La Nada y el Hombre/ Jordi Maqueda / Aceuchal - Badajoz, 21 de Enero de 2023
Heidegger
OBJECIONES A LA NADA
REVELADA DESDE LA ANGUSTIA
"La nada es eso terrible que crece haciendo más grande a lo que pierdes, la nada lo destroza todo; es el vacío que queda, como una ciega desesperación que destruye el mundo y no se sustituye por otra cosa, es solo desesperación". - (Gmork)
Por supuesto, he experimentado angustia, a mi pesar; pero he de decir que no estoy de acuerdo en las apreciaciones que se entienden a partir de la exposición de Heidegger. Y no quiero decir con ello que la Nada, no tenga que ver directamente con el ser; quiero decir: con el problema del ser, entiéndase, relativo a la pregunta ¿Existió algo antes que el ser?, sino más con esa angustia, en tanto esta es reveladora de la Nada ―y me refiero a la única Nada que yo entiendo, y entiendo que podemos entender todos: la Nada absoluta― estando más próximo a la idea que se desprende en relación con angustia, a partir de los textos de Kierkeggard. Pues, aun sintiendo en ocasiones ese estado de angustia frente a un problema, o anticipación de un problema ‘real y concreto’: sea este una decisión importante o una mala noticia, no encuentro ahí lugar: en la angustia, ni razón en ella para afirmar reconocer la posibilidad de que algo pueda surgir a partir de esa situación (sino más angustia todavía o, en una persona sana: la razón misma de huir–de la angustia); como tampoco tengo claro, sí “en la angustia se puede estar frente a nada o a la Nada, manteniendo las capacidades cognitivas para reconocerla y considera como tal, o si tan siquiera ser capaz de considerar nada en esas condiciones, precisamente allí, donde la nitidez con la que el individuo capta el fenómeno más se atenúa y desdibuja / “donde al no verse capaz de iniciar una acción que alivie el sentimiento que está provocando esa angustia ―por ser, precisamente, ese tipo particular de miedo (un miedo sin razón y objeto–Heidegger)― la situación conlleva un grave y marcado deterioro del funcionamiento fisiológico, psicológico y social del individuo ― (Rev. Mal-Estar Subj. v.3 n.1 Fortaleza mar. 2003/ Juan Carlos Sierra; Virgilio Ortega; Ihab). Pues mientras la angustia normal (venida de la amenaza real: enfermedad o toma de decisiones) en un individuo sano, no implica una reducción de la libertad del ser humano, sino al contrario, pudiendo potenciarlo a buscar una salida apropiada, como entendemos en Kierkegaard, a saltar/ mas luego “la angustia patológica (aquella percibida sin razón ni objeto) se muestra, por el contrario, como una reacción desproporcionada respecto a la situación que se presenta, siendo primaria y profunda; una angustia estereotipada y anacrónica, que revive e imagina un conflicto tal vez inexistente” (Ayuso, 1988). Pero y como dije anteriormente, al final de la otra entrada, no son pocos los que lo hacen... lanzarse a los abismos de la Nada, con la falsa promesa de encontrar allí, donde nada hay para él: al ser.
He leído de la mano de un profesor de filosofía al que admiro—pero con el que desafortunadamente no estoy de acuerdo en algunas de sus apreciaciones—que: [“la cuestión de la Nada está implicada en la vida del que la entiende (?), y esto afecta directamente en su percepción antropológica”. Y, “Por tanto, concebir al hombre desde la Nada propiciará, ineludiblemente, que se tenga que replantear la concepción que se tiene sobre lo que es mejor para el humano mismo, es decir, las ideas sobre lo que significa el Desarrollo o la superación del humano” — Contemplar la Nada, Un camino alterno hacia la comprensión del Ser (Héctor Sevilla, doctor en filosofía). Pero y como dije, no estoy de acuerdo con Héctor, es más: apenas entendí nada de lo expresado en esas líneas; o quizá entendí algo ―pues algo dice― pero solo me parecen palabras que fuera del texto no llevan a contexto alguno y concreto de la realidad; o acaso: ¿ya entendimos la Nada?, cuando dice Héctor en su libro: “la cuestión de la Nada está implicada en la vida del que la entiende y esto afecta directamente en su percepción antropológica”. Pero..., ¿estamos hablando de la Nada? (de la Nada absoluta) o, estamos hablando de aquella Nada revelada en la angustia por Heidegger; pues quedó claro que no hablamos de la misma cosa, dado un supuesto u otro. De todas formas, y dando por supuesto que hablamos de la única de la que podemos hablar: la revelada por Heidegger, parece sabemos muchas cosas de esa Nada, y todo a partir de la experiencia de otro, que nos esforzamos muchos por entender, pero que recordemos: parte sobre la experiencia subjetiva de la idea reveladora de la Nada, revelada en la angustia, que luego revela al ser, y todo ello interpretado por Heidegger... si no voy mal encaminado.
Pero Héctor me habla de entender la Nada y yo me pregunto ¿cómo puedo entender la nada? He sufrido dolor: muchísimo, pero no entiendo el dolor; he amado, pero no entiendo el amor; he estado a las puertas de morir, pero no entiendo la muerte; he sufrido y menos entiendo el sufrimiento; conozco muy bien a algunas personas, pero observo, que luego no las entiendo y menos aún las conozco; vivo, creo que plenamente, pero soy incapaz de entender el sentido de la vida: ni siquiera sé por qué estoy aquí, en el mundo: yo no lo pedí y, por supuesto mis padres tampoco: aunque, posiblemente para todo haya una razón o al menos, eso espero. De modo que al leer el párrafo anterior de Héctor, me encuentro desarbolado e incapaz a la vez, pues no parezco entender ni siquiera siendo aquello venido de mi propia experiencia; así pues, ¿cómo podría yo entender la Nada?, y menos que esta parta de una angustia que de manera consciente con todas sus fuerzas mi naturaleza rechaza: de la que huyo, y doy por sentado que ninguno queremos conocer, y menos experimentar; aunque, luego la experiencia te dé eso: experiencia y un cierto ‘acostumbrarse’ sobre aquel ámbito tormentoso de la existencia. Sobre todo, cuando los que hemos surcado esas aguas tempestuosas, conocemos sus corrientes, y si bien es siempre desagradable el encuentro, como Sísifo, transitamos el páramo cada vez con menor aflicción. Pues si algo es propio del hombre es la costumbre y a todo se acostumbra este —incluso, a los infiernos si se da el caso— y la angustia no es ni de lejos el infierno. Pero la Nada: eso es otra cosa (que no-es) que no puede estar donde uno está de ningún modo; acaso, podrá estar cuando [ya no-estés] y esa es su terrible realidad: cuando al pretender asomarse a ella se intuye difuso el rostro de la muerte, lo primero, que la abandera. De modo que, olvidándonos por un momento si entendemos mejor esto o aquello respecto a la Nada, lo que sí, entendemos de una determinada línea de textos, respecto a lo que nos ocupa, cuestionarnos la Nada: parece más que de conocimiento, un camino de aceptación de una realidad que choca de frente con el motor y voluntad de todo hombre: un abocarse a los abismos, literalmente, en busca de la Nada, azotado por la zozobra de la angustia y unas circunstancias adversas, cuando solo pensar en ello ya antecede lo pavoroso, y no digo que la angustia no tenga su interés, su qué, y su razón de ser (anticipar el peligro) pero si este es el camino, consciente, luego no es de extrañar que desde otros ámbitos hayamos hecho de la Nada (de la desconocida) una desdibujada conocida: banalizada, haciéndola más soportable y cercana a nuestra realidad y comprensión.
Pero qué encontrase Heidegger la Nada en la angustia de su experiencia, ¿es óbice para que otros puedan encontrar la Nada en otro sitio? Y de vuelta, ¿Por qué la angustia?, no parece este estado de ánimo/entorno (tomado por entero por la propia angustia) lugar para otra cosa que no sea angustia (hablo por mi experiencia). Jünger afirma que Heidegger da en la diana al afirmar: “La angustia es un estado de ánimo totalmente particular, indeterminado. Cuando llega se le percibe en todas partes, pero, sin embargo, es imposible localizarla en un sitio exacto”. Sí, tal vez es el estado de ánimo fundamental del hombre, ese extraño ser que atraviesa el tiempo y en su lucha contra la Nada ha de hacer frente a dos pruebas inevitables: la de la duda y la del dolor. (Jünger). Pero prestemos atención a esto último, es interesante, pues y aunque nos sea imposible localizar la angustia en un sitio exacto, como afirma Jünger, lo que sí localizamos inmediatamente es su origen, en la duda, esa duda que es la desazón que alimenta y proyecta la angustia, así como el dolor/ o la razón del dolor que la causa, y que no son la razón de la angustia: sino la misma angustia.
Una angustia, que por supuesto tiene su (causa-de ser / la duda) y su (razón-de ser / anticipar - el peligro) pero nada que ver con la razón de permanecer en ese estado de angustia, y menos frente a la Nada, suponiendo que en ese estado se pueda acceder, ni siquiera inconscientemente a algo más que a aquello que causa la angustia, o al dolor que provoca: esto en la vida real —a menos que no nos estemos remitiendo a la realidad, o nuestra realidad se limite a lo afirmado en lo subjetivo de unos textos, claro está—. Y precisamente sobre esos textos, una vez elaborada la pregunta por la nada, trata Heidegger de responder a tal pregunta pasando y aportando de la angustia y la Nada algunas caracterizaciones donde, además, nos advierte que aquello que la Nada, descubre no es ni ente, ni objeto: «En la angustia la nada aparece “a una” con el ente en su totalidad»18. «En la angustia el ente se torna caduco» 20. Y a esta caducidad acompaña una especie de tranquilidad, de fascinación, o de «calma hechizada» 21, que Heidegger entiende como Nichtung, entiéndase: desistimiento, anonadamiento (La nada no atrae hacia sí, más bien rechaza, pero «en tanto que sentimos el rechazo de la nada, somos a la vez remitidos a lo que precisamente se escapa de nosotros, o sea, al ente en total (…) Es el escaparse de las cosas y el retroceder del Dasein lo que describe el funcionamiento de la nada. Heidegger ha llamado a esto «el anonadamiento de la nada» (cf. COHN, P., o.cit., p. 157). — R. ÁVILA, (HEIDEGGER Y EL PROBLEMA DE LA NADA).
Sin embargo, si yo fuese abogado protestaría, cuando de las frases anteriores «En la angustia el ente se torna caduco»/ «En la angustia la nada aparece “a una” con el ente en su totalidad»/ «Y a esta caducidad acompaña una especie de tranquilidad, de fascinación, o de «calma hechizada», y que Heidegger entiende como Nichtung (desistimiento, anonadamiento) sugiere ―así lo entiendo yo― un predisponernos / se nos dice lo que debemos ver, entender, sobre una experiencia que juzgo siempre será subjetiva (de él). Pero nadie puede hablar de la angustia / en la angustia, de manera objetiva, afirmando condición alguna de esta, en otro ser: por lo que ninguna persona puede hablar a otra de lo que es, o como es la angustia: su propia angustia, del otro, con cierta propiedad. En todo caso, lo que sí podemos afirmar todos con propiedad, es aquello que no es la angustia: no es tranquilidad, no es fascinación, o calma de ningún tipo (si no estás en algún estado conciencia alterado). Si acaso y obviamente, será algo más parecido a todo lo contrario: intranquilidad, terror, desvelo, agotamiento, temblores, inseguridad, por poner algunos ejemplos: a no ser que no hablemos de las mismas cosas, ni de la misma angustia, ni de las mismas personas, ni de la misma realidad, sin que todo ello ponga en cuestión el trabajo de Heidegger, lo que lleva a tomar en consideración primero ese predisponer, y luego, que la angustia (su angustia) no sea exactamente la angustia como todos la entendemos, y se deba a alguna razón, influencia (o predisposición) de la que, algo ya he dejado caer: un problema.
(18) Qué es metafísica?, en Hitos, trad. H. Cortés y A. Leyte, Alianza, Madrid, 101 (ed. alemana, 113).
(19) Cf. COHN, P., o.cit., parágrafo 155.
(20) Hitos, ed. cit., p. 101 (ed. alemana, 113). (21) Ib.
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