jordi Maqueda /
"El pasado se recuerda muchas veces dramático; el presente angustioso; y el futuro se intuye incierto", dominado por ese miedo que amenaza con apoderarse del alma". Todos temblamos ante el dolor, el sufrimiento y la pérdida: ineludibles para toda comprensión acerca de la vida del hombre. Diríase, que la vida humana se halla permanentemente en un estado de profunda miseria, pendiente, siempre de dar sentido a aquellos avatares que devienen de la propia vida. En todas las épocas, culturas y religiones, el hombre tuvo que enfrentar esta misma cuestión del dolor y el sufrimiento, y el sentido de su existencia... en definitiva, ha tenido que vivir y convivir con el drama continuo que supone existir, vivir en este mundo. Pues cada uno de nosotros parece nacer a una vida amenazada; pero, si ese es nuestro sino, también es cierto que otra cosa es nuestra condición: "la humana" esa que empuja a seguir hacia adelante, a persistir, aún con la metralla de toda una vida hundida en la carne. Así, “Si nuestro sino es vivir, y vivir con dolor, nuestra condición es seguir y seguir adelante aún con dolor”. Muchos pensarán, sobre todo en occidente, que estas palabras no van con ellos, que más serían apropiadas para señalar a otras personas o pueblos, o incluso que refieren a otros tiempos; pero, no nos llevemos a engaño: y lo sabemos; al menos todos aquellos que tenemos una cierta edad y perspectiva de la vida: que el ser humano, desde que nace, se forja y crece con retazos de dolor, y cada dolor es preludio de aquello ineludible, que consiste en el mal extremo y último de la vida. Pues existen tantas cruces plantadas en este mundo como vidas ha visto nacer, y cada nacimiento no anuncia otra cosa, que su propia muerte.
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