[«Preciso es, pues, ahora / que
conozcas todas las cosas: / de la verdad tan bellamente circular, la
inconmovible entraña / tanto como opiniones de mortales / en quien fe verdadera
no descansa» (Parménides – P. de la Naturaleza)] “El
origen o etiología de la idea del no-ser —equivalente a la de la nada— guarda
en la metafísica aristotélica una importancia fundamental, porque es uno de los
dos ejes centrales del primer principio de nuestro pensamiento, el de
contradicción, sin el que nos están vedados todos los demás, aunque sean
superiores. En efecto, en la expresión más sucinta de este principio (“no es
posible afirmar y negar simultáneamente”) se encuentra ya larvada no solamente
la idea del ser que sustenta la afirmación, sino la idea del no-ser o
de la Lada que sustentaría —y esta es la cuestión— la negación
subsiguiente, ya que no podría ser simultánea” (Carlos llano
Cifuentes: Sobre la etiología de la Nada).
Del texto superior queda explícito el principio de no contradicción: “Nada puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido” por tanto (Ser/la Nada o La Nada-es) son construcciones semánticas que, ni en el texto, ni fuera del texto tienen sentido alguno, pues afirman/niegan o niegan/afirman al mismo tiempo, quedando implícita su contradicción. Sin embargo, observamos como las personas buscan la Nada, por lo que ‘es’, y se preguntan o quieren saber ¿Qué es la nada?, o [¿Qué pasa con la nada?-(Heidegger)] precipitándose: buscando entonces aquello, repito, que la Nada ‘es’, o de algún modo haciéndola luego, por medio de constructos ‘ser’. Pero hay un problema primero y universal: la nada “no-es” ni puede ser, y esta es una de las razones, si no la razón primera y última por la que el estudio de la idea de la Nada se hace impracticable, y más aún por la forma de acceso (al conocimiento) hacia lo que no-es. “Esto que llamamos la Nada, referido a la Nada total y absoluta no solo no existe, sino que tampoco la podemos imaginar, o entender; es más no la deberíamos ni poder nombrar —innombrable, en tanto es un nombre que refiere aquello inexistente, siendo en sí mismo, el nombre, una contradicción—pues no sabemos de lo que hablamos, al no estar ‘aquello’ en el nivel existencial concreto, ni en el abstracto o cognitivo”; y es por ello que la describimos, precisamente como lo que no-es. Luego algunos nos dicen: “se trata de la idea de la ausencia de algo que es: el ser; pero, incluso las ideas ―en este caso negativas― no se pueden abordar, pensándolas de modo directo: como lo que son. No debe olvidarse que toda negación viene expresada antes sobre una afirmación que es su causa, pues la afirmación ‘siempre’ es anterior a la negación: las ideas negativas tienen, por lo tanto, su contenido (o principio) en las positivas [el ser ‘primero’ y en total ausencia absoluta (en ningún lugar) del ser: la Nada]
Pero, de algún modo, hemos dado nombre un
‘propio’: ‘la Nada’ para referirnos a la ausencia del ‘ser’ “...
problema que originariamente surge en el lenguaje con motivo de
resolver el problema metafísico del origen del ser: el de la
creación… Pero el problema que arrastra la Nada desde su
orígenes es, e igualmente así lo define Bergson, creer por alguna
razón, que la nada se ha dado antes del ser, siendo luego esta
misma la explicación del origen de la idea de la Nada, cuando entendemos la
necesidad de encontrar un origen al ser”. Un ‘ser’ , sin
embargo y que como vemos ya tiene y nos referimos a él con su propio
nombre, y sin embargo, no nos refiriéndonos a su ausencia de este,
como ser-ausente, o ausencia- del ser, sino
afirmando, en su ausencia: la Nada (es decir: algo y
nada, a la vez, y en el mismo sentido; pues al querer decir nada: que
no hay nada, nombramos algo (que-es, ya algo al nómbralo, pero no el ser, sino
la Nada) cuando lo cierto es, que en ausencia de algo, de
cualquier cosa, o el ser en este caso: lo ausente no es nada tan
solo por ser ausente, e igualmente, tampoco es nada por no
estar presente-en apariencia, entiéndase: no lo
podamos ver o percibir.
Sin embargo, y repito, por alguna razón
dimos y aceptamos ese nombre: la Nada, que refiere a
la ausencia absoluta: o inexistencia absoluta del ser,
y que ciertamente nos ayuda lingüísticamente a expresar lo que queremos decir,
cuando hablamos de ‘ausencia absoluta de ser’ pero
que debe entenderse siempre, como lo que quiere decir: ‘inexistencia, en
ningún lugar, de todo ser’. Sin embargo, es precisamente el mismo
nombre ‘la Nada’, dado con motivo de resolver un problema
metafísico, lo que nos lleva a otro problema metafísico y a la confusión de
la doxa, pues al
tener implícito su nombre el principio de contradicción,
inconscientemente caemos en sus redes y nosotros mismos contradecimos la razón
y el sentido común al observar, como esa Nada que no es nada ni a nada
refiere, solo pensarla nos lleva a algo… a pensar
y pensar en ‘algo’ que es y tiene nombre, y
por lo tanto la mente (cayendo en esos abismos de la razón) otorga valor
epistémico, aún cuando ese algo habría de remitir, y
vuelvo a repetir: a lo que no-es, no existe, ni puede existir, ni ha
existido jamás (nada surge de la nada) o, dicho de otro
modo, la Nada nos remite: a la ausencia total de
todo y a lo no verdadero. Pero no queda ahí esta absurda
situación, cuando bien entendida La Nada como lo
inexistente, perplejos, observamos que solo mencionarla ―y como la flecha al
blanco― la mente ya dirige hacia ella su atención: a pensar en
esta y (lo peor) es, que de manera tan irracional como
aquello mismo que buscamos, pretendemos luego revelarla como
algo ‘distinto’ que ocupa el lugar ser y por lo tanto:
no es la misma cosa, no es el ser, pero, y, esto es
lo más absurdo, luego si es la misma cosa, entiéndase: una cosa que cambia
de Nada a ser y de ser a Nada. De modo, que “precisamente,
lo que en primer lugar debería ser "el ser", se revela más
tarde como un no-ser; el ser y el no-ser (no-ser
en tanto a la Nada) siendo lo mismo para la δόξα’… “es por ello que Parménides llamará
a los mortales, en cuanto están en la δόξα «bicéfalos»;
para los que «el ser y el no ser parece la misma y (y a la vez) no la misma
cosa, pues en tanto el hombre se ha amarrado al ámbito de lo
reciente presente, es decir, cuando ha perdido de vista lo anteriormente
presente, ya ha pasado a considerar exclusivamente lo ahora presente
y (en presencia) como el ser y, por tanto, lo desaparecido o no presente sólo
como un no-ser (considerando este no-ser/ no-estar presente-en apariencia:
la nada). Con ello el ser y el no-ser (el no
estar presente-en apariencia) que al principio deberían ser lo
mismo, se revelan como distintos a la δόξα. [“En la concepción
del ser de la δόξα se confunden, por
tanto, el ser y el no ser de tal forma que no solamente se pasa del uno al
otro, sino incluso de una identidad a una no-identidad y a su vez de su
no-identidad a una identidad”― (Ingeborg Schussler)].
"Puedo comprender la ausencia del Ser, pero ¿Quién puede comprender la ausencia de la Nada? Si ahora, encima de todo, el No-Ser Es, ¿Quién puede comprenderlo?", incluso para chuang Tzu (La Luz de las Estrellas y el No-Ser) este muestra su asombro ante este embrollo: Si ahora, encima de todo, el No-Ser Es. Pero algo no "es" "nada": siendo (no ser), solo por haber salido de la presencia (¿entienden esto?), lo que nos lleva a tener que re-pensar igualmente la forma de expresarnos, para poder entender… entendiendo: que ser y estar-presente y ser y no-ser (no-estar presente digamos "en apariencia") es igualmente ser, (no entendemos pues, la ausencia del ser, como no-ser) tan solo por salir de la presencia- en apariencia; pues el ser es siempre, siempre está (aunque no exista una conciencia para verlo, y esto incluso la ciencia, lo puede afirmar). Pero atendamos el término: ‘en apariencia’. Si llamamos salir de la presencia/en apariencia, al ser: en apariencia refiere, entendiendo, que este sigue ahí, aunque no lo percibamos ¿En qué consiste entonces esta apariencia, o apariencia que ofusca al ser?
LO QUE "EL SER" NO ES: LA APARIENCIA
Apariencia es "ser", pero no es "el ser" la apariencia del ser.
Creo conveniente hacer una aclaración sobre la apariencia, antes de seguir para mejor entendimiento de estos (los textos. No sé, si también de la apariencia: eso espero). Por tanto, no diré aquí lo que la apariencia es, pues la apariencia es, en tanto a quien la mente y para él o aquellos sea y se muestre, luego una cosa u otra. Mejor diré, que no sé qué es exactamente la apariencia, pero sí explicare que es la apariencia y como yo la entiendo dada a estos: los textos que escribo e ideas expresadas en ellos, y así mejor entenderlos, en tanto a qué quiero decir, cuando utilizo el término apariencia, o en apariencia.
I
Existe una tradición filosófica que se remonta incluso a antes de Platón, y que reflexiona sobre una cuestión “concreta”, llevando de cabeza a la filosofía desde sus inicios: las apariencias, considerando estas (lo que vemos o percibimos ante nuestros sentidos) de una menor entidad frente a la realidad existente... mostrándose, luego y con el tiempo, este, como el primer gran problema que la filosofía se plantea, siendo aspecto relevante en los filósofos primeros, dados a la búsqueda de un sustrato inmutable capaz de explicar la realidad: siempre cambiante y efímera, frente a la auténtica realidad que habrá de ser, únicamente accesible a nuestra inteligencia (al pensar).
Hoy por apariencia, entendemos se trata de realidades veladas a nuestros sentidos (como átomos y moléculas por ejemplo) y comprensibles solo a la razón: a nuestra inteligencia, por medio de (números, sintagmas, etc.) que son los que nos proporcionan, una explicación a las apariencias cotidianas. Esta capacidad explicativa da luego mayor relevancia a las realidades, frente a las "simples apariencias" de aquellas realidades. La Apariencia, por lo tanto, se considera clásicamente un conocimiento incompleto y superficial, cuando no obnubilado (debido a la limitada de percepción de los sentidos primarios: vista oído, olfato, gusto y tacto) ―en contraposición a la realidad en sí misma, o conocimiento verdadero y profundo: o esencia de las cosas 8 de la realidad), solo accesible al sentido de la razón. Así, el término apariencia alude inevitablemente a aquello que (no tanto oculta - del todo) sino que más bien oculta en sí, o tras de sí, a los sentidos primarios: su esencia, de la cosa (su ser). En otras palabras, la apariencia es, lo que se muestra-manifiesta-evidencia a los sentidos, nuestros sentidos primarios, pero no la naturaleza última real y verdadera de las cosas (su ser), la cual está oculta/velada tras la apariencia que nos es dada a los sentidos. Unos sentidos, que no nos fueron otorgados, o evolucionaron, para comprender esencia alguna de las cosas, sino para distinguir lo útil de lo inútil, lo peligroso de lo que no lo era, lo comestible de lo que no se podía comer, y primariamente (en tanto a importancia) a discernir, entre lo que ayudaba a sobrevivir, de lo que nos podía quitar la vida.
Y es por aquellos mismos sentidos limitados, todavía, a su primera y primaria utilidad, pero hoy sumados a la razón, que nos adentramos (o intentamos adentrarnos) en las cosas, en su naturaleza, pretendiendo de ellas: su esencia; sin que debamos dar por hecho y cierto que (la reflexión solo y por sí misma) en torno a lo conocido: la apariencia, dada por las cosas a nosotros, a nuestros sentidos ―ya desde el primer momento y a través de de lo proyectado: "su apariencia" en sí, de estas cosas― nos lleve a la realidad (o esencia) misma, de aquel ser que la proyecta (por la luz reflejada) como realidad de este, e igualmente tampoco como esencia misma de aquel ser (o ser primero que la emite) frente a la realidad de lo proyectado: la apariencia, ésta en sí y por sí "ente" y por lo tanto alguna cosa, e igualmente real pero aparte: otra cosa, por tanto. Pero ¿Y por qué otra cosa? La apariencia, al sentido de la vista no es sino luz, luz (que es algo); luz emitida por un cuerpo en algún lugar, y luego reflejada por otro cuerpo/cosa/ente. Así, cuando miramos y vemos un cuerpo (cosa/ente) en la tierra―no emisor de luz/radiación― no vemos ese cuerpo, sino la luz que éste refleja dada a nuestros sentidos: otra cosa por tanto, es aquello que vemos, pero que no forma parte (del ser que lo proyecta o refleja): y que sí, se ve alterada por él (por la cosa que lo refleja) pero no, no es él, no es la cosa que lo refleja... del mismo modo, que tampoco es esa luz o reflejo, aquello que en primera instancia la emitió: una estrella por ejemplo (el sol). De lo que se desprende y así lo entiendo, que tanto la luz de aquella cosa que la emite ―la estrella― luz que se nos mostrará como apariencia de algo a nuestros sentidos, como aquello que luego refleje la luz (un árbol, por ejemplo) y que se nos mostrará igualmente como apariencia de algo, aunque nos de información de ambos: de la cosa que lo emite, o bien, que refleja, no es (esa apariencia) ninguna de las dos: ni la cosa que lo emite, ni la cosa que lo refleja (cuestión); y más profundamente esto lo entendemos cuando hablamos del fotón, que tampoco es (ese fotón) el electrón que lo emite, sino un (producto o subproducto: proyectado) una emanación por radiación, a partir de ese electrón que reacciona dando como resultado y subproducto, de la reacción: un fotón, que luego alcanzamos a ver/percibir; sin embargo, nunca veremos el electrón/emisor que quedó en su sitio, y solo percibiremos el fotón (que es otra cosa distinta del electrón): la luz, una luz (como un espíritu que nos trae información) y que nos llegará después emanada por aquel electrón viajando hasta llegar a nosotros e impactando a la vista y nuestros sentidos (como apariencia de algo, e información de algo). A decir, sobre la luz, esta no es material: el fotón no tiene masa y tampoco posee carga eléctrica, y no se desintegra espontáneamente en el vacío. El fotón /la luz parece no tener vida sino impacta sobre alguna superficie; y sin embargo es más al revés, una superficie parece no tener vida o existencia, si esta no refleja la luz del fotón: allá donde hay luz hay algo, información de algo que nos llega a través de la luz, que ese algo refleja o emite. y de forma parecida ocurre al tacto, no tocamos jamás la materia y solo sentimos la fuerza (repulsión que nos da la información de algo) e impide que se pueda entremezclar esta materia.
Quizá, sea el ejemplo de Platón sea el más célebre, de un mundo en que todo se percibe y conoce a partir de apariencias, es decir: engaños o ilusiones. Pero como refiero al principio, este es un problema anterior; precisamente esta oposición entre lo aparente y lo real aquello que constituye la esencia misma del pensamiento de Parménides, que habría de distinguir ya dos vías: la vía de la verdad, que nos coloca frente al ser-eterno, uno e inmutable, y la vía de la opinión, que no nos da sino el mundo sensible del cambio y la multiplicidad; luego entendiendo nosotros: que si la primera vía, la vía basada en la razón, nos coloca frente a la realidad inmutable: esencia-el ser, la segunda vía, establecida sobre los sentidos primarios, no puede sino mostrar otra cosa que una realidad engañosa, es decir, una mera apariencia.
Después de Parménides, la apariencia (o el problema de la apariencia) ha remitido siempre al problema de la realidad, tanto que las relaciones entre ambas (apariencia y realidad) se resumen básicamente en dos propuestas: de un lado, están para los que la apariencia oculta la verdadera realidad; y de otro, aquellos para los que la apariencia es la realidad misma y manifestación de esta y, por tanto: la realidad misma; si bien, encuentro interesante, en el sentido de lo anterior (de las propuestas) las palabras de Husserl, cuando refiere los fenómenos y la apariencia, presentándonos tres casos distinguibles y singulares siendo, el primero: donde la apariencia podría manifestar la verdad del objeto (y los fenomenólogos están de acuerdo, erróneamente, a mi entender); el segundo: donde la apariencia podría ocultar la verdad del objeto (no el objeto); y por último y doy mayor razón, tal y como yo lo entiendo en estos textos, el tercero: donde la apariencia se muestra, como un indicador del camino que se debe seguir para llegar al objeto, lo que me lleva de nuevo a la segunda, donde la apariencia podría ocultar la verdad (el ser) del objeto (pero no el objeto) y así: la apariencia revela un objeto (existente), pero no el ser (o esencia) del objeto, y de aquí podamos entender, de alguna manera la razón para los fenomenólogos, en tanto que: la apariencia es la verdad del objeto, si bien y a este respecto, del párrafo anterior se adivina mi posición. En Kant, la apariencia está en completa contraposición de la “cosa en sí” si bien él no ve en ella engaños o ilusiones. Y por último, hay un escrito, no muy conocido, libro redactado por Mariano Ibérico, allá a mediados del siglo pasado, titulado La Aparición; ensayos sobre el ser y el aparecer, donde se menciona, que el ser es en sí, no obstante aparece a una consciencia, y ésta lo “refleja” en tanto que apariencia, haciendo de esta forma una síntesis del ser y la apariencia. De donde se puede profundizar en ello, obteniendo algunas ideas al respecto: como que la apariencia es "ser", pero no es "el ser" mismo la apariencia.
II
Solo es ser, lo que está y no está presente.
“solo es ser, en lo que está y no está presente;
más, no se nos permite saber"
El hombre, mortal e incompleto en su imperfecta naturaleza, se mueve en un ámbito reducido y concreto de su existencia y percepciones y, por lo tanto, solo puede concebir aquello que-es, cuando se le presente en su propio ámbito: de sus sentidos e, igualmente, ‘sensaciones’; mas luego considera aquello que no se presenta a sus sentidos y sensaciones, como algo que no-es: (o bien entiende que, no está ahí : porque no existió nunca ahí / está ausente de-ahí: o porque estuvo ahí, pero ya no está-ahí / o, bien no existe: no existe ahí, ni en ningún lugar.. “Ahora bien, encontramos también en el hombre (y de su experiencia), que aquello que está presentándose dentro de su ámbito, se encuentra en la alteración del aparecer y desaparecer (Ingeborg Schussler) de tal forma que en cada caso, sale de su presencia hacia una no-presencia o ausencia mal entendida (que yo entiendo como aparente ausencia) o también definida como: “no presente–en apariencia― pero el hombre, limitado siempre a aquello que le es perceptible, no considera lo que salió de su presencia ―y por tanto, que ni ve o siente― como lo que es ausente, ser ausente; sino precisamente lo entiende como lo que no-es, como “no-ser”(no presencia del ser-ahí); obviando, que “no siempre la naturaleza se muestra, ni se muestra en todo momento, ni en toda su forma y verdadera grandeza, ni a todos, ni en un primer momento: pues dependiendo de cómo (la forma) y a quién, hay que acceder como a nuestro reflejo en agua de una charca, cuando la lluvia "en apariencia" lo hace desaparecer o desfigura, mas luego aparecerá de nuevo, pero que está, ha estado siempre allí”. Pues la realidad siempre la encontramos velada en una apariencia a desvelar, cuando en su diferencia encontramos la verdad, que solo su disolución: el pensamiento, nos la hace visible. Siendo esta la ‘encrucijada’ a saber: no entender, que algo no es Nada, solo por haber salido de la presencia y confundiendo por tanto, el ser y el (no-ser/no-estar, ausencia en apariencia) del ser (o fuera de la presencia a nuestros sentido y sensaciones ) con no-ser (o ausencia absoluta) en tanto a Nada; de tal forma que no solo se pasa del uno al otro, inadvertidamente, sino que de la identidad a una no-identidad, y a su vez de la no-identidad a una identidad; así y luego…la δόξα pensará que de la Nada el Ser aparecerá, y si luego desaparece, pensara que no hay nada, cuando se trata del mismo ser, presente o, no presente-en apariencia (sin que la no presencia suponga la Nada, ni deje por tanto del ser (el ser, no presente-en apariencia) pues y a pesar de que haya sido rozado constantemente; a pesar de que la δόξα (doxa) tiene trato en todas partes con el ser y el no-ser, incluso teniendo, a veces, una decidida concepción de este ‘ser’, finalmente no puede informarnos sobre la consistencia de este. Pero cabe entender, por encima de todo que " solo es ser, en lo que está y no está presente; más, no se nos permite saber": que muere agotado de sed quien del espejismo ve verdad, y al ir hacia este luego hallará mentira.
δόξα (Doxa) es ese mundo siempre cambiante y relativo de la opinión y del: “me parece que” (los otros), como cambiantes y relativas son las opiniones ― tanto el conocimiento icónico (o sistema de comunicación que trata de representar la realidad visual que nos rodea, a través de logotipos, o imágenes y en sus elementos más evidentes: colores, formas y texturas entre otros); como el conocimiento de los objetos sensibles, obtenido a través de los sentidos, o conocimiento sensible, que genera opiniones, conforman el mundo de la doxa.― y que no solo es aplicable a los medios de comunicación o las redes sociales, como algunos puede suponer... viendo dónde esto nos puede conducir.
“En algún momento de nuestra existencia, y si tenemos suerte, es posible que nos encontremos en un callejón sin salida”, afirma Peter Kingsley, (In the Dark Places of Wisdom, 1999). En otras palabras, aunque se derivan estas de las suyas: si uno tiene suerte o se lo propone, es posible que aceptemos el desafío y elijamos ese camino difícil que finalmente nos lleve a una encrucijada mayor, donde ninguna de las aparentes opciones pueda satisfacernos… y ante lo que se nos muestra delante de nosotros, sospechemos, “que el camino que vemos la izquierda lleva al infierno, el camino de la derecha lleva, igualmente al infierno, que la carretera que tenemos delante lleva al infierno y que, si damos la vuelta, terminaremos en el infierno”. Entiéndase, ese lugar y momento a partir del cual, de todos los caminos advertimos llevan al mismo y a ningún lugar (a nada: o a la Nada), sin otra alternativa que enfrentar, superando esta situación. Es justo en ese lugar y momento, cuando uno, y si antes comprendió a dónde y por donde iba, pero sobre todo: que lo movía y cuál es su destino (el Ser, y no la Nada), conseguirá despertar, aquello olvidado que ni podíamos imaginar (y nos había sido sustraído): la propia luz que nos ilumine aquellas sendas antes oscuras: poder ver sin mirar, y a la vez entender más allá, sobre los límites mismos de la razón y los sentidos. ¿Por qué? ahora esta introducción… a medias de apercibimiento, a medias de motivación / a medias de Kingsley, a medias mía... es normal que lo preguntemos, no en vano las personas somos los únicos que parecen hacer algunas cosas sin motivo alguno, o pensar cosas que no tienen ninguna razón o sentido: espero que esta: mi razón y el sentido lo encuentren a estas palabras, en el texto que sigue...”
E. Trías insiste en que una filosofía o filosofía del ser (ontología) que se distancié sobre el extraordinario desafío que la Nada nos propone, no puede acreditarse como tal filosofía. Por lo tanto, hemos de pensarla se nos dice, pero ¿por qué? Si prestamos atención a lo que Trías luego nos dice, veremos su agudeza al abrir una nueva vía que nos alumbrará, al proponer este pensar ‘la Nada’ no como un fin, sino como un volver a pensar, ‘re-pensando la Nada’ como vía de, o hacia el conocimiento / hacia una frontera o límite (limen que Trias ya había transitado, y al que nos invita), donde puede ‘comparecer’ la Nada, pero que yo llamaré mejor: ‘espejismo’ de la Nada, espejismo que se debe superar del todo, a través de este nuevo re-pensar, entendiendo este ‘re-pensar la Nada’ como un crecimiento hacia un mejor pensar y saber mayor. Si bien, el término ‘comparecer’ precisa de aclaración en tanto a mi entender, pues entiendo ‘comparecer’ no como presencia física de la Nada (por supuesto) sino como un límite dado y expuesto a la mente, a superar por la razón; entiéndase: habiendo elegido la vía extraviada y errática de la Nada: un punto y seguido en el camino, donde habiendo llegado a este, entendemos aquello (presente… que no-es) superándolo; como en el desierto el sediento, sin prestar atención al espejismo, y manteniendo la razón y el sentido, prevalece sobre cual ardid que la esfinge propone, alcanzando, así finalmente el pozo y su destino. Entendemos, por tanto: una “frontera o límite" (o mejor sería decir: una encrucijada a la razón) que se debe superar por medio del entendimiento, a través de este ‘re-pensar la Nada’ / en tanto a un espejismo de la mente, que nos desvía el rumbo y la atención, atrapando la razón luego entre etéreas e infinitas redes.
Llegados a este punto, y modulando la señal que se nos envía, podemos entender qué quiere decir Trias, en tanto, que si hay tal cosa como el pensamiento es, justamente, por el reto y envite que la Nada, y llegados a ese límite propone: un punto y seguido para algunos (mi caso), para otros (aquellos que se quedan en la nada) final del camino. Luego, igualmente, extensiva esta reflexión es “en relación al propio lenguaje, o expresión lingüística de todo pensamiento, pues de igual modo al superar la Nada, se supera el escollo que supone el lenguaje frente a esta. Se propone, por lo tanto y de este modo el transitar (la senda extraviada y errática de la Nada) como aquello mismo que trae la posibilidad para que prospere la inteligencia, emergiendo de su modorra que, precisamente y ante el problema que propone la Nada, “permite el salto del ensañamiento preconsciente donde dormita, en la escala de la vida, la inteligencia", hasta la plena efervescencia de esta, y superar ese escollo que es la Nada supone y propone cuando pensamos el ser. Pero y aclarado ya este punto, donde la Nada no es nada, sino un mero espejismo a los sentidos surgido de la mente, y que se muestra a la razón habiéndose de superar: ahora, nos preguntamos nosotros, realmente ¿su cuestionamiento hace posible la inteligencia? “Quizás”, o mejor dicho: “quizás toda inteligencia sea, ante y sobre todo, inteligencia de la Nada o relativa siempre a esa Nada, en la que parece hallar su propia condición de surgimiento” (E. Trías).
Así, y desde esta nueva perspectiva, el proyecto observamos parecería estar más allá incluso de aquello que no-es: de la Nada, y más vasto por tanto será al ejercicio de pensar, pues se trata de superar la idea o “el espejismo” en nuestra mente, de "la Nada", de lo que no-es, e ir mas allá: en busca del Ser. Pero, la cuestión ahora sería, antes de seguir, es necesario ¿debemos examinar de nuevo la Nada? ¿hacemos bien adentrándonos en el universo de la nada, aun cuando esta no es real? entiendo que si, por supuesto, es la razón por la que ahora me encuentro aquí: debe examinarse «en sí y por sí» individualmente, pero no solo, y como afirma Trías —si queremos alcanzar los mejores matices de su naturaleza— sino, igualmente, si realmente ambicionamos alcanzar y probar a ver, hasta dónde nos transporta en este re-pensar la Nada… superándola: desde nuevas y, por qué no, también olvidadas o rechazadas perspectivas. Pues de esa misma inteligencia, probarla, ‘quizás’, primero esté en entender y discernir qué es verosímil y qué no lo es (qué es verdad, y qué lo es para la δόξα, doxa). De modo que sí, entiendo debemos recoger el guante que se nos arroja e ir más allá, incluso, en el sentido que se pueda llevar a culminación el proyecto fallido de Heidegger, como insinúa Trías: aunque esto último: deba coger el guante (de Heidegger) ¡el que pueda! más que quien quiera: que no soy yo, ni tampoco puedo, ni es este el caso.
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