No nos dejemos engañar por las apariencias. Había mucho más que quemar, que
ideas paganas en la biblioteca de Alejandría. Hacia finales del siglo II y principios del III de nuestra era, la religión
cristiana ya se podía considerar como una religión totalmente emancipada, que
se expandía como una fulgurante llama de esperanza; asentándose, dentro
de las capas más desfavorecidas de la masa social. Incontables comenzaban a ser
aquellos que llevados por las revolucionarias ideas de un paraíso para los más
desamparados, seguían con fervor apasionado la nueva fe, mientras, que
también comenzaba a despertar simpatías dentro de la aristocracia romana y las
clases medias. Para entonces, como no podía a ser de otro modo, ya se había
desarrollado dentro de ésta una sólida estructura interna; una notable
organización jerárquica de doctores revestidos de autoridad y, como no
también habían comenzado a darse las primeras discrepancias movidas por
distintos puntos de vista, que comenzaban a ser lo suficientemente importantes,
como para amenazar la cohesión del conjunto y, poner en peligro a la propia
iglesia.
De entre la divergencia de
opiniones surgidas en cuanto al modo de entender la nueva fe, el cristianismo
vería surgir su primera crisis, aparecida de la mano de algunos grupos,
motivados por una actitud existencial característica de un tipo especial de
religiosidad “el gnosticismo”, cuya raíz primordial tendríamos que buscar escarbando en diferentes épocas, entre antiguas religiones pasadas como la egipcia,
que todo sea dicho, todavía se resistía a desaparecer. Pero, el tema a tratar
no es la gnosis general –a la cual se le atribuye el fundamento, fuente
de toda religión- sino, el de la Gnosis cristiana: una rama esotérica que se
dio dentro del seno del cristianismo primitivo, en la cual confluyeron elementos
egipcios, judíos y helénicos y, a la que se atribuye un origen en el tiempo
dentro de la misma perspectiva que a los propios padres de la iglesia, tales
como Clemente de Alejandría u Orígenes (7). Recordemos los comentarios de
Clemente de Alejandría acerca el verbo de acuerdo a especulaciones paganas
sobre el Logos y después de él, Orígenes, profundizando en la noción
neoplatónica y cristiana del Ser.
¿A dónde quiero ir a parar? Es muy sencillo. Precisamente, a esa Gnosis
cristiana, se le sitúa en un principio dentro del pensamiento neoplatónico. De
este modo, las tendencias que se habían manifestado en la filosofía griega y
alejandrina, elementos pitagóricos aristotélicos y estoicos se funden con el
platonismo en una vasta síntesis que debería influir en el pensamiento
cristiano. A partir de ese momento, la iglesia, para garantizar su propia
unidad y defenderse de ataques polémicos, comienza a poner en claro sus propias
idas y supuestos teóricos, creando, un fuerte sistema doctrinal que intenta
representar aquello que buscaba la filosofía griega y que no había hallado o
bien lo había hecho de manera imperfecta. Dentro de este periodo de
interpretación encontramos a los padres apologetas, quienes combatirán la
Gnosis y la patrística.
Desarrollar y
profundizar en esta interesante faceta hoy extinta del cristianismo llamada
Gnosticismo, seguro, sería un tema apasionante y entretenido, sin embargo, entiendo que
bastante se ha escrito y escribirá en el futuro sobre el asunto para que yo, lego en la
materia, pretenda explicar a nadie aquello que en su momento hizo temblar los
cimientos de la iglesia; más, es de la propia iglesia de la que quiero hablar
pues, si de algo sirvió el terremoto teológico surgido de Gnosticismo, no fue
para otra cosa que blindar aún más la fe, que hasta entonces todavía se veía vulnerable a ataques
internos y externos, llevando con ello a la elaboración de una teología mucho más
ortodoxa y una doctrina todavía más rigurosa que, a partir de ese momento se
opondrá a cualquier toma de posición diferente a la estricta, siendo
tomada como herética cualquier otra disertación. Ello, desembocaría finalmente en la creación de un canon "estricto" es decir,
una lista de libros autorizados por la iglesia, entre la multitud de escritos
que entonces circulaban, llegando a un acuerdo los padres de la iglesia en
torno a la mayor parte del nuevo testamento: evangelios así como las epístolas. Esta actitud con el
tiempo se volvió más intransigente y prohibitiva por parte de los
representantes de la iglesia, que se apoyaba en la noción de los textos canónicos
o inspirados que con el tiempo adquirieron el rango de escrituras sagradas. Así,
apologistas y padres de la iglesia crearan un muro de
filosofía llamada escolástica que dará sentido a las escrituras, entre quienes destacará
San Agustín: Conocedor de las influencias Gnósticas y esotéricas que conforman
el núcleo cristiano primitivo y tradicional, legitima de este modo tan
particular la religión que defendía diciendo: “si los filósofos han emitido por casualidad verdades útiles para
nuestra fe, no solo hay que tener esas verdades, sino que debemos arrancárselas
a esos ilegítimos detentores para usarlas nosotros”. Afirmando que “aquello que llamamos cristianismo ya
existía, y entre los antiguos nunca dejo de existir desde los orígenes de la
raza humana”. Un juicio extraordinario, ¿no creen?.
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