Toda reflexión es una valiosa ventaja que obtiene el intelecto frente al optimismo. El mismo optimismo que, de manera asombrosa, emerge a caudales de aquellas mentes más conservadoras que piensan que nada o poco hay que cambiar pues, en general, ya está todo bien como está. El optimismo, al igual que la esperanza condena a quienes lo padecen al inmovilismo, la pasividad y finalmente a la indiferencia. Mientras que el modo apropiado de considerar todas las cosas, es aquel que reduce lo aparentemente positivo a lo verdaderamente útil, frente a lo dañino. El conocimiento humano recibe así su sentido y valor de este su destino práctico — (W. james). Pues intelecto ha sido dado al hombre, no para dejarse embaucar por pensamientos y sensaciones de terceros, sino para poder orientarse y acomodarse por sí mismo en la realidad de las cosas.
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