ACERCA DE LA TRAGEDIA EN EL OCASO DEL PENSAMIENTO

Me pregunto: es posible que estemos ante una tragedia en el pensamiento filosófico. Acaso esta ya no tiene nada que decir; más, desde que los intelectuales no fueran capaces de entender que la ciencia, era el signo de la civilización moderna y decidieran así, ocuparse de cualquier cosa menos de aquellas que realmente interesaban*. Lo cierto es que “Ahora, sumida en una profunda crisis, olvidada por el hombre y desterrada al plano de las universidades y de la academia, la filosofía se contempla como la actividad de personas que se encuentran al margen de la realidad"(1). Igualmente «El enfriamiento de las pasiones, la moderación de los instintos y la disolución del alma moderna han hecho que perdamos la costumbre de sentir el consuelo de la furia y han debilitado la vitalidad de nuestro pensamiento "¡A esto nos han conducido siglos de educación y de erudita majadería!". Pero entonces surge una cuestión. Cuestión, al margen de saber, si la filosofía sirve o no sirve o, cómo debería servir y nos preguntamos, en lento ocaso: ¿A quién sirve hoy la filosofía? He aquí la cuestión. Y entiéndase por servir, como obrar al servicio de, o proveyendo a ―de manera directa o indirecta― persona, empresa o causa obteniendo esta (persona, empresa o causa) un beneficio como tal (material) de haberes sea, en la contabilidad de su cuenta corriente, o bien de estatus personal y social. Y les advierto ya… una respuesta asoma, por sí sola, aunque se requerirá de una admirable dosis de osadía para dirigir lo que se resuelva de la cuestión, sin vacilar, contra las imponentes defensas: fortificaciones, que se advierten ya cargando cañones de tinta, en la lejanía.
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