(00) EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE MONSTRUOS

 


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EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE MONSTRUOS

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¿ESTAMOS ATRAPADOS EN EL SUEÑO DE LA RAZÓN?
Acerca de la tragedia en el ocaso del pensamiento
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¿A QUIÉN SIRVE LA FILOSOFÍA?
Sobre la congregación para la doctrina del pensamiento correcto
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NO SIEMPRE ES LO QUE PARECE

No siempre es lo que parece/ Filosofía y sentido de la vida


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EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE MONSTRUOS

El sueño de la razón produce monstruos: el título del grabado lo dice todo, sin necesidad de análisis alguno. Conocedor, como nadie de su tiempo, el artista, representándose a sí mismo, nos muestra aquel momento en que la razón se adormece; y aparecen visiones, alucinaciones de seres monstruosos salidos de la oscuridad de la noche: “murciélagos entre ellos”. Se trata de uno de los grabados más conocidos de la serie de los 80 grabados al aguafuerte del artista español Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828), publicada en 1799 y conocida como Los Caprichos. En la estampa es el propio Goya es el que aparece adormecido en su mesa de trabajo, cuyo significado trasciende al tiempo, al mismo artista y la propia España, más allá de aquel significado primero, e igualmente del segundo que le otorga la razón crítica hoy, en tanto era revelador de una España que habría de dar batalla entre otras cosas a los problemas sociales de su tiempo, como la ignorancia y la superstición. Pero donde también,podemos mirar, en un ángulo de perpendicular sobre el horizonte y ver que nos dice (de nosotros mismos) aquel sujeto que se pinta a si mismo dormido (pero no está dormido mientras pinta) nacido del humanismo y las corrientes racionalistas/ empiristas del siglo XVII, que luego desembocará en la ilustración del XVIII. Ciertamente el artista podría haber pintado hoy el grabado y guardaría toda su potencia de significado: cuando a una sociedad acomodada y adormecida se le vuelven a revelar todos los monstruos: por medio de aquella misma razón, y que nos lleva a leer las palabras del texto, pero sin mirar aquel ángulo (en el lado derecho: vacío) que nos advierte de aquello que no vemos si estamos dormidos, pero que se muestra del lado izquierdo, que el goya despierto (cuando se pinta dormido) si puede ver, y reconocerse: de los monstruos y pesadillas del ilustrado adormecido, a las que el resto de la sociedad, todos nosotros les damos vida.


II

INTRODUCCIÓN 

Hoy, cuando las antiguas creencias están declinando y el final de las grandes síntesis se acentúa, un hambre manifiesta avanza peregrinando el mundo. Se trata, de una imperiosa necesidad de saber: saber quiénes somos, de dónde venimos o cuál es el velado propósito, de la que en tantos casos resulta una miserable vida. De tal modo, multitud de personas de la más variada condición, cuyo nexo común encuentra su raíz más profunda en la angustia, se han dejado seducir en torno a temas que van más allá de su quehacer acostumbrado. Seducidos, hacia cuestiones “profundas y metafísicas” ―cuando no, víctimas del que resulta ser el humilde parásito de la ingenuidad― arrojadas a la aventura de hallar unas nuevas expectativas, en las que habrán de volverse a replantear aquellos mismos y pretéritos temas relativos a la existencia. 

Apreciable en innumerables manifestaciones y formas, esta aptitud se observa en mayor medida, al comprobar, el creciente interés mostrado por buena parte de la ciudadanía, encandilada en torno a una amplia gama de tópicos y actividades: ufología, sectas, parapsicología, “meditación”. Sin embargo, sería ventajista por mi parte arremeter directa y exclusivamente contra todo contra aquello que más nos parecen disparates, cuando el más ligero soplo de aire dirigido contra estos lo derrumba. No requiriéndose tanto pulmón, como una buena dosis de coraje y osadía para dirigirlo, sin vacilar, contra las imponentes fortificaciones de la filosofía. Entiéndase, en esta (la filosofía) más que en ningún otro lugar, donde el pensamiento desventurado ha escarbado, hundiéndose con mayor pasión y resuelta vehemencia en busca de "la Nada", labrando tan vasta maraña de galerías que si decidimos aventurarnos correremos riesgo de extraviarnos, amplificando la magnitud de la inquietante perspectiva que nos habrá finalmente de causar, caminar hacia un horizonte del que no se intuye la dicha.

Pero que la filosofía occidental se halla en situación crítica, no lo afirmo yo: es un hecho. Luego que no sirve para nada es solo un dicho, venido a raíz de una tradición que parece desgastada cuando sino mas bien agotada, visto el fracaso a partir de sus teorías y un repetir dando la vuelta siempre a las mismas cosas, explicadas de mil y una maneras, sin aportar nada nuevo o relevante a la realidad; pero, y más importante, olvidándose por completo de explorar nuevas formas de pensamiento o de entender el mundo: no puede sostenerse aquello que se da de golpes contras sus propias paredes y a la vez da la espalda al mundo y a la realidad, a la entrada de un milenio que aguarda y del que algunos afirman: será un milenio más universal, o no será, dada la deriva cataclísmica de acontecimientos en la que nos vemos envueltos. Es por ello que muchas personas creen que la filosofía (como disciplina / no tanto el pensamiento) es un método de conocimiento que pertenece al pasado, habiendo sido superada por la ciencia y la técnica. Pero este agotamiento académico, en tanto a disciplina, no puede ni debe alejar nuestra atención de lo redundante: el mismo hecho de pensar, y la obligación de hacerlo sobre aquello que se precisa y urge: la verdad; ni debe hacernos perder de vista la necesidad de unos nuevos planteamientos o formas de pensar renovadas,  incluso atrevidas, que como afirma Trías: “bien pudiesen alimentarse de la misma disolución de esa razón ilustrada, ahora en período de rebajas”; sobre todo, cuando la filosofía parece haber olvidado su razón primera, y perdido la orientación definitivamente, precisando ahora de esa movilidad libre, como acto que disuelve doctrinas que impiden el debate. (La filosofía implica una movilidad libre en el pensamiento, es un acto creador que disuelve las ideologías. —Martin Heidegger).

Desde mi posición, no me siento obligado a ser continuador de nada, como tampoco entiendo preciso continuar nada (fracasado con anterioridad). Cada cual piensa, y al pensar como al caminar uno dirige primero sus pasos hasta que estos luego lo dirigen a él. Por lo tanto, elegir qué pensar sería fantasear, en un mundo donde la realidad condiciona de antemano mostrando lo relevante, y cuando la verdadera decisión, o elección, sería negarse a pensar “en aquello relevante” desviándose hacia lo improductivo e irrelevante (o académico) que por cierto a muchos agradaría: una existencia irreflexiva, bien pagada, insensible y ausente de la realidad. Si bien, esto parece más grave cuando se te dice o dirige sobre qué, cómo o cuál es la forma apropiada de pensar (cuando se desea publicar). Nada de eso hallarán aquí, y esto me permite una cierta libertad para maniobrar en un terreno en el que —y todo hay que decirlo— se observa cierta intolerancia, cuando entiendo, sería "un gran paso" poder universalizar el pensamiento, empezando por una correcta educación que enseñe a pensar y observar, acerca de nuestras dudas, y no tanto a obedecer sus certezas.


¿ESTAMOS ATRAPADOS EN EL SUEÑO DE LA RAZÓN?
ACERCA DE LA TRAGEDIA EN EL OCASO DEL PENSAMIENTO

Me pregunto, si es posible que nos encontremos próximos a un ocaso: advirtiendo de éste la mayor miseria que se ha dado jamás en el pensamiento ¿Hay alguna tragedia mayor que aquella, en la que se encuentra hoy la filosofía? Cuando ésta ya no tiene nada que decir; más desde que los intelectuales quedaron atrapados en el sueño de la propia razón, siendo incapaces de asimilar, adaptándose y poniéndose a la altura de los avances de una nueva ciencia, cada vez más moderna, que derivaría en signo y representación de la civilización moderna; decidiendo luego así ocuparse de cualquier cosa, menos de aquellas que realmente interesan*. Lo cierto es, que “ahora y desde hace años sumida en una profunda crisis, olvidada por el hombre común y desterrada al plano de las universidades y de la academia, la filosofía se contempla como la actividad de personas “confinadas en ideas y pensamientos” que se encuentran al margen de la realidad cotidiana, sin salir apenas nunca de su pequeña órbita profesional, de su mundo (de imaginaciones y fantasías) y círculo más inmediato. Igualmente, la falta de entusiasmo, la moderación de los criterios y la disolución del alma moderna en todo aquello material, vano y absurdo han hecho que perdamos la costumbre de sentir aquel viejo consuelo de la rabia debilitando así, no solo el vigor de nuestro corazón, sino también el de nuestro pensamiento”. ¡A esto nos han conducido siglos de educación y de erudita majadería!"( diría Ciorán). Es entonces que surge una cuestión al margen de saber, si la filosofía sirve o no sirve o, cómo debería servir y, nos preguntamos ¿a quién sirve hoy la filosofía? He aquí la cuestión y, entiéndase por servir: obrar al servicio de, o proveyendo a ―de manera directa o indirecta― una persona, empresa o causa obteniendo esta (persona, empresa o causa) un beneficio como tal (material) de haberes sea, en la contabilidad de su cuenta corriente o bien, de estatus personal y social. Y les advierto... ya una respuesta asoma, por sí sola, aunque se requerirá de una admirable dosis de osadía para dirigir lo que se resuelva de la cuestión, sin vacilar, contra las imponentes defensas: fortificaciones, que se advierten ya cargando cañones de tinta, en la lejanía. 


¿A QUIÉN SIRVE LA FILOSOFÍA?
Sobre la congregación para la doctrina del pensamiento correcto

Sobre la congregación para la doctrina del pensamiento correcto, en conformidad a su razón de ser, lo es, a través de aquellos "Lobbys" o “Escuelas Filosóficas” que pretenden mediante la tiranía, la dominación de las personas y el pensamiento universal promoviendo para ello, colegial y regularmente seminarios e iniciativas donde difundir su instrumento a través de escuelas de adoctrinamiento: fortaleciendo y defendiendo con ferocidad aquellos puntos de vista del pensamiento “establecido y correcto” (su pensamiento) que puedan estar siendo cuestionado/as, como consecuencia de nuevas tendencias (corrientes) o movimientos que las amenacen; o bien, amenacen al sistema (su sistema) basado en la teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (Keynesianismo) cuando no puedan ser aceptables aquellas ideas nuevas al sistema monetario liberal que les promueve y financia, tanto a ellos como a sus mayores instituciones: los Bancos.

II

.  ¿A quién sirve la filosofía contemporánea? He aquí la cuestión y, también, una respuesta o, lanza que no admite discusión; solo encuentra y se hunde: en el corazón del adversario cuando le acierta. Entendiendo, para empezar, que la filosofía contemporánea y "establecida en la sociedad” sea para el estudio —en escuelas—, la difusión —en librerías y bibliotecas— o, como disfrute personal sirve y beneficia principalmente, no tanto a quienes la producen o produjeron —que son pocos o ya están muertos y no protestan— sino primero y más, mucho más —que a autores o herederos— a quienes la reproducen, sean estas: editoriales, publicaciones especializadas, universitarias etc. Incluyendo, en este grupo de beneficiados, como subgrupo, a quienes la inducen de sus diversas formas: la más extendida en forma de libro como “estudio” que, muchas veces es fomentado por aquellas primeras, resultando con ello un “estudio” muchas veces parcial, en tanto que subjetivo, y beneficiando en todo caso al autor y/o a los intereses de quien lo promueve. Después, están aquellos quienes encuentran su beneficio desde las cátedras o sillones donde se sientan y, que en la filosofía encuentran el pan que les sustenta a ellos y sustenta sus egos y, por qué no decirlo: sus ansias de poder y aspiraciones de ascender en lo social; pues ¿a quién si no sirve de verdad la filosofía? Yo recuerdo ahora a un ministro pero, realmente ¿a quién provee de alimento? Alimento que fuera en la vida o en la calle sirva de sustento, valiendo, para afrontar quehaceres en la lucha cotidiana del día a día. Mas se da el caso, que si a algunas personas a llevar una vida plena les ayuda la filosofía (entendiendo una determinada forma de pensamiento o a un filósofo concreto) es curioso, que cuando se expresan o expresan lo que sienten o piensan al respecto, sean aquellos —que fomentan la filosofía desde las escuelas— los mismos, que juzgan mal a quienes por la filosofía igualmente se orientan pero, difieran, o interpreten diferente —y todo en la vida es interpretar— en el modo de pensarla o practicarla, aunque todo devenga de un mismo fundamento o (texto) alegando: “Muchacho no pienses, no tienes escuela”. Y luego... ¿cómo discutir con ellos? Es absurdo. Si lo intentamos nos abruman, como buenos letrados en un juicio con textos y papeles, justificándose unos papeles a los textos y los textos a los papeles; hundiéndonos entonces a nosotros y aquel razonamiento humildemente expuesto, en la miseria más absoluta “mediante cuchilladas de silogismo, pues tiene el dialéctico un instrumento implacable con el que ejercer su tiranía, y condenar al vencido porque le obliga a tener que probar que no es idiota: enfureciendo así a los demás, a las vez, que le niega toda ayuda. El dialéctico reduce el intelecto del adversario a la impotencia” (Nietzsche). Y a mi pesar, opino que llámese o llámenlo como quieran, pero esto no es filosofía: “es una congregación para la doctrina del pensamiento” que, en conformidad con su razón de ser, dentro de la curia de aquellas “Escuelas Filosóficas” que pretenden la dominación y razón en el pensamiento universal promueve: colegial y regularmente encuentros, e iniciativas, para difundir el instrumento mediante el que ejercen la tiranía en sobre otras corrientes del pensamiento; defendiendo, siempre con ferocidad aquellos puntos del pensamiento establecido y, que puedan estar siendo puestos en peligro como consecuencia de nuevas tendencias o movimientos contrarias/os y, que la amenacen; o bien, amenacen, la teoría general de la ocupación el interés y el dinero cuando, no puedan ser aceptables aquellas ideas al sistema que les promueve y financia, tanto a ellos, como a sus instituciones de adoctrinamiento: Los Bancos. Y así, pasamos de filosofía más a religión, con una curia, que igual que la iglesia, promueve, doctrinas desde sus propias instituciones o escuelas de adoctrinamiento —principalmente universidades—. Doctrinas, que son el tipo de doctrinas: pensamiento o filosofía que interesan al Estado que las promueve; que interesa y no da problemas, retroalimentando al sistema y al estado de individuos, adecuados, a este. Pero... exactamente por qué, digo que es “Religión” ¿Es esto posible? La Religión es básicamente un dogma, un culto y un clero. Dogma (es un conjunto de creencias inalterables, como los principios en filosofía). Un culto (es el hecho de poner en práctica por medio de ritos ese dogma o, en filosofía sus principios). Y un clero (son los encargados de mantener y conservar el dogma y que se muestran como oficiantes —sean curas o en este caso maestros— del culto y, que preserve el dogma de su pensamiento) la imagen de la sombra del conejo blanco, que siempre se mira el reloj. Veamos ahora, miremos a un lado y observemos la filosofía de hoy en las universidades o, mejor observemos el “Materialismo Filosófico” observemos así sus escuelas (universidades en las que se imparte) y fundaciones y, quien no vea en esto (dogma culto y clero) es marioneta y, además, está ciego: “Cuando el hombre cree en algo, cuando algo le es incuestionable realidad, se hace religioso de ello” (Ortega y G.) (Religio no viene, como se acostumbra a decir, de religare, de estar atado el hombre a Dios. Como tantas veces, es el adjetivo quien nos conserva la significación original del sustantivo, y religiosus quería decir ‘escrupuloso’; por tanto, el que no se comporta a la ligera, sino cuidadosamente) y, díganme, ¿conocen a alguien más escrupuloso en lo intelectual que el catedrático de filosofía? Yo no. Igualmente desde antaño la filosofía se ocupó del estudio filosófico de la religión incluyendo, argumentos sobre la naturaleza y existencia de Dios; sobre el problema del mal y, sobre la relación entre la religión y otros sistemas de valores como la ciencia y la ética; tanto, que si ahora podemos distinguir entre la filosofía de la religión y la filosofía religiosa, no era tanto así antaño o ¿no fue ya una cosa esta y ésta la otra? Termino pues, por el momento y lejos de reclamar condescendencia; pues nadie (adoctrinado en el sistema secundará lo expuesto) y es tan licito, como entenderlo es de sencillo: el alumno que aún no lo es, lo quiere, lo siente y desea por todo los medios cuando pueda y se lo permitan, pertenecer a la curia del “pensamiento cierto, de escuela, correcto y establecido” que no hallará más fundamento que aquel, que a la vez que sirviéndose a sí mismo y al que le formó, sirva igualmente al sistema que lo alimenta.


NO SIEMPRE ES LO QUE PARECE

No siempre es lo que parece/ Filosofía y sentido de la vida

 

Por encima de Ser o estar ahí, cabe preguntarse, más allá de saberse, por la razón última de ser. Sartre, lo diría de otro modo: el “humano” en cuanto «ser para sí» es un «proyecto», un ser que debe «hacerse» pero, saberse-hecho, luego para qué, pues si sabemos bien qué somos y queremos, luego ¿podemos? Esa es la cuestión. La filosofía, pensamos, nos puede ayudar a comprender y comprendernos mejor y al mundo, e incluso ayudarnos a encaminarnos en una dirección, sin embargo, la filosofía, en contra de los que muchos pueden creer, no va a ayudar al individuo –si no es en provecho de la propia filosofía-, aunque, el individuo sí podrá apoyarse en ésta, incluso con el tiempo desarrollar su pensamiento a través de ella. Me explicaré.

La filosofía no busca sólo conocimiento; un saber, sino y generalmente, si encuentra un conocimiento práctico, pretende, luego, por este u otro, un establecimiento de ideas y doctrinas (un edificio) cuyas propuestas no siempre sirven al hombre, al individuo, sino (generalmente) primero sirven a esa escuela, y luego a quienes cualesquiera sirva esa filosofía –“pues en función del momento o país donde se produzca habrá de servir como ‘superestructura’ a la política del régimen o sistema de turno” así Aristóteles, aunque no coincidía en exceso, secundaba y participaba de la política de Alejandro; la escolástica sirvió igualmente al feudalismo, reyes e imperios y la escuela de Kant, o el Kantismo a Bismark (Gustavo Bueno, conferencias, Heidegger)― en resumen, cada universidad, desde el momento en que éstas se fundan, como parte y bajo la tutela del estado, han promovido y desarrollado un pensamiento acorde con ‘el propio régimen’ que las fundó, o en su defecto, con aquel que las mantiene; así los filósofos deben producir para esas universidades, que son propietarias de sus escritos y enseñar a otros las doctrinas pertinentes, ganándose el sueldo; y hasta que no abandonan éstas, y siempre si el régimen permite la libre expresión, serán entonces soberanos en sus ideas, si no quieren, de otro modo, perder el trabajo o, como en el pasado, algo más: la reputación. Por tanto, la filosofía, en principio no nos ayudará a ser (siendo independientes en nuestras ideas) si bien, sí nos ayudará a reconocer e igualmente a conocer la historia del pensamiento ―el mundo en cada momento del tiempo― y por ello ha hacernos una línea temporal de éste pensamiento, que es el propio del hombre y sus políticas; en definitiva, de cómo funciona la sociedad, pero no desde los medios o los otros, sino desde aquel lugar desde donde se piensa esa sociedad. Una vez recorrida esta primera parte del camino, luego podremos abordar no la filosofía, sino a los filósofos, no como estudiantes o discípulos dejándonos adoctrinar, sino como individuos intérpretes de aquellas ideas. La filosofía jamás fue cosa de intelectuales, no crean eso. Quizá, es cierto que hoy se pretende así: una filosofía científica, analítica y académica; pero, aquellos primeros filósofos eran poetas, y al decirse filósofos aquellos sofistas se reconocían, así mismos modestos y aficionados; y, ciertamente, todos somos unos aficionados al iniciar cualquier camino; nadie posee un saber universal y, menos la verdad, cada cual encuentra la suya. Buscando y herrando hayamos cada uno la nuestra: nuestra verdad y nuestra realidad: no la verdad que nos proponen e imponen por medio de cualquier dialéctica, sino la que nosotros vamos a descubrir, pues el mundo y las cosas no se muestran y afectan por igual a dos personas distintas, que encontrarán resultados múltiples a la misma experiencia. Por tanto nosotros extraeremos aquellos pensamientos, a veces quirúrgicamente, con pinzas, que sean acordes con nuestra forma de ver y ser, buscaremos en ellos apoyos y refuerzos, y encontraremos caminos que recorrer: pues si pensamos por nosotros, no dejándonos influenciar, no importará en qué medida o hasta que punto, pueda el individuo sentirse identificado con las necesidades establecidas por la sociedad o, en qué medida en ellas encuentre satisfacción: lo superará; pues, seguimos, aunque pese a muchos, siendo lo que fuimos desde el principio: individuos, y no un producto como se pretende, dirigido por medio de intereses y dogmas –aceptados, unas veces desde de la ignorancia, otras desde el derrotismo–,  sin embargo, es un hecho necesario que tendremos que desterrar esta necesidad y dependencia absurda del individuo en tanto a lo que le rodea, y de cuanto se pretende necesario sin serlo: tanto en el interés de una sociedad saludable, como el de todos aquellos cuya miseria es el precio de su felicidad. Y para ello, debemos pensar, pensando por nosotros como si afilásemos arpones, que a su momento habremos de utilizar, pues "Su vida escoge el hombre, su objetivo, y ganará libre de error sabiduría, pensamientos, recuerdos que perdiéronse en el mundo / cuando el esplendor de la naturaleza embellece sus días, otórgale entonces a su espíritu nuevas vestiduras. En su interior, y así contempla la verdad, el más alto sentido, y las más singulares preguntas. Podrá el hombre conocer entonces el sentido de la vida, y nombrar su meta lo más alto, saber que uno es sentido, de la humanidad y de la existencia, Considerando que el más alto placer es la más noble vida"La Vida Mas Elevada (Scardanelli) o, Johann Christian Friedrich Hölderlin,


De La Ciencia

Pero la ciencia no queda atrás de la filosofía en mis críticas. Una ciencia donde al ser escrutada con atención se observa, como mantiene dos varas muy distintas de medir, dependiendo en tanto aquello que trata o estudia: fuera o dentro de nuestro planeta. En el primero de los supuestos —aquello que sucede fuera de nuestro planeta— se muestra irreconocible y abierta de forma permanente a nuevas perspectivas, tesis y descubrimientos como los agujeros negros, energía oscura, teoría de cuerdas, pliegues del espacio-tiempo, etc., reconociendo en ello la existencia de nuevas realidades sin necesidad de verlas, deduciéndolas de forma indirecta (mecanismo este, se quiera ver así o no: próximo a la intuición o clarividencia) no cerrando las puertas, y admitiendo su ignorancia y esas otras posibilidades válidas del pensar. Sin embargo, en el otro supuesto —aplicado a lo que ocurre aquí, en nuestro planeta—ocurre algo muy distinto y enormemente reductor, donde todo tiene que ser medido, experimentado y solo es válido en tanto se pueda comprobar directamente. Luego los sucesos que no encajen en las teorías supuestas al uso (en el paradigma actual) se desprecian e ignoran, o se les fuerza a encajar de cualquier modo, incluso a costa de falsear estudios o la misma realidad. 

A primera vista se advierte diferencia: como si ambos niveles (de una misma ciencia) no estuvieran intrínsecamente relacionados. Lo que nos lleva en la práctica, que algunos científicos se hayan convertido en nuevos guardianes celosos de la ortodoxia, e inquisidores de una ciencia, en ocasiones más dogmática e intolerante que la religión, y todo en nombre de una diosa llamada razón extremadamente sectaria e intransigente que solo mira hacia fuera y nunca dentro (que ve la mota de polvo en el ojo ajeno y nunca la viga en el propio). Sin embargo, todo ello no nos habría de llevar al error de despreciar o criticar el pensamiento científico y sus logros, sino a afirmar una obviedad: que el método o paradigma actual no es suficiente, que no alcanza para abarcarlo todo (ni la realidad, ni la realidad de las todas las personas) debiendo este ser revisado y complementado: lo que no será sin esfuerzo y por nuestra parte algo más que un poco de sacrificio

Para terminar, solo añadir que no comulgaré con ruedas de molino sobre lo que filosofía o la ciencia nos ofrece, dando por sentado Nada, o sobre cualquier cosa, objeto de estudio en estos textos, pues esa “razón común a todos” ilustrada o no, se atestigua, al desafiar lo aceptado, tomando aquel camino que nos habrá de enfrentar a las propias sombras: entablando diálogo con todo aquello que dogmáticamente la desafía y pone a prueba, sea en la forma que venga. 

 

(1) - AISLARSE EN EL CAOS / Jordi Maqueda

Jordi Maqueda  / Aislarse en el caos


Jordi Maqueda / Jorge Maqueda Merchán
Aceuchal, Badajoz


AISLARSE EN EL CAOS 



SIEMPRE HA SIDO SOLO CUESTIÓN DE ELEGIR 

 Sólo del desconocimiento surge la verdadera angustia, Se mire como se mire, la vida (la sociedad) parece un cúmulo de desengaños, falacias y mentiras; esto es obvio, al igual que es obvio que son muy pocas: una minoría las personas que alcanzan de pleno alguna de sus metas y propósitos en esta vida. De otro lado luego está la inmensa mayoría: aquellos que deberán conformarse con lo que las circunstancias, el entorno y los acontecimientos o accidentes propios de la existencia, les permitan ser, a saber: serán lo que puedan (u otros les dejen ser) más allá de lo que un día se propusieron ellos ser. “Pues un hombre hace lo que puede, con lo que otros van dejando de él”—vino a decir, no precisamente un ingenuo. Y, sin embargo, lo peor no es la capitulación de uno mismo, de las propias aspiraciones: hincando la rodilla y viéndose agonizar (envejecer) lentamente. No. Lo peor es angustia que envuelve la imprecisa perspectiva del futuro que aguarda… esa mirada al fondo del abismo sabiendo, que el siguiente paso conlleva hundirse de pleno en él. Y todo, porque un día, el peor día de sus vidas, sin duda, eligieron morir “algunos lentamente” dejando que se derrumbasen, desvaneciéndose paulatinamente todos sus sueños y expectativas: se dejaron de mover. Llegados a este punto y luego el momento, la angustia castiga con toda su furia el alma: al saber y reconocernos los únicos responsables de nuestros actos y de las consecuencias de aquellos (todo lo que no hicimos, ni podremos ya hacer). Por tanto, quien tenga valor y aún este a tiempo, que elija: siempre ha sido solo cuestión de elegir 

Vivir es elegir ―esta apreciación, seguro que no se le escapa a nadie―. Vivir es tener que tomar decisiones y tomarlas a diario. Luego en cada elección, en cada acto, nos vamos haciendo y definiendo a nosotros mismos, transformándonos y siendo hacia aquello a donde nos dirigimos, a la vez que nos comprometemos con el destino. Solo al elegir, vivimos "genuinamente" nuestras nuestras vidas. Pero vivir, también es renunciar y arriesgarse; cuando elegimos y tomamos una decisión emprendemos un camino nuevo, e igualmente, estamos renunciando a algo. Es por ello, que al elegir esto o aquello (al movernos) afirmamos, al mismo tiempo el valor del camino. Todo así, la cuestión parece sencilla ("moverse") y quien no lo entienda, sencillamente es que no aprendió nada todavía (la vida proveerá). Por tanto pensemos, antes de detenernos por demasiado tiempo en este o aquel lugar, no vayamos a perdernos algo más adelante, o lo que es peor: no vayamos a perderlo todo, aún más allá.


jordi maqueda 2020


Centrarse:
“penetrando aquello, que de verdad interesa"

La “verdad” que interesa, en aquello (que penetramos) es lo que de verdad nos interesa “saber”: Saber de una verdad, y solo de esa verdad, por que es nuestra verdad y la que nos interesa desvelar.

En junio de 2022 me vi llevado por una fuerza manifiesta a escribir en torno a la Nada y todo lo que ello conlleva; poco después me vería sorprendido ante la intención de refutar esta. El trabajo empezó a tomar forma en este blog ya desde aquel primer momento, donde formulé unas primeras líneas fundamentales de este escrito, que sigue progresando con base en la misma idea; además, de una dura crítica social, que sucesivamente he ido desarrollando y todavía ando en ello. Aunque no he sometido todavía mis ideas otros la idea es pública. En cuanto a mí, no se molesten en buscar referencias: no soy nadie, solo aquel que dice lo que piensa.

Antes de comenzar a escribir estos textos —las entradas que componen este nueva serie que aún no tiene un título— me quise aislar del (del mundo, aunque en muchos sentidos ya lo estaba, y si me faltaba algo por aislarme por completo, estos escritos, terminaron por concluirlo). La razón para aislarme, era mantener el ruido a unos niveles aceptables para mí, pues, y esto es importante: anularlo por completo no solo es imposible, además, de poco aconsejable, porque no sería la primera vez, que disimulada en eso llamamos ruido, insistiendo oculta una señal esperando ser revelada. Recuerdo, y solo por poner un ejemplo, a aquellos dos ingenieros (radio-astrónomos para más señas) que trabajando para la compañía telefónica estadounidense ATT, y mientras trataban de entender la fuente de un ruido que aparecía en sus receptores de radio, paradójicamente, y de forma casual descubrieron lo que fue finalmente reconocido como la radiación a 3 K del fondo cosmológico (una señal predicha teóricamente a finales de los años cuarenta) y que a la postre, les hizo merecedores del premio Nobel de Física, en 1978), siendo este ejemplo extrapolable a todos nosotros, en cualquier ámbito de nuestras vidas. Lo que quiero decir, es que la televisión, y el teléfono celular (aquello más disruptivo) fue a parar a una caja. Me quedé con una pequeña radio —para no ser el último en enterarme si se acababa el mundo—, con mis plantas y como siempre algo trabajo de limpieza para desbloquear ideas; luego, cambie el sol del medio día por la noche / y por las estrellas: esas mismas estrellas que me acompañan desde muy joven lo largo de mi vida allá donde quiera que esté, esto fue lo que permaneció a mi alrededor, además, del lucero al amanecer que me daba los buenos días cada mañana.

Luego, y como es pertinente cuando se abordan determinados temas, precisaba de un cierto grado de lucidez mayor al acostumbrado, pues de otro modo, es imposible discernir siquiera las cuestiones y preguntas correctas —ni que decir las respuestas a estas— por los medios naturales de la razón, siendo preciso otro enfoque: más atrevido, liberándome de las ataduras y cargas con las que esa misma razón se aferra a aquello que llamamos realidad. Recursos estos que, por cierto, ya nuestros antepasados manejaban en tiempos antediluvianos, que todavía residualmente, en algunos lugares son esgrimidos por algunos individuos, y que parecían permanecer en mí. Algunas personas llamarían hoy a esto “acomodar la mente”, aunque tiene otros nombres: pero no se confundan... Pues he escuchado acerca de personas — refiero personas que escriben, sobre todo—, que se alejan del lugar donde tienen la residencia, de las ciudades y de las personas que conocen y aman “perdiéndose” muchas veces a una casa apartada en el campo o bosque (es un ejemplo), “en un intento de desconectar”—dicen,  buscando aislarse físicamente y mentalmente del ruido inarticulado de las calles de las ciudades, o de la propia la casa, y familia, en definitiva: un alejarse de todo aquello que les molesta, y pudiera molestarlos en los pensamientos de su escritura. Pero se diría, poco más o menos, que resulta un ejercicio —parecido en su finalidad— a lo que hacemos otros sin salir a veces de la ciudad, ni de nuestra casa: centrándonos (disponiéndonos) al acto, de pensar,  y acercándonos mentalmente a aquello que vamos a tratar… no alejándonos de lo que nos molesta, sino penetrando lo que no interesa.

Solo comentar, en este sentido, y por si sirve de algo, que me parece innecesario, y absurdo huir de un lugar, pensando que otro será mejor para pensar y escribir lo pensado, al menos cuando se trata de una persona normal, entiéndase normal: sin problemas añadidos y en paz consigo misma y los demás, qué sabe quién es y cree saber lo que quiere. Huir nunca soluciono los problemas personales a nadie, tampoco de concentración. Camus, por ejemplo, pensó buena parte de su filosofía viendo partidos de fútbol, entre el bullicio de la gente en las gradas del campo de fútbol, donde relacionaba el juego sobre el terreno, con los avatares de la vida misma, para luego redactar en su apartamento en un barrio agitado de París, aquello sorprendente para muchos: “lo que finalmente sé con mayor certeza respecto a la moral y a las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”. Otros como Sartré paseaban por la ciudad, igualmente París, donde encontraron inspiración en lo cotidiano, muchas veces confrontando con los demás. Ambos hicieron, junto a otros, de París aquella capital mundial de la razón; y aunque muchos no lo crean, en París, pero incluso en cualquier otra ciudad se puede pensar y escribir: todavía. Tanto fue así, que sobre aquella orilla del Sena (en la Ribe Gauche) en los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo XX, tuvo lugar una eclosión cultural sin igual, que situó a la capital francesa a la vanguardia del mundo de las ideas. Visto de este modo: la ciudadel ruido, parece incluso el lugar perfecto para el ejercicio intelectual.

Pero, no solo, no es necesario salir de la ciudad para pensar, escribir o aislarse del ruido, incluso del mundo. Los hay, yo me considero entre ellos, que trabajan cada día en sus patios sobre un pequeño árbol u otras plantas durante horas —patios que son puerta a otro paradigma— sumergiéndose, y entrando en contacto con los habitantes de ese cosmos de naturaleza distinta y extraña a la nuestra: un cosmos gobernado por unos habitantes serenos y silenciosos, sin tener que abandonar físicamente, mudándose, el lugar en el que viven. Por lo que intuyo que estas personas necesitadas de alejarse de todo para pensar o escribir, no solo tienen un problema, sino que igualmente no lo saben identificar: razón por la cual, cuanto más necesidad tienen de apartarse de algo y de los demás para liberar su mente, más parece que les cuesta conseguirlo. Siendo aquel esfuerzo: como si el cuadrado de la distancia a recorrer para alejarse, fuese proporcional a la ansiedad que les causa el mundo, y que debiera ser hallado, multiplicada por quién sabe cuántas otras variables. Pues se diría que andan más, no tanto alejándose del mundo, como en busca de algo, que nos saben muy bien qué es, ni dónde está.

A veces encuentro interesante escribir con un lápiz: tengo cientos de hojas garabateadas a mano. Cuando escribes a mano, todo va más lento. Debe ir más lento, el viaje se hace despacio.  Es casi una ley no escrita —como para mí escribir por la noche, de madrugada— pues de otro modo, terminaríamos con cientos de correcciones y apuntes a otras páginas, terminando en un laberinto indescifrable. Pero en esta ocasión no había prisa; y nunca debe haberla cuando escudriñamos en busca de algo importante e iniciamos un caminar, transitar la sombra para hallar de ella su luz. Por ello, amigo, recuerda esto: Cuando emprendas el viaje hacia Itaca, ruega que tu camino sea largo y rico en aventuras y descubrimientos (Cavafis) En mi caso ya Sabía algo del camino: Ancla en mercados fenicios y compra cosas bellas: madreperla, coral, ámbar, ébano y voluptuosos perfumes de todas clases. Compra todos los aromas sensuales que puedas; ve a las ciudades egipcias y aprende de los sabios. Pero no tanto del destino que debería encontrar, partiendo de un punto bien definido… Siempre ten a Itaca en tu mente; llegar allí es tu meta; pero no apresures el camino (Cavafis). De modo que era cuestión tan solo, que al tiempo que me alcanzarian las ideas y con ellas esa cierta lucidez y clarividencia que permite seguir adelante en nuestro camino. Pues, ocurre en la mente que las cosas son distintas a como en la vida cotidiana, donde nos movemos nosotros físicamente para llegar a algo; en la mente, las ideas y la verdad son las que nos buscan a nosotros (pero impedidas) chocando con nuestra voluntad, deseos o expectativas, como pretenden algunos: Jamás hay que ir en busca de las ideas, pues igual que la felicidad, son ellas las que a nosotros nos alcanzan: llegarán y lo harán en cualquier lugar  y cuando menos lo esperemos, tan solo hay que estar atentos a su señal, y vigilantes en la noche para distinguirla y poder atraparla. Y quizá —y esto lo digo por propia experiencia—, estar en medio de la naturaleza, en una casita en Los Picos de Europa o Pirineos, apartada en el bosque, no sea el mejor lugar para atrapar otra verdad que no sea la que allí mismo se encuentre, y menos aun si vamos con nuestras propias expectativas e ideas. Me explicaré.

Resulta ya a primera vista paradójico, que alguien vaya a la montaña o al campo, entendemos: a zambullirse en la naturaleza, precisamente a escribir sobre algo distinto a ésta, y que está en su cabeza. No me atrevo siquiera a decir que se pueda ir a pensar en medio de un bosque agitado, sobre las cumbres nevadas y pensar en algo más allá del bosque y sus sonidos y en la visión de las cumbres nevadas: en lo que vemos. Pero, es cierto, los hay que van a la naturaleza a pensarse, o pensar “otras cosas”. Pero tener que pensar, obligarnos a pensar en algo (por ejemplo en una novela o ensayo, en el campo) implica tener que hacerlo ya sobre algo, ese algo que nos privará tomando nuestra mente por un largo tiempo, ocupando y cerrando esta a cuanto fuera, a nuestros sentidos acontezca: anulándolos, cuando por el contrario, en la naturaleza deberíamos mantener la mente libre y relajada, abierta y dejando todo fluir a través de los sentidos a la espera de deslumbrarnos con las emociones que resultan de aventurarnos a los sonidos, olores, sabores y a todas aquellas impresiones que de los sentidos  devienen expuestos al entorno natural.

Pienso que vida es el regalo que Dios nos hace (entiéndase como se quiera) siempre más allá de nuestro vago entendimiento; luego es la forma en que vivas y sientas, ese, es el regalo o desprecio que le haces a Dios, a la vida, la tierra y a ti mismo — más o menos así lo decía Miguel Ángelo. Y, si lo pensamos detenidamente, ¿quién va a un museo de arte a pensar o escribir? Nadie. Las personas visitan un museo buscando que les vibre con fuerza, palpitando su corazón, buscando esa reacción, emoción, que surge ante la acumulación de belleza y la exuberancia del goce estético. Y aun así, entiendan “la mejor obra de arte no sería más que la sombra de la perfección que encontramos en todo aquello que nos muestra la naturaleza”. Y, dicho esto, la pregunta sería: quién va a la montaña a escribir; quién puede en un bosque en otoño pensar en otra cosa que no sea lo que tiene ante sus ojos; quién puede apartar la vista de una mariposa que se posa frente a ti; o dejar de mirar Acturus —el guardián de la osa— en verano; Aldebarán —el ojo del toro— en otoño. Al final, reducido y sometido a breve análisis: vemos personas que salen huyendo de una casa en un lugar / para meterse en otra casa, en un lugar distinto, y seguir huyendo (incluso allí) del medio natural donde se encuentran: huyendo, siempre “de lo que hay fuera”; se diría incluso que angustiados —estos de los que hablamos—,  por una naturaleza que no entienden, cuando de lo que se trata es, precisamente de instruirse a vivir y sentir la intemperie; acostumbrarse de nuevo al caos que supone nuestros sentidos expuestos —sin anestesia— a las experiencias, entendamos que hablamos de experiencias puras. Sin embargo, y esto es un hecho manifiesto, las personas viven y ven la realidad a través siempre de filtros, como los de unas gafas de sol o los del parabrisas de sus coches; personas que ven el mundo a través siempre de algo: de pantallas de televisión, ordenadores, teléfonos y tabletas: viendo las cosas según la apariencia (1), y no solo refiero la apariencia propia de estas, sino de cómo luego estas se nos muestran: nos las muestran. De ahí que liego temamos la realidad y la misma naturaleza que casi no reconocemos. Pensemos, que muchas veces sabemos de las cosas, no por propia experiencia, sino por lo que unos y otros nos cuentan o muestran, nos dicen o refieren de ella: sobre todo, hoy, a partir de los medios de información, escuelas, universidades, pero amigos míos: cuidaos de los que enarbolan la verdad: su verdad (2) porque del primero al último les mueven los propios intereses, cuando no son estos intereses subordinados a otros ajenos y por ello, normalmente, practicando el engaño (3). (Las mascaras de la tragedia). En tanto a nuestro aislamiento, no es evidente, no lo parece, o parece que no nos lo parece, pero se percibe a primera vista, es manifiesto. Como hecho paradójico se habla mucho de aquellas casas abiertas al exterior, de amplios ventanales, de luz y vistas a amplios jardines, pero cuando estás en el exterior, en el jardín, te metes e inmediato en casa, a la mínima de viento, lluvia o calor, sobre todo, y esto es lo paradójico, si se trata de esas casas abiertas, de amplios ventanales, de luz y vistas a amplios jardines al exterior. No menos inquietante, son algunos textos, relacionados con la arquitectura. leo unas notas acerca de Borobio Luis, comentadas acerca de su libro: El ámbito del hombre, EUNSA, Pamplona, 1978, donde se comenta El ámbito del hombre es un libro que habla, es verdad, de arquitectura: de la vivienda y de la ciudad. Pero no es propiamente un libro de arquitectura, ni, mucho menos, un libro de urbanismo. Es el hombre —la vida de los hombres— lo que interesa a su autor: el hombre como modelador de sus espacios vitales y como creador de sus propios ambientes. Donde se define la arquitectura no como un conjunto de cerramientos y protecciones que constituyen un caparazón exterior al hombre y ajeno a su humanidad; sino como un ambiente que complementa necesariamente la personalidad humana y que está enraizado e integrado en la vida íntima y personal. El espacio arquitectónico no es sólo el hueco de un continente geométrico, sino que es un ambiente con entidad positiva: el hombre lleva en su naturaleza el germen de sus propios ambientes, y es el mismo hombre quien los constituye ante la solicitación de un estímulo exterior. Los elementos constructivos y los conjuntos edificatorios cumplen su misión arquitectónica al actuar como ese estímulo eficaz que permite al hombre constituir su propio ambiente con un carácter determinado. "El hombre comprende su dominio, conoce su extensión, se siente pleno, cuando su espacio se hace arquitectura". Dentro de su casa, Considera la arquitectura como un organismo vivo, y, entonces, hace hincapié en que el hogar es un organismo singular que recibe su vida del parásito que lo habita, es decir del hombre. Pero, acaso, y le pregunto yo al arquitecto, a cualquier arquitecto: acaso ¿las habitaciones, o casas, albergan ya en sí todo lo que implica un habitar.


Salir de la oscuridad

Pero existe un problema: siempre hay un problema. Se trata de una ponzoña peor que el dolor del hambre, que recorre extendiendo como la apeste su manto sobre el mundo como una pandemia: es el miedo, y en ocasiones, incluso la vergüenza. Las personas tenemos excesivo miedo a todo: a la luz del sol, al frío, al calor, al viento, incluso a nosotros mismos, a nuestros semejantes y a la vida misma. Si algo supera nuestros márgenes de tolerancia o entendimiento, nos sentimos amenazados e inquietos: desconfiamos. El desasosiego nos desborda. Vivimos felices y concertadamente: en orden, en nuestras ciudades o villas, y nos trastorna —cuando no aterra— el desorden que anticipamos fuera de estas: es por ello que algunos acampan en tiendas con colchones inflables, almohadas, ventiladores a pilas y baterías para el móvil. Lo cierto es que amamos la naturaleza por el día, tanto como nos aterroriza quedarnos abandonados a ella por la noche. Y sin embargo: Pretendemos luego una visión —un orden planetario y universal— que solo tiene cabida en nuestra imaginación; pues fuera de esta (imaginación) no somos capaces ni de mirar, asomándonos a la realidad; y lo peor es no reconocer —y ni siquiera comprender— que si todo ahí fuera, cuando miramos, nos parece amenazante y un “caos”, quizá.., y posiblemente, sea porque se trate de un tipo distinto de orden, y entender que la convivencia entre orden y caos es posible, pues el caos deja de parecer caos, cuando se establece una convivencia o relación entre órdenes distintos. Caminar, conscientemente bajo el sol, pensando en él y dejándonos acariciar la piel un primer paso. Liberarnos nuestras cadenas el siguiente hacia un cambio que nos sumerja dulcemente en el “caos”: asomando la cabeza a aquello que tanto nos asusta. Pues el caos es—es igualmente origen—aquello único que hace y hará posible el cambio. Nuestro cambio.


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(2) - HACIA UN NUEVO PARADIGMA: UN NUEVO HOMBRE; UNA NUEVA ERA /Jordi Maqueda

Jordi Maqueda / HACIA UN NUEVO PARADIGMA: UN NUEVO HOMBRE; UNA NUEVA ERA 

Jordi Maqueda / Jorge Maqueda Merchán
Aceuchal, Badajoz


HACIA UN NUEVO PARADIGMA: 




No es sorprendente que la mayoría de las personas
a quienes se les pide que definan el término paradigma
sean incapaces de ofrecer una expresión clara de su significado.
El propio Thomas Kuhn, la persona más responsable
de introducir ese concepto en nuestra conciencia colectiva,
usó el término en no menos de 21 maneras diferentes
E. G. Guba

I

Cuando hablamos de “paradigma”, lo hacemos refiriéndonos a un modelo —o patrón— dado en cualquier disciplina científica, u otro contexto cognoscitivo o epistemológico.[Podemos entender un paradigma científico como la conceptualización que se alcanza sobre la manera en que se observa el mundo y que es compartida por los miembros de la comunidad científica a la que le provee de modelos aceptables con los cuales puede afrontar la solución de problemas de la ciencia (Kuhn, 1988; Najmanovich, 1992)]. Hablamos por tanto de toda una constelación de conceptos, valores y técnicas compartidos por una comunidad científica, y utilizados por ésta para definir problemas y soluciones. luego, Explicar y entender las cosas, dentro de un determinado paradigma, determina la explicación de estas en tanto a ese paradigma (científico/social/filosófico) existente.

Nuestras vidas se rigen, al igual que la sociedad y el mundo en el que vivimos, por unos determinados paradigmas, que van cumpliendo su función, hasta que en algún momento se ven superados bien, por nuevos avances o descubrimientos (también revoluciones) haciéndolos inservibles, entiéndase: son útiles hasta que son incapaces de dar soluciones o respuestas a determinadas preguntas o esas respuestas están superadas por la misma experiencia de la realidad: como es mi caso. Es entonces cuando se precisa, o provoca un cambio de paradigma.

Si observamos la ciencia, tal y como la conocemos y entendemos actualmente, generalizando, esta se ha basado en el denominado paradigma (newtoniano – mecanicista) durante los últimos siglos, surgido este a partir de la separación de la realidad: entre el mundo material y mundo inmaterial por parte de R. Descartes. [Podría afirmarse que hasta el siglo XVI de nuestra era, casi todas las culturas del mundo, incluida las europeas, tenían una visión orgánica del universo. Eso quiere decir que vivían, salvo excepciones, en una relación simbiótica con la naturaleza y el cosmos. A lo largo de los siglos XVI y XVII esta forma de ser y estar en el mundo sufrió un cambio radical en Europa. Esta cosmovisión orgánica es reemplazada por una concepción articulada y que se expresó a través de una metáfora maquinal, que terminó por convertirse en el emblema de la edad moderna. Ahora bien, es preciso percatarse que esta evolución fue el resultado de cambios radicales en la cosmología: en la ciencia y la tecnología].

Con la aparición en el mundo material de las leyes matemáticas y de la mecánica por parte de Newton: ya no hemos vuelto a necesitar jamás de ningún mundo inmaterial, pues las respuestas a todas nuestras preguntas se podían encontrar, de un modo u otro, a partir de múltiples teorías y fórmulas: a lo largo del siglo XIX la ciencia evolucionó en el marco de tal paradigma newtoniano-cartesiano consolidándose así el modelo positivista. Si bien, al mismo tiempo, comienzan las primeras manifestaciones de sus carencias y límites (muchos de ellos solapado por intereses); pero más allá de esas mismas carencias y límites, iba a surgir un problema derivado, endémico, y aún mayor; pues este paradigma —que ahora entendemos nocivo— entendía, y entiende el mundo y la naturaleza como un gran almacén o despensa (en tanto a recursos naturales) del cual podemos disponer, a voluntad, explotándolos tanto como necesitemos o apetezca sin preocuparnos, y mucho menos pensar en las consecuencias a medio y largo plazo de dicha actividad expoliadora. Gracias a ese pensamiento chato y miope, e igualmente materialista, hoy en día nos “beneficiamos” de una explotación descontrolada de recursos y personas (sometidas a una educción dirigida a la producción), de consecuencias catastróficas, y cuyos daños son incalculables: no sabemos todavía si irreparables. Precisamente, esa misma sociedad industrial (positivista – cientificista),  sostiene todavía aquella visión arcaica, propia de aquella mentalidad obtusa, aplanada y especuladora, en relación con el mundo que nos acoge (y el universo al que pertenecemos y formamos parte), y que dio origen al actual sistema, tan cruel como nocivo bajo el cual se encuentran las sociedades occidentales (que ahora dan su relevo, mostrando el camino a las nuevas potencias emergentes de Asia) desarrollando estas un neocapitalismo-adaptado extremo: igualmente destructivo y nocivo—o mayor aún dada su densidad de población (china, india) y ausencia de medios de protección ecológicos— donde el objetivo no es otro que acaparar, acumular riquezas y demostrar que se posee, se procesa, se produce y se consume más y con mayor velocidad: velocidad esta, proporcional a la destrucción del medioambiente. Lo que da lugar, potencialmente, en el caso de china por ejemplo, a una expansión territorial clandestina y amenazante, en busca nuevos recursos a costa de otros estados, así como paralelamente a una carrera y producción armamentística feroz, de consecuencias finales difíciles de precisar.

a un nivel individual: cada persona, en esta situación de estrés productivo desemboca en una pérdida de buena parte de las facultades individuales, así como en un menosprecio hacia la reflexión y el pensamiento o los potenciales propios de sí mismo, luego distraídos y pendientes siempre de que las modas, los famosos, la televisión o los anuncios nos apunten qué debemos hacer para ser “felices”, siendo capaces de anular los propios deseos y fines, para adoptar luego las ideas y deseos de unos pocos, que interesan a unos pocos, y nos serán impuestos (de manera subliminal) por aquellos mismos a los que admiramos o, simplemente, al aceptarnos de un modo distinto al que somos y deseamos ser, solo por no quedar fuera del ente social. Pagando por ello un precio desorbitado, no solo en lo económico, sino igualmente en relación a nuestra salud y el medio ambiente.

Y si bien es cierto, que la situación actual —social y política— a la luz del cambio de un nuevo paradigma científico que se ha venido operando en el último siglo XX en las ciencias físicas (cuántica, por poner solo un ejemplo), habiendo este dado emergencia a una percepción e interpretación de una nueva realidad muy diferente a la que estaba en boga en los siglos XVIII y XIX (a lo largo de los cuales se gestó y se desarrolló el sistema todavía —recordémoslo— y formalmente: aún vigente); resultaría, que este nuevo paradigma emergente (en el que ahora estaríamos envueltos) parecería (no): sino queesrealmente insuficiente para muchos de nosotros a la vista, cuando observamos que ya viene viciado (o instrumentalizado) no penetrando la emergencia de una nueva realidad (deseada por todos) científico/social y reorganizada de base, sino que viene, y esto han de entenderlo: pretendiendo adaptar esa nueva realidad o (modelo nuevo de paradigma), al sistema (modelo) social y político (arcaico) y todavía existente: gestado, desarrollado y derivado directamente del paradigma anterior, y recordemos de nuevo: que está formalmente aún vigente. Lo diré de otro modo: esa nueva realidad (cuántica) que pretendemos entender, penetrando ya nuestras vidas desde todos los ámbitos de la ciencia y la sociedad desde hace unas décadas ha propiciado: la adaptación del modelo político liberal capitalista a esta, pero no así de las personas. Potenciando, ahora, y todavía más si cabe, nuestra dependencia del modelo anterior y arcaico e instrumentalizado, ahora renovado (pero no distinto: leamos la escuela de Frankfurt y la razón instrumental) alejándonos casi definitivamente de una posible independencia de este modelo arcaico, y por lo tanto de una vida autentica, convirtiéndonos en siervos permanentes 24/7 del mismo. Todavía hay quien espera la salvación, pero: el reino del padre ya está aquí, solo que no lo vieron, ni venir.

II

La humanidad está viviendo acontecimientos y descubrimientos, que ponen en cuestión nuestra perspectiva tradicional de la realidad, así como nuestros conocimientos en relación con esta. Las múltiples corrientes de pensamiento científico que, junto a otros desarrollos de la ciencia actual, se sumergen en espacios extraordinariamente desafiantes, desde la comprensión de la evolución y la naturaleza misma del universo, hasta la exploración de partículas subatómicas, pasando por la teoría de cuerdas que aspira una “teoría del todo” muestran la emergencia de un verdaderamente “nuevo” paradigma holístico, sistémico y auto-organizativo. Lo que de alguna manera viene a insinuar, el trance igualmente de prepararnos y preparar nuestras mentes —como especie— y nuestra capacidad de análisis, para responder adecuadamente los nuevos desafíos (y experiencia propias) que nos serán propuestos en el futuro. Sin embargo, entiendo que ya no se trataría, en esta ocasión solo de aceptar, una vez más, un cambio de paradigma, como ha ocurrido en otras ocasiones, sino más de cambiar y de manera drástica, incluso, nuestra forma de pensar en torno a la realidad: el mundo, el universo e incluso, o sobre todo de Dios, pues lo revelado, tanto individualmente, pero igualmente a través de las ciencias físicas (la cuántica) y pone de vuelta y media aquella que percibimos por nuestros sentidos, acercándonos, (ya, al menos a algunos) a un mundo insólito y desconocido hasta ahora: un mundo y una realidad a la que verdaderamente pertenecemos, pero que nuestros sentidos todavía (por una incapacidad -mental- manifiesta y subjetiva / estrangulada por la cadenas, de unas creencias arcaicas, que someten la razón) no pueden reconocer.

Los fenómenos cuánticos, la influencia de la mente en nuestros cuerpos, la misma naturaleza de la conciencia, o la relación entre mente y cuerpo o nuestra relación con la luz, son algunas de las cosas que rompen con el paradigma que nos rige actualmente o el que se pretende pueda sustiturlo: bajo el nombre “Teoría de complejidad” o ciencias de la complejidad, y que ha generado en los últimos años una cantidad significativa de investigaciones y producciones científicas hoy en pleno desarrollo, pero que comprobamos como sirve únicamente para abarcar una pequeña parte de esa realidad: aquella apta para ser reconocida y medida (reconocida, entiéndase, por las ciencias e instrumentos muy al límite de nuestro intelecto, pues aquello que representa y quiere decir, supera en órdenes de magnitud nuestra capacidad de entenderlo en tanto a qué significa realmente). Lo que dicho de otro modo, es algo así, como que no estamos suficientemente preparados: evolucionados, para asomarnos a esa realidad y entenderla por si solos tal y como es físicamente, ni tampoco nuestra física parece suficiente hercúlea para penetrar todos sus misterios, y menos aún para pretender manipularla; como de manera tan ignorante hacemos, y a riesgo luego de lo que por nuestra ignorancia pueda acontecer: situación esta, alarmante para una especie que dice aspirar en un futuro a las estrellas. 

LA NECESIDAD DEL NUEVO HOMBRE

Huelga decir que no se trata de algo que se vaya a suceder-solucionar en una o dos generaciones, pues de lo que hablo —y se propone aquí— es de un cambio radical: de fondo, por el que cualquier enfoque científico y social al respecto, debería complementarse de base con otros: con la búsqueda y desarrollo de potencias aún no probadas del intelecto (el entendimiento) y los sentidos; y hablo, aquí y ahora, de un nuevo ser humano capaz de asomarse (quién sabe si tomado de la mano) a esa nueva realidad (verdad) evolucionando a ella, y entenderla no solo a través de instrumentos, sino también de sus propios sentidos, y temor en tanto aquellas consecuencias derivadas, que de nuestros actos irracionales y egoístas, luego devienen.

La cuestión, por tanto, sería ahora preguntarnos ¿cuánto falta para el advenimiento de ese nuevo ser? Un ser humano más espiritual y respetuoso, que sustituya la arcaica conciencia moral por una conciencia más integrada a aquello que pertenece, y sin pensar que aquello le pertenece. Un nuevo ser humano que entienda que no hay un exterior de lo existente, ni una piel que le separe del este exterior, sino una piel que le conecta a él y a todo lo demás. Donde esa razón ecológica — hoy tan necesaria por el modo de proceder de las personas —sea ya innecesaria, gracias a una nueva conciencia integrada, y que por fin entienda, que "como un inmortal poder, todas las cosas cercanas y lejanas, ocultamente están ligadas entre sí, de modo que no puedes arrancar una flor, sin perturbar a las estrellas" (F. Thompson). Y sin embargo, pienso: ¿Cómo lo haremos? Y luego, yo mismo me respondo: si quizá... ya esté todo ocurriendo.

Pues y en relación con la importancia, y  necesidad de cambio de paradigma dada una nueva situación de realidad, esta se entiende al observar que pasaría, si la naturaleza, las estrellas y todo el universo — en lugar de entender ese todo como algo inerte, tal y como hasta ahora pensamos y entendemos— fuese un todo, no diré orgánico, por cuanto conlleva la expresión, pero consciente y conectado entre sí, del que formamos parte integrada, aunque algunos se empeñen en mantenernos separados; y donde nuestra mente y consciencia jugasen un papel más allá del que hasta ahora entendemos y percibimos:  donde nuestro trato con la luz sea distinto ( y la luz sea más que la luz), y por lo tanto radicalmente distinto, a como hasta ahora hemos percibido y entendido, relacionándonos con ella (no especularé). ¿cómo sería esta nueva realidad?, ¿cómo veríamos el mundo y la realidad, las estrellas y el mismo universo, entonces?, y lo más importante: de ser así, ¿cómo nos dirigiremos a él? Pues de entrada, lo primero: entendiendo que el antiguo paradigma así como el que se nos propone ya no sirven a esta nueva realidad: Seria otro ¿debemos buscar otro? un nuevo modelo o paradigma que incorpore estos nuevos fenómenos y el sentir espiritual, incluso respecto a Dios..., lo cierto es que me sobrepasa, lo reconozco, pero y a la vez reconozco, y sobrepasado que: sencillamente, esta nueva realidad se instauraría... si no está, instaurándose, ahora: ya.

HACIA UNA NUEVA ERA

Las disciplinas científicas emergentes: la física cuántica, y las neurociencias nos llevan hoy a pensar, que aquel paradigma donde nuestra mente — a través de la luz—interacciona con la materia, sería mucho más idóneo para poder explicar aquellos mismos fenómenos emergentes. En relación con este auténtico y nuevo paradigma posible Del todo, y que considera algo como un todo: sería aquel (neo paradigma) que tomaría dentro de un enfoque transversal un conjunto de conceptos que de manera holística, identifiquen fenómenos particulares y subjetivos (incluso no probados empíricamente) de interés para una disciplina concreta (la física, por ejemplo) y, que, sin embargo, la ciencia aceptaría como potencia, así como las proposiciones que afirman las relaciones entre estos fenomenos, incorporando para ello aportes de aquellos modelos (paradigmas) más relevantes, y abriendo nuevos espacios para acceder, asomándose, a un nuevo conocimiento-experiencia a través de aquellas situaciones, que igualmente permitan explorar las diferentes variables posibles, así como hallar las pruebas de los mismos en el estudio de algunos individuos; entiéndase: una nueva relación con la luz, por ejemplo, en tanto a la percepción de esta y sus consecuencias en nuestras vidas. Si bien, dichas relaciones podrían igualmente establecerse, al principio, de manera abstracta con el fin de lanzar el asunto.

PERSPECTIVAS CÓSMICAS

Llegará una época en la que una investigación diligente y prolongada sacará a la luz cosas que hoy están ocultas. La vida de una sola persona, aunque estuviera toda ella dedicada al cielo, sería insuficiente para investigar una materia tan vasta... Por lo tanto este conocimiento sólo se podrá desarrollar a lo largo de sucesivas edades. Llegará una época en la que nuestros descendientes se asombraron de que ignoramos cosas que para ellos son tan claras... Muchos son los descubrimientos reservados para las épocas futuras, cuando se haya borrado el recuerdo de nosotros. Nuestro universo sería una cosa muy limitada si no ofreciera a cada época algo que investigar... La naturaleza no revela sus misterios de una vez para siempre. Séneca, Cuestiones naturales, Libro 7, siglo primero

Actualmente, sobre todo en el último siglo, las personas hemos descubierto un método eficaz y elegante de comprender con más acierto universo y aquello que acontece en él: un método llamado ciencia, método, pero, que como otras formas anteriormente, también mantienen entre sus filas Brujos y Papas; pues, ni siquiera la ciencia está a salvaguarda del factor humano (los intereses propios y personales), a la hora de interpretar sus observaciones y resultados. Sin embargo, esta nueva ciencia nos ha revelado por sus métodos, cosas hasta ahora inimaginables: un vasto universo tan antiguo y violento, donde, en perspectiva, los asuntos humanos parecen ridículos y de escaso interés. Con los años, y los siglos, el hombre se ha ido alejando cada vez más de la naturaleza y el Cosmos, hasta parecernos este último: El Cosmos, algo remoto y sin consecuencias para nuestras preocupaciones diarias. Pero esa ciencia —la misma que a unos los aleja de la naturaleza y la realidad manteniéndolos pegados a las pantallas de los móviles hacia meta universos— nos ha descubierto, no solo que el universo tiene una magnitud que inspira vértigo, éxtasis e incluso terror y que hay, todavía más allá de lo que vemos: sino, que igualmente, nosotros formamos parte de este en un sentido real y profundo; que, no solo nacimos y evolucionamos en él, si no, que el futuro y destino de la especie depende, estando íntimamente ligado a este (por la consciencia): estando, incluso los acontecimientos humanos más básicos y las cosas más triviales en apariencia, conectados íntimamente con el universo y sus orígenes.

Es primordial, por tanto, para nuestra subsistencia y supervivencia, que comprendamos este universo por los medios dados, y no siempre tomados, a nuestro alcance, y que hoy, no solo son Ciencia & Razón; y, sin olvidar que la ciencia, en esencia, solo aporta datos e información de la observación o experimento, siendo, luego y en definitiva la razón —subjetiva, e íntimamente ligada a nuestro grado de evolución y consciencia actual de la realidad— la que interpretará los datos, casi siempre, cayendo del lado de los interesas propios. Que todo aquello que obtengamos y reduzcamos a certeza hoy, no será más que una verdad relativa —cuando no sesgada— de una realidad que no alcanzamos a ver ni entender por completo: certezas, que mañana serán derrumbadas como un castillo de naipes, por otras más completas y acertadas, en la medida que vayamos adquiriendo, con el tiempo y, por medio de la evolución de la consciencia/ no de la ciencia o la tecnología, nuevos grados mayores, precisamente de conciencia. Y es a partir de este mismo momento, y sea cual fuere el camino que tomemos en el futuro, nuestro destino estará ligado indisolublemente a nuestra capacidad de discernir y admitir —más allá de nuestras certezas— nuestra propia ignorancia, nuestro desconocimiento en tanto a esa realidad hoy inalcanzable en absolutos a nuestra razón, que nos disponemos a descubrir.

"Lo conocido es finito, lo desconocido infinito; desde el punto de vista intelectual estamos en una pequeña isla en medio de un océano ¡limitable de inexplicabilidad. Nuestra tarea, en cada generación es recuperar algo más de tierra". T. H. HUXLEY, 1887

SOBRE EL CONOCIMIENTO

El ser humano lleva toda su existencia sobre la Tierra huyendo de la ignorancia. Una ignorancia que le hace sentir ignorante de su propio ser y destino. Abriéndose una fisura, creando una tensión permanente, entre ese hombre que busca el saber de las cosas, y lo desconocido, que a decir verdad, es casi todo. El hombre trata, en un esfuerzo vano de acercarse o lo desconocido, busca saber de las cosas, entenderlas, reduciendo así los límites de su ignorancia. Para ello, a lo largo de la historia ha utilizado, desde mitos, leyendas y dioses, hasta símbolos y, últimamente a través de la ciencia: fórmulas, tesis, hipótesis, modelos y esquemas. Nos cabe preguntarnos ahora —en tercera persona— ¿Qué le empuja a ello? Como si no fuese con nosotros el problema. Es más, precisamente en nosotros encontramos ya algunas respuestas, acerca de ese profundo malestar: un malestar que no le permite ser feliz, ni siendo ignorante.

Es un hecho innegable: que comprender la razón de las cosas, aunque sea de forma vaga, y por nuestros propios medios o posibilidades — en tanto a como estas “cosas” o “entes” a nosotros se nos representan y las entendemos— ha llevado a dotarnos de valiosos mecanismos, por los cuales, comprobamos, se premia al individuo con emociones agradables, recompensando, en este ese entendimiento; e, igualmente, castigando con malestar la ignorancia y rencor al ignorante. Pues, es más fácil para el individuo vivir a la luz del mundo y en el conocimiento de las cosas, que hacerlo a la sombra de esa realidad y su oscurantismo. Sin embargo, para ello, para salvar esa distancia entre nosotros y el desconocimiento: de no saber casi nada de lo que somos y lo que nos rodea; (nosotros) el hombre, ha tratado desesperadamente de crear certidumbres que, aunque muchas veces falsas, pudieran servir de soporte virtual a su vida. Certidumbres estas, que periódicamente a lo largo de la historia has sido ridiculizadas, señalando a los defensores de aquellas “certezas”: de la centralidad de la Tierra, de la aparición “espontánea” de la inteligencia, la superioridad de la raza, e incluso de una visión mecanicista de la realidad… y, aun así, frente al riesgo a hacer de nuevo el ridículo frente a sus semejantes, el hombre: las personas, siguen apostando por tener certidumbres. No obstante, y aunque se rodeen esas certidumbres de misterio, ritos o sacralidad, religiosa o científica, la realidad y el paso del tiempo, oportunamente y de forma impasible, se ocupa de poner en cuestión todo supuesto conocimiento: “nuestra vida vive siempre de una interpretación del universo y que, en consecuencia, toda crisis supone desprenderse de esa ubre que amamanta nuestra vida” —Ortega y G. palabras muy expresivas del propio ortega, que invitan a disponernos a aceptar otra perspectiva vital, y a ver en consecuencia otras cosas ateniéndonos a ellas. Pues la Ciencia no es gradual y acumulativa, lineal; sino que viene en ocasiones a ser arrollada por una serie de grandes cambios; cambios, a veces drásticos de "paradigma".

I

Las grandes revoluciones o grandes cambios, decía P Davis, tienden a asociarse con las grandes reestructuraciones de las perspectivas humanas (Davis, por supuesto, refería revoluciones tecnológicas y científicas). Copérnico, Darwin o el mismo Einstein son ejemplo de ello: nada de lo que argumentaron aquellos genios estuvo fuera del entendimiento de sus semejantes, que a poco de formación académica —aunque no estuviesen familiarizados con los estudios— entendieron, sino de forma compleja, si de forma general lo que aquellos genios con sus ideas les querían decir —no tanto quizá quiso citar las ecuaciones en el caso de Einstein—. Y ello es debido a que las personas, por ejemplo, en occidente, todas compartimos —aunque habrá excepciones— no solo la cultura, la capacidad intelectual y la formación, sino igualmente la percepción (los sentidos) y, por tanto, igualmente compartimos nuestra representación del mundo material. Razón por la cual, el razonamiento de cualquier persona formada intelectualmente, es capaz de acceder a los pensamientos y representaciones de aquellos singulares científicos, entendiendo —al menos generalmente—qué nos querían decir.

Sin embargo, durante el primer cuarto del siglo pasado, y prácticamente a la vez que Einstein desarrollaba su teoría de la relatividad y relatividad general —a vez que una nueva física que permitiría un mejor entendimiento del macrocosmos— de otro lado y casi al mismo tiempo, se desarrollaba otro nuevo concepto de la física revolucionario, un concepto que vendría a reformular los aspectos básicos de la realidad, enfocándose esta de un modo nuevo, distinto e inesperado, más próximo al misticismo que al materialismo. Hoy todos, aunque sea de un modo simple, creemos entender aquello que es la realidad: todos tenemos una idea de ella. Sin embargo, y no se asombren: la teoría cuántica (probada y demostrada en muchos de sus aspectos) está fuera de todo entendimiento y razonamiento al común de los mortales, siendo accesible solo a muy pocas personas. Ni siquiera aquellos con amplia formación científica en otros campos, y que pretenden afirmar entenderla, tiene luego ni siquiera una idea de lo que aquellas ecuaciones representan, implican o proponen. Pues hablamos de una realidad de Alicia en el país de las maravillas cuanto menos, y ajena por completo a nuestros sentidos (y, por tanto), hablamos de una realidad a la que no tenemos acceso (y, por tanto) que ni entendemos ni comprendemos por más vueltas que le demos, o explicaciones que nos vendan: en esencia su sentido está oculto ( incluso a los que lo observan), pues precisamente nuestros sentidos y percepción del mundo y la realidad, primero, y después nuestra capacidad de intelecto, e inteligencia y percepción no están a la altura que se precisa para acceder a esa realidad, en tanto refiero: entenderla. Y Tanto es así, que los físicos que trabajan en ella, en sus ecuaciones, la aceptan dentro de sus laboratorios, pero la rechazan fuera de ellos: en su vida cotidiana y mientras están con sus familias y amigos. No hablan siquiera de ella, más allá de las paredes y pizarras de sus laboratorios, teorizando sobre sus consecuencias en la realidad... y hacen bien, créanme, pues los tomaríamos por locos: más locos incluso que a aquellos que dicen ver marcianitos verdes sobre tapacubos de 5m de diámetros. De hecho, no creeríamos nada de lo que nos dijesen en relación con las implicaciones que tienen en la realidad dichas ecuaciones, por cierto correctas, y tanto es así, que incluso Einstein, primero bastante incrédulo y rechazándola (recordemos aquella frase: dios no juega a los dados) terminó después por aceptarla. Pero de esta nueva aventura física y aceleradores de partículas, un filósofo (perdón) o mejor digamos un pensador cualquiera, que levante la cabeza de sus propia cosas e intereses, y no importa si ajeno a esta nueva física o familiarizado amplia o vagamente con ella, y sus ecuaciones, de inmediato advierte un problema o, lo que podríamos llamar: el problema.