solo una mujer y un hombre /diseñado por su mujer). Luego Cuando le decían a Sagan que Dios creó todo lo que nos rodea, él contraatacaba con la pregunta: “¿Y quién creó a ese ser que hizo todo el derredor?”  / No reconociéndose del derredor (del propio horizonte, y de todo aquello que reconoce en derredor (él) incluido) / y no reconociéndose: proyectado (como él) de un mensaje a las estrellas, es decir (a los dieses de toda la vida) y del propio mensaje enviado (a las estrellas) la respuesta a sus propios deseos (infantiles) concedidos, luego la respuesta a pregunta “¿Y quién creó a ese ser que hizo todo el derredor?”,  todo eso en derredor, que reconoce: todo eso (que ha propiciado su propia vida y la de todos los que nombra) pero de lo que (los que) luego no se acuerda /  dirigiéndose a personas, en las que yo no me puedo reconocer, soberbias: cuando no reconocen a aquello que (a ellas: el suelo, la tierra y “la voluntad”) que las proyecta.

Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestro hogar. Eso somos nosotros. En él, todos los que amas, todos los que conoces, todos de los que alguna vez escuchaste, cada ser humano que ha existido, vivió su vida. La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de religiones seguras de sí mismas, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, niño esperanzado, inventor y explorador, cada maestro de la moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie, vivió ahí – en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.

La Tierra es un escenario muy pequeño en la vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que en su gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de una esquina del punto sobre los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina. Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios. Nuestras posturas, nuestra importancia imaginaria, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el Universo... es desafiada por este punto de luz pálida.

Nuestro planeta es una solitaria mancha en la gran y envolvente penumbra cósmica. En nuestra oscuridad —en toda esta vastedad—, no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos. La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Asentarnos, aún no. Nos guste o no, por el momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos. Se ha dicho que la astronomía es una formadora de humildad y carácter. Quizás no hay mejor demostración de la soberbia humana que esta imagen distante de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos más amablemente los unos a los otros y de preservar y apreciar el pálido punto azul, el único hogar que hemos conocido.

EL SER /La Necesidad de la pregunta por el ser / jordi maqueda


Estar un poco loco, califica para afrontar retos, que un cuerdo rechazaría.

Parece existir un problema con el ser, es decir: estar relacionado con la palabra (y el entorno de esta), lo que se entiende, o se quiere decir cuando se usa la expresión “ser” no significa comprenderlo ( estar) ¿por qué digo esto? Bien, atengámonos a la realidad y publicaciones al respecto. Lo cierto, es que podríamos afirmar que se refiere la palabra ser, ya antes de experimentarlo, y por tanto alcanzar de algún modo a comprenderlo, y en algunos casos afirmaría que usando esta como muletilla, cuando siquiera se comprende lo que con ella se iba a decir. De ahí la necesidad luego de tener que explicarlo (subjetivamente y a su entender, lo que aquel refiere con el ser), para que otros puedan entender a aquel y lo que con ser, nos quería decir. Pero que luego parece no asentar, en el entendimiento de los demás, quizás, porque ni uno ni los otros lo llegaron a experimentar (conscientemente), y solo hablan de aquello (el ser), como representado, pero, que luego cada uno representa a voluntad y necesidad. De lo que se entiende que no se tenga una respuesta (la respuesta), no a la pregunta acerca de lo que propiamente queremos decir con la palabra “ser”; sino la respuesta a la pregunta, que propiamente habría de responder (de nuestra experiencia y reconocimiento en él) el ser.

Ignoro si es necesario despertar nuevamente aquella comprensión (clásica), para que a partir de esta, podemos volver a elaborar la pregunta por el sentido del “ser”. Pues dicha pregunta, no puede ser respondida sino (sino de la experiencia como experiencia y no como pregunta) por el mismo ser. Pues si hacemos de la vida una pregunta eterna, podríamos pasar la eternidad esperando dichas respuestas, mas si experimentamos la realidad, de la experiencia obtenemos lo que podríamos llamar aquellas respuestas, para los que pasan la vida haciéndose preguntas. Por lo que la cuestión del ser, se ha convertido en aquello que (a la razón le es oculto) pero todo mundo usa y comprende (aunque sin poderlo luego explicar), luego es aplicado, en el sentido que con él, algo → se quiere decir /algo →que si podremos explicar /sin necesidad de explicar el sentido del ser.  De esta manera, lo que mantenía la inquietud al filosofar más clásico (estando oculto), se ha convertido hoy en algo manifiesto tan obvio y claro como la luz proyectada del sol que, sin embargo, y precisamente por la propia luz nos impide ver el sol / aquello que proyecta la luz, y con ello preguntarnos (mas allá de lo obvio) por ejemplo, ¿qué es, realmente el sol?, más allá de lo que “es-para nosotros”, o nos parece que el sol es.

INTRODUCCIÓN

 LA PREGUNTA POR EL SENTIDO DEL SER 

§ 1. La Necesidad de la pregunta por el ser

Variaciones sobre La aparición: La apariencia y el ser.

 

§ 1.1. Necesidad de una repetición explícita de la pregunta por el ser. Esta pregunta había caído en el olvido (nos refería Heidegger 1927) Sin embargo, muchas vueltas se le han dado desde que se publicase Ser y Tiempo y (el ser) sigue sin ser preguntado; esto es: (no preguntarnos nosotros ―subjetivamente― por el ser), sino preguntarle (al ser por el ser) y hacerlo a partir de dirigirnos, primero (y como no puede ser de otro modo) → moviéndonos /proyectándonos (nosotros)/ hacia → las cosas que son (manifiestas y reales, y que se proyectan →hacia nosotros).

§ 2. Entraremos directos y sin rodeos: “Nosotros” llamamos ser aquello que una cosa “es-en sí”. Y Llamamos aparecer aquello que una cosa “es-para nosotros”. Más allá de cualquier especulación lógica está el (ser - real de las cosas).  El (ser - real de las cosas) es lo que hace que las cosas sean (ellas: en sí mismas), es decir: hace que una cosa sea ella misma (esa cosa concreta: la flor de una planta/esa flor concreta frente a nosotros que se proyecta a otros seres) y no (otra cosa/ no es otra flor cualquiera, de otra planta cualquiera) y esto es así: independientemente de cómo lo llamemos (o llamemos a la planta), se nos aparezca, la entendamos nosotros, o entiendan cualquiera otros esa flor y esa planta concreta). Una planta, por tanto, es en sí mismo algo que subsiste y persiste a través de sus apariencias como elemento de existencia, más sustancial y hondo que lo que a simplemente (de la apariencia) se puede ver; pero que está, igualmente, en lo determinado y en su (forma) o figura. La planta es (siempre esa planta) aunque cambie de tamaño y forma, o cambien, se marchiten y se caigan sus flores. Y un hombre es, (ese mismo hombre) aunque cambie de aspecto o de traje. El ser es algo así, que está más allá de (la apariencia-primera que podemos percibir) pero que también está presente en dicha apariencia, del mismo modo que la flor (que se proyecta- de la planta a otros seres) es parte de la misma planta que la proyecta. En ese sentidoel ser” sostiene (proyectada) a la forma de la planta (siendo de este su esencia) → esencia (sombra que no percibimos) que proyecta la forma de la imagen / que percibimos por la vista / de la luz reflejada en esta). Luego (el ser está, incluso cuando este deja de proyectar (de ser: aquella forma concreta) “la apariencia” reconocible (de una flor/ o una planta, por ejemplo) a una consciencia y sus sentidos / nos diría Heráclito).

No entro, por tanto, en el estudio del ser como concepto y nos centramos al ser existente (por ejemplo: en la planta que es) fundamento y elemento de toda relación, tomando como guía el pensamiento y los puntos de vista de los pensadores (primeros) que llevaron su mirada a la esfera del puro ser: los eleáticos. Y así los resultados de la especulación eleática nos servirán de ejemplo y guía para ilustrarnos hacia el que era su propósito: encontrar más allá de la variabilidad y multiplicidad de las apariencias sensibles, algo que sustraído a ese cambiar (de las cosas / en este caso de la planta) y que de la misma variedad existente, permaneciera él mismo en sí, no dependiendo de ninguna otra cosa, solo, exento, privado en absoluto de toda alteridad. Así los eleáticos concibieron el ser según estas tres categorías que al propio tiempo que definen su esencia, fijan y determinan por contraste los caracteres del aparecer o más exactamente de la aparición sensible. Y que son: la movilidad, la unidad y la existencialidad. Examinémoslas en este orden.

Por consideraciones de tradición abordamos el estudio de esta antinomia ser y devenir, contemplando las dos grandes figuras simbólicas de Parménides y Heráclito. El primero representante de la filosofía del ser (Parménides), el segundo de la filosofía del devenir (Heráclito). Parménides afirma la realidad del sercon exclusión de todo cambio, de toda movilidad” y Heráclito que, con energía equivalente acentúa la primordial importancia de la movilidad y del devenir. En la filosofía occidental, Parménides es sin duda el primero en emplear para definir el ser esta fórmula a la vez clara y hermética: "El ser es", "el ser es el ser" que es la fórmula fundamental de la ontología. Y dedujo de ella los caracteres más bien negativos que positivos del ser. El ser es, por consiguiente: “no fue ni será” (entendiendo que abarca toda la existencia, desligado a la relación de ayer y mañana, que constituye el concepto subjetivo del tiempo). El ser es un eterno presente (en todo lo que es/ en todo lo que existe). El ser no cambia, no varía, es el mismo siempre en la inconmutable realidad de su existencia y de su esencia. La negación (decir que el ser no-es sería afirmar la nada) lo que va contra la esencia del ser que es ser. Y en resumen: el ser es uno, el ser es, el no-ser no existe, no es. Quizá habríamos de hacer notar que Parménides afirma que es inmutable/ invariable de su existencia y de su esencia… (Pero debemos entender esto si queremos, a partir de aquí, progresar: el ser es inmutable/ invariable de su existencia y esencia (esencia: es naturaleza)

La ontología de Parménides no sólo implica la absoluta exclusión del no-ser de la esfera de la existencia, sino igualmente la exclusión radical del movimiento, del devenir. Abolidos de la comprensión del ser los modos temporales del pasado y del futuro, el absoluto presente "es" inmutable (entendamos esto relativo: al ser). Luego la propia definición, nos dicen aquello griegos, excluye el cambio y la movilidad. Y así Zenón se esfuerza por probar la naturaleza engañosa, ilusoria del movimiento. En la esfera del ser nada cambia; sólo en la apariencia sensible, materia de la opinión (que es interpretación) se da la variación, y aparece el cambio. / Pero aquí topamos con algo que las categorías eleáticas del ser y del no-ser no comprenden ni, por tanto, definen. Si el devenir (el cambio) es ilusorio, ¿es o no es?

Bien, pues es, sin duda, de algún modo aquello que frente a nosotros cambia y se muestra, y por tanto (es) algo, y es algo además que los sentidos perciben; pero no es (el ser), entienden aquellos griegos puesto que carece de la absoluta inmovilidad / inmutabilidad que es la característica esencial del ser; pero (no-es, no-es-ser / no es un puro no-ser ¿cómo explicamos esto? Bien: solo en la apariencia sensible (que es percepción por la conciencia de los seres conscientes /e individuales, se da la interpretación (que será materia → de opinión de la razón, que le dice a la conciencia lo que tiene que ver), proyectando de este modo el cambio, que aparece de la forma proyectada (todavía no concreta) de la esencia (energía), hacia nosotros (y que percibimos por la luz / la vista) y que nosotros luego interpretamos/y de nuevo proyectamos (en esa forma ya concreta /que luego podemos ver, reconocer y comprender (creando el horizonte de eventos cambiantes, a cada instante, en el que nos desenvolvemos). Heráclito (de su parte) ya proclamaba la realidad del cambio, de la movilidad, del devenir. "No podemos, dice, bañarnos dos veces en el mismo río" (frag. 12). Todo pasa, cambia, se transforma, y esta transformación, este cambio se dan en todas las capas de lo real. La realidad misma es cambio, devenir, no siendo el fuego, en verdad, más que el símbolo de la perenne aparición y desaparición cósmicas, en que lo que desaparece y muere —como en la llama— es el alimento de lo que fulge y nace, de ese algo devorante y destructivo que es al propio tiempo factor y origen de la luz, energía creadora y fecunda. Y de este modo hemos formulado en sus grandes rasgos y bajo los nombres de sus representantes más ilustres, las dos concepciones fundamentales de la ontología: la una que identifica la realidad con la inmóvil plenitud de la pura homogeneidad, la otra que reivindica la realidad profunda del devenir, de la movilidad, del cambio, ¿por cuál optar?

Sobre la base de los comienzos griegos de la interpretación del ser, llegó a constituirse un dogma. Se dice: el concepto del “ser” es el más universal y vacío. Como tal, opone resistencia a todo intento de definición. Jean Wahl en su estudio sobre el Parménides de Platón, y recordando las propias expresiones del filósofo en el Sofista dice que aquél, no quiere abandonar ni el ser-eleático, ni el devenir-heracliteano; quisiera tener los dos a la vez, porque a ello nos inducen no sólo las exigencias de la especulación sino el propio sentimiento de la existencia y de la vida; por tanto: no podemos renunciar ni al ser ni al devenir (no-ser), y tenemos que esforzarnos por penetrar en el misterio de su coexistencia y de su relación, de su profunda y última tensión existencial.

Remitidos a los datos inmediatos de la conciencia (Bergson) extraemos un sentimiento heracliteano de la existencia. La conciencia, la vida interior, es una heterogeneidad pura, un puro cambio, un puro devenir. Cuando prescindiendo de toda inmovilización conceptual tendemos nuestra mirada al mundo exterior, obtenemos igualmente la impresión de que la realidad es cambio incesante, torrente incontenible, renovación inacabable. Y así, acaso, una forma de comprender la relación de recíproca implicación entre el ser y el devenir —como una primera aproximación para captar la esencia del ser— consistiría en concebirla por comparación con una estructura que enlaza en el curso temporal: algo que precede, preside, trasciende al mero fluir la temporalidad (de la apariencia), aunque de esta, de la apariencia, no podemos concebirlo aisladamente con plenitud formal: así el ser de una serie temporal está en cada uno de los miembros de esa serie, en su recíproca implicación y en el todo (en el árbol vivo y en lo que renace sobre sus restos). El ser es la totalidad (y Él esta: en el árbol) y es lo que persiste como la irrompible interioridad del cambio (Él esta /aunque ya no esté “mostrándose” ahora como árbol, está). Y así lo entendía acaso el mismo Heráclito cuando decía que en el mismo río nos bañamos y no nos bañamos, que somos y no somos, como si con estas contradicciones quisiera indicar, una cierta misteriosa ambivalencia de estos términos extremos —que se oponen y se necesitan metafísicamente— el ser y el devenir .Él está / aunque esté en silencio /con vosotros a cada momento, a cada paso, a cada instante, en vosotros.

Hay una descriptiva descripción del ser a la que acaso alude Maurice Blondel (filosofía de la acción) cuando habla de una "ontología concreta" es decir de una ontología en que se toma el ser no en la abstracta formulación tautológica de su esencia, sino en la realidad (su realidad concreta), en la concreción real del modo de ser del ente. La fórmula "el ser es" expresa la especie o variedad lógica; la fórmula "el ser es así" expresa la concreción existencial del ser. En El ser y los seres (1936, M. Blondel). Blondel parte del reconocimiento de una “antinomia/oposición ontológica” entre la certeza espontánea y confusa de una presencia, de un fondo solido, de una subsistencia que funda todo conocimiento, y toda conciencia, sin agotarse en ello, de un lado; y por el otro  un sentimiento sino de ausencia, por lo menos de un misterio que, sin hacernos dudar de la realidad profunda, hace de ella un objeto no de conocimiento definido, sino de búsqueda interminable (L’ Etre, p. 67). Sin embargo, Cuando el gran Efesio, se inclinaba melancólicamente sobre el río de lo real, no sólo percibía la permanencia de la ley, percibía algo más difícil de expresar, pero que estaba más allá del devenir: la profundidad. "No intentes dice en el frag. 45 Llegar a los límites del alma: ella es muy honda". Y esa profundidad ¿qué es?

Hasta dónde está (y llega) el ser, con nosotros, cuando de nosotros, no sabemos en qué momento empezamos nosotros a ser (y ser nosotros), o cuando terminamos nosotros de (ser) y, o dejamos de ser nosotros. En el diálogo platónico el Sofista llega así a su límite y Si se pudiera hablar de su resultado al diríamos que este consiste en la atribución paradójica del ser a todo lo que existe y no existe. El ser es así una presencia que llena toda la esfera de lo concebible y de lo inconcebible. Pero esta extensión lo instaura como lo "siempre dado" e impide considerarlo como un objeto entre otros objetos. entonces el ser ¿qué es?

Esta atribución al ser de un modo de ser, esta cualificación del ser (que se encuentra en todos los grados del ser, incluso en la persona humana) permite concebirlo como algo compatible con el devenir. En efecto el ser, como algo que se despliega en la heterogeneidad del devenir lo trasciende y está en él (está y ha estado en todas las personas y seres de todos los tiempos y en cada una individualmente / y todos y cada uno está y son: hacia una misma finalidad y forma). Es lo que discurre (en movimiento hacia) y lo que discurre, es. Empleando una mejor comparación diremos que el devenir es un torrente, un manantial, un incesante fluir hacia . Pero agregaremos que así como las fuentes brotan de alguna oscura profundidad de la tierra, así el devenir brota de alguna oscura profundidad de la existencia y que así como en cada brillante gota de la fuente luce y se oculta el abismo del origen, así en cada aparición fugaz del devenir, luce y se oculta la oscura profundidad primordial del ser. El ser está ahí (a la vista en lo que vemos, por la apariencia) y más allá (de lo que podemos ver y entender de aquella). De manera que la única satisfacción posible de lo que Blondel llama desiderium naturale e inefficax ad infinitum esta en reconocerse en la unidad trascendente de Dios. [Entramos deslizándonos en la ontoteologia / Martin Heidegger y Wilhelm Weischedel reconocen que la filosofía se constituyó desde antiguo como “ontoteología” (Heidegger) / “filosofía teológica” (Weischedel)  Cfr. Wilhelm Weischedel. Der Gott der Philosophen] El lazo necesario entre hombre y Dios/ser, no supone, con todo, para Blondel una continuidad real entre lo natural y los sobrenatural, sino que significa solo que el progreso de la voluntad y de la acción, obligándonos a reconocer la insuficiencia del orden natural, confiere al hombre la capacidad, no de producirlo o definirlo, sino de reconocerlo y recibirlo.

LA GRAVEDAD COMO VOLUNTAD / jordi maqueda

 

§ 3.2. - Existe una tradición filosófica que se remonta a antes de Platón, y que reflexionaba, Siendo aspecto relevante en los filósofos primeros una cuestión “concreta”: la búsqueda de un substrato inmutable capaz de explicar la realidad: siempre cambiante y efímera, y que habría de llevar luego de cabeza a la filosofía desde aquellos inicios (dentro de la propia cuestión del ser); hablamos de “la apariencia”,  considerando ―la filosofía desde entonces― (la aparienciacomo de una menor entidad (aquello que vemos o percibimos ante nuestros sentidos) frente a aquella realidad existente (oculta a estos/ nuestros sentidos) que habrá de ser, únicamente accesible a nuestra inteligencia (al pensar). Revelándose a la postre (este problema de la apariencia / frente a la auténtica realidad no manifiesta a los sentidos, y solo al pensamiento) con el tiempo, como el primer gran problema que la filosofía (el pensamiento) se plantea. Por lo que parece conveniente dedicar un tiempo a la apariencia, antes de seguir. Si bien, no afirmaré de manera rotunda mostrando: lo que la apariencia es (su finalidad última), pues la apariencia ya es (es-ahí para mostrarse a una mente o consciencia que la observe y hacia la que se proyecte), sea luego (entendida por esa mente (lo que es), o interpretada y explicada por la razón  ( lo que la razón pretenda a la conciencia que sea)  yendo más allá del hecho (experiencia y sensaciones captadas) a partir de aquella parte perceptible de algo, de las cosas (entes/ seres que podemos ver proyectado hacia nosotros) cuando lo miramos.

§ 3.3. La humildad en el saber es importante: lo es para poder saber, y saber que lo que vemos “es”, ya es un gran saber (que poseemos); mas pretender saber de lo proyectado que vemos, luego aquello que lo proyecta que no vemos: imaginando por nosotros que pueda ser, no solo es no-saber / sino que es igualmente no querer tampoco saber ni reconocer (de aquello que podríamos quizá de alguna manera recorrer) otro gran saber: que hay algo no revelado a los sentidos y que no vemos de las formas, y mantiene unidas las formas, en sí.

La apariencia ocupa a la filosofía desde sus inicios, y podría decirse incluso que tal es el primer problema que se plantea y con el que se pone en marcha el pensamiento occidental. Al menos, parece aspecto clave en los primeros filósofos griegos, embarcados en la búsqueda de un sustrato inmutable y eterno capaz de explicar la realidad cambiante y efímera, que podría ser vista así, como mera apariencia, frente a la auténtica realidad constituida por aquel primer principio. Realidad, por tanto, y en el sentido (de la apariencia manifiesta) constituye la parte apreciable a los sentidos, de aquel primer principio (energía) de la que todos estamos constituidos; y, por tanto, responde dicha apariencia, como la parte (o espectro de la energía, alterada en forma de materia visible) dada a los sentidos, y que estos (los sentidos) nos muestran (de aquella materia, a través del reflejo de esta en la luz) proyectada esta materia del sustrato inmutable de energía (primera y existente) que constituye todo el cosmos (desde su principio) y principio, del que parten y se proyectan, luego todas las cosas (materiales) que podemos ver (reflejadas) de la luz que estas nos reflejan, y en la que por la vista nos reflejamos, igualmente (de ese mismo reflejo, de esa misma luz) nosotros en ellas.

En cualquier caso, lo que nadie discutirá (creo yo) es el problema, que solo el hombre (esa oposición por la razón encuentra) a partir de una idea propia y subjetiva, que distingue entre lo aparente (mostrado a sus sentidos) y lo que luego entiendo es verdaderamente real (y que queda oculto a estos) y que constituye la esencia misma del problema del pensamiento luego de Parménides de Elea, al distinguir este entre la vía de la verdad, que nos coloca frente al ser eterno, uno e inmutabley la vía de la opinión, que no nos da sino el mundo sensible del cambio y la multiplicidad / no entendida esta multiplicidad (por parte de Parménides) dentro de la forma (del uno e inmutable). Luego si la primera, (la vía de la verdad) basada en la razón, nos conduce a la verdadera realidad, la segunda, establecida sobre los sentidos, no puede sino mostrarnos una realidad engañosa, es decir, una mera apariencia (que se entiendo como falsa realidad), y que (Parmenides desestima atender y entender) de la multiplicidad y de lo heterogéneo (más que evidente de toda la realidad apreciable) como las partes / y partes necesarias y constituyentes/ que son del uno (inalterable) y que permanece en lo heterogéneo y cambiante, de todas estas partes, en ellas) 

Luego a partir de Parménides, el problema de la apariencia ha sido siempre remitido al problema de la realidad, y seguramente no es exagerado afirmar que la forma en que se han entendido las relaciones entre ambas (apariencia y realidad) han sido básicamente dos: por un lado, que la apariencia oculta la verdadera realidad; y por otro, que la apariencia es la realidad misma, su manifestación. La primera de ellas suele ser dominante en las filosofías de corte racionalista, y en la antigüedad su más claro exponente es, sin duda alguna, Platón, para quien el mundo sensible, es decir, éste que nos muestran los sentidos, no es más que un reflejo del mundo y, por tanto, una mera apariencia de lo que constituye la verdadera realidad. Mas esto significa, al mismo tiempo, que todo lo que podamos decir de este mundo no alcanza el rango de verdadero conocimiento, sino que se queda en mera opinión, ya sean simples conjeturas (eikasía), puesto que no son más que una copia imperfecta de las Ideas. Con todo, en el pensamiento platónico no se da un desprecio absoluto de la apariencia… luego en nuestro caso: deberemos superar de la cosa su apariencia: trascendiendo de esta de su forma obvia a los sentidos (la apariencia), hacia la forma que la proyecta y de esta a aquella que a ambas las contenga).

El empirismo estoico (y quizá también epicúreo) considera como criterio de verdad la representación aparente, es decir, aquélla a la que debemos otorgar nuestra aprobación por resultar indudable (pues es la que se nos muestra a los sentidos), los estoicos parece que están admitiendo, no sólo la existencia del objeto de la representación (manifiesto a nuestros sentidos) sino, además, que éste es tal y como se nos muestra (independientemente de que pueda ser algo mas / que no entendamos a reconocer). Y esto puede interpretarse una: como la afirmación de que no existe realidad alguna detrás de lo que aparece, o, que la apariencia es precisamente la realidad misma/ y la otra: que la realidad nos es dada a ser percibida de la representación (la apariencia) manifiesta a nuestros sentidos, por alguna buena razón. Luego, en ese sentido, y que sea la apariencia real no impide esa otra realidad diferente (como la percibida de una mosca) o una realidad mayor / en tanto que pueda esta misma realidad ser percibida de un mayor rango y espectro a los sentidos. Con la apariencia, por tanto, se quedan los escépticos, y no porque como los estoicos la consideren verdadera, sino porque ninguna otra cosa más podemos conocer.

Cabría pensar entonces, que los escépticos mantienen esa contraposición entre apariencia y realidad, y que, como Parménides y Platón, creen que la apariencia oculta a la realidad, es decir, que existe una realidad (verdadera) detrás de lo que aparece, aunque, a diferencia de Parménides y Platón, piensan que no puede ser por nosotros advertida/ no nos refieren que la realidad nuestra sea falsa, sino refieren una realidad mayor / pero que no podemos alcanzar / de tal modo que tenemos que (de entrada) vivir en y para la apariencia, haciendo de ella no sólo criterio del conocimiento, sino también de la acción, pudiendo afirmar entonces que nos guiamos de la representación mental (representación mental: pero que yo veo fuera de mi: proyectada y representada para mi, de la información primera que percibo). Consistiendo, en efecto, en una impresión, representación involuntaria (interpretada instantáneamente de la realidad por la conciencia, en tanto que me es necesaria y yo la pueda reconocer, ante la necesidad para subsistir y de tener que moverme y evolucionar en esa realidad), luego y en estas condiciones nadie seguramente disputará sobre si el objeto que se percibe es en tal o cual forma (siendo esto irrelevante a nuestras exigencias vitales de supervivencia (a los fenómenos sobrevivimos); cuando ahora , si, y por alguna razón más allá de la necesidad aparente nos preguntamos, si el objeto observado es tal como se percibe: lo que vemos, y solo aquello que vemos (a partir aquella forma subjetiva y proyectada de la realidad a la mente, y que esta interpreta y devuelve proyectada de manera práctica reflejada del objeto de nuevo a la conciencia: que es memoria y sentido: y capacidad de juico).

No puedo, y hablo por mí, negar una realidad mayor y más amplia, cuando de mis experiencias he percibido reflejos que me hablan de esta. Protágoras: tampoco negaba que exista una realidad oculta por las apariencias (y que debería entenderse esta realidad oculta quizá y mejor: como una realidad mayor implícita de las misma formas que observamos y percibimos: mas allá de la apariencia estas), sin que nos sea dado conocerla (pues no se nos revela a nosotros). En consecuencia (y si lo entendemos holísticamente / dadas tantas realidades varias como seres variados: pulpos, moscas o personas puedan interpretarla) esto no es ninguna catástrofe, y será bueno (para ellos y practico) lo que a la mosca, al pulpo o al hombre le parece que es, pues incluso más allá de cumplir con nuestras necesidades vitales de subsistencia como seres que deben prolongarse en un medio,  esta esa otra necesidad (o llamada) tan propia de los seres humanos: y de es a partir de esa luz proyectada (y reflejada de la forma / cosa frente a nosotros y que percibimos de su apariencia a los sentidos) la que primero debemos atender, para poder captar de sus bordes “la sombra”: sombra que “es la misma luz presente en el medio” pero que no vemos, sino en la forma que (la propia luz) a través del reflejo de esta (la luz) en la cosa, luego se nos proyecta a la conciencia. 

En el pensamiento cristiano, aun cuando quepa sospechar que la auténtica realidad es Dios, la apariencia no queda sin más descalificada, sino al contrario, y profundizando en la valoración positiva de la misma que podemos vislumbrar ya en Platón, pero sobre todo en el neoplatonismo, el mundo será visto ya como imago Dei (en el ejemplarismo agustiniano), ya como teofanía o manifestación de Dios (Scoto Eriúgena). Pero eso no equivale a afirmar que la apariencia, en sí misma, sea la propia realidad. Tampoco en la época moderna, desde Hobbes, cuando reconociendo la subjetividad y relatividad de la apariencia, se nos dice que, con todo, que no podemos ir más allá de ella, siendo entonces los racionalistas, quienes considerarán factible un conocimiento de la realidad (interpretando y no leyendo: de lo escrito por delante en el rollo), una vez superados los errores y la subjetividad inherente a la sensación. En este sentido Kant distinguirá entre la apariencia meramente ilusoria y la apariencia real –si es que esto puede ser y complicarse todavía más. Luego de la pretensión de alcanzar el saber absoluto por parte de Kant, esto conduce a Hegel a considerar (a Kant) un escéptico y empirista. Luego dirá: «La esencia no se distingue del ser y no es la esencia sino porque aparece y esta determinación desarrollada es lo que constituye el fenómeno. Por consiguiente, la esencia no está ni antes ni después del fenómeno, pero en cuanto es la esencia que existe, la existencia es fenómeno» [Lógica, II, B, CXXXI].

Algo parecido (entendemos) de la afirmación de Sartre, en la Introducción a El ser y la nada «La apariencia no oculta la esencia, sino que la revela: es la esencia.». Al entender que es en el fenómeno donde se nos muestra la esencia, entendemos así la apariencia hegeliana es enteramente objetiva, y no dependiente, por tanto, de la subjetividad: se trata –eso dice Hegel— de cómo, de hecho, se manifiesta la esencia misma a partir de lo que nos muestra de ella (la apariencia). La cuestión entonces es (entendemos que subjetivamente) ¿cuánto nos muestra la apariencia de la esencia?, así, respecto al asunto del que estamos tratando, decir que no acabo de ver dónde está el problema (del problema mismo de estar limitados por los sentidos). Acaso el problema acontece desde creemos saber que el mundo que percibimos es, en gran medida, una construcción nuestra y subjetiva (discrepo: el mundo percibido es una construcción objetiva (de la realidad que se muestra a quien la observa) dicha realidad se muestra solo y es perceptible a quien puede percibirla: una mente que luego la proyecta (a la propia consciencia por el propio reflejo / de la luz / en una forma que la consciencia pueda reconocer), por tanto, una mente y conciencia que está adaptada al medio en que se desarrollo y se desenvuelve, y que lee (dicha mente) dicho medio en el que se mueve  / esto es: la mente no interpreta el medio: sencillamente lo lee instantáneamente, para con ello poder luego, el sujeto, proceder y satisfacer sus necesidades  propias, estas directas a sus capacidades (del sujeto) y sobrevivir en el medio …. Esto es: no debemos (y de hecho no podemos subjetivamente) interpretar conscientemente la realidad. Luego «Interpretamos mal el mundo y, luego decimos que nos engaña», (Tagore), pues nuestra mente ya ha trabajado en ello de manera inmediata e inconsciente, proporcionándonos el conjunto de imágenes (por la visión) y otros estímulos y sentidos que nos son necesarios, pues son los que precisamente necesitamos para sobrevivir en el medio (en el que vivimos). Si bien y esto ha quedado demostrado de las sociedades, no podemos interpretar el medio pero si podemos transformarlo hacia nuestros intereses y (y acomodarlos a nuestras limitaciones), como bien se demuestra de observar las sociedades modernas. 

Luego y desde que sabemos, al menos yo así lo entiendo, y entiendo: que el espacio “es” no un espacio vacío entre los cuerpos, sino energía / (luz) que no vemos y no entendemos entre los cuerpos que si vemos y entendemos, y que por tanto el tiempo podría ser algo (subjetivo) al no existir un espacio (vacío que recorrer) entre los cuerpos conectados. Pensar que las cosas que se nos aparecen son lo que en realidad (de su apariencia) sin más entendemos, o dicho de otro modo, que la apariencia constituye la auténtica realidad de lo observado, no será del todo ingenuo, si de ello entendemos de la apariencia una parte de aquella realidad (que nosotros de nuestra necesidades y sentidos primarios podemos percibir para sobrevivir en el medio / dentro de un medio que del todo no vemos ni comprendemos). Siendo la apariencia expuesta de los cuerpos / entes / seres, lo relevante y primero a entender, partiendo de esta cuando luego y más allá de pretender solo sobrevivir en el medio, pretendemos conocer (aquello mismo) que es el medio, en que todos los cuerpos entes y seres se desenvuelven, esto es:  el espacio entre estos (y que es la luz, en aquel otro estado que nosotros no vemos) pero que a su vez conecta dentro de una forma todo lo que vemos, lo que no vemos y aquello que tampoco todavía entendemos).

Entonces: en este caso las extrapolaciones como las que señala Aristóteles (por ejemplo: que no tendríamos forma de diferenciar el parecer del experto del de el ignorante, sino principalmente porque lo que a nosotros se nos muestra) sobran, solo siendo, eso, una forma de nosotros poder entender algo no manifiesto de lo manifiesto a partir del sujeto, luego hacia lo verdadero pertinente: la forma. Por tanto decir que aquella forma es más real o que esa es “la forma real” de una cosa, es absurdo. Si nuestros umbrales de sensibilidad fueran otros distintos, y de mayor rango de lo que son ahora, veríamos una forma de la cosa diferente a la que ahora vemos, oiríamos otros sonidos y captaríamos más olores. Pero aquello no sería menos erróneo (en tanto a incompleto / esto relativo a los sentidos que nos proporcionan la información) de lo visto y captado actualmente de nuestros sentidos. Luego resultando, por la misma razón (a la razón subjetiva que interpreta), aquello que se nos aparece como engañoso o falso, pues ciertamente: la realidad que a nosotros ahora se nos muestra (de nuestros sentidos) no es menos real que aquélla que provocara ese otro aparecer (de tener más agudos los sentidos) entendiendo sólo una forma posible de manifestarse la realidad: a través de mecanismos de necesidad (y que no dependen del individuo o la especie; sino de las necesidades de la vida, como ecosistema sustentado y del planeta: en el medio (el espacio) sujeto a la esfera dependiente del sol.

§ 3.4. La metafísica occidental ha distinguido desde su comienzo, entre un mundo esencial y verdadero, y un mundo apariencial que velaba-descubría al primero. En este sentido (la luz reflejada de las formas de las cosa materiales en estas, nos permite ver estas, pero no vemos la luz / pues la luz es información, y no puede verse sino (leyendo la información de esta) cuando es reflejada de algo hacia una conciencia que lee dicha información. Los pensadores griegos buscaron más allá de las apariencias, un mundo esencial que sirviera de fundamento a aquéllas. Algo inmóvil (pero que no veían) que explicase el movimiento, algo sin origen en las cosas, pero que origine las cosas; algo permanente que sustente lo caduco y efímero. Este algo fue llamado de diferentes formas a lo largo de la historia: nosotros lo llamamos luz, pero seguimos en la sombras (sin entender, qué es la luz / más allá de la luz que decimos que vemos / pero en realidad no vemos / sino la información que transporta a la mente (consciente) que lee, y nos muestra luego parte del mundo que no vemos.

La palabra «Metafísica» está pensada a partir de la condición del ente, entendida en cuanto a lo todavía oculto: el ser, y que se limita explicar de la imagen que perciben los sentidos, de la forma (apariencia) de esta imagen percibida, que denota una idea, del ser que la proyecta / hacia los sentidos de otro ser. Pero esto no excluye el hecho de que ni ahora, ni antes, la Metafísica (por el acto de razonar) pueda llegar a ningún dominio jamás en el seno de ente real alguno, al buscar entender (por el acto de razonar / mas allá del acto de observar) del ente una imagen: la forma proyectada (la apariencia) como parte igualmente del ser (de aquello que la proyecta), a partir de una sombra, que ahora reconocemos (en la luz) que está pero no vemos, sino reflejada de los entes, hacia otros entes / poniéndolos en contacto entre si. Lo que nos lleva a que aquello proyectado (la imagen / la apariencia) lo es desde el lado borde de la forma de la imagen/ por lo tanto desde el límite / o frontera entre lado de la imagen y lado de la sombra (sombra que es la luz que no vemos, sino cuando nos proyecta la forma), y que nos invita → a movernos →en un acto de ser, recorriendo/caminando (Reconociendo/Habitando) ese lado de la sombra (desde borde o perímetro de la forma ( de la imagen) que la determina / y habrá de ser de ese mismo lado la forma de la sombra, que entendemos del lado de la imagen proyectada, lo que nos permite pensar en la existencia de una forma ahí (de la luz que no vemos pero entendemos es-ahí). De este modo la Metafísica, es superada, por la experiencia del ser →en acto de ser (en la medida que se es  →en acto de ser (hacia) → moviéndose al límite/borde, o frontera del ente / imagen) y que nos permite una distinción clara entre el ser que proyecta el ente (como parte del ser), y entendiendo que la manifestación del ente, y sólo del ente tomado este como objeto (definido) de estudio, pierde la exclusividad que ha tenido hasta ahora en su pretensión de ser módulo y medida al pensamiento y las ciencias. El ocaso de la verdad del ente quiere decir: la verdad del ser, mostrándose del ente, en su sombra, la forma total del ser. De ahí, que cualquier cálculo, pretensión de verdad, que no tome en cuenta la sombra (ser) del antes objeto no será verdad en la propiedad, ni de un cálculo lo exacto.