LA APARIENCIA / LA NADA Y EL HOMBRE / Jordi Maqueda / Aceuchal - Badajoz, 19 de Enero de 2023

LA APARIENCIA/ Jordi Maqueda/ La Nada y el Hombre.

Palabras clave:
  Saber; La Nada; La Forma; Sócrates; Aristóteles; Conocimiento; Reflexiones; Teorías; Filosofía;


LO QUE "EL SER" NO ES: LA APARIENCIA
la apariencia es "ser", pero no es "el ser mismo" la apariencia

Este es un texto que complementa otro posterior donde está incluido, aunque considero apropiado, postearlo al margen,  para propiciar mayor entendimiento de todo el contexto. Jordi Maqueda

Creo conveniente hacer una aclaración sobre la apariencia, antes de seguir  para mejor entendimiento de estos (los textos. No sé, si también de la apariencia: eso espero). Por tanto, no diré aquí lo que la apariencia es, pues la apariencia es, en tanto a quien la mente y para él o aquellos sea y se muestre, luego una cosa u otra. Mejor diré, que no sé qué es exactamente la apariencia, pero sí explicare que es la apariencia y como yo la entiendo dada a estos: los textos que escribo e ideas expresadas en ellos, y así mejor entenderlos, en tanto a qué quiero decir, cuando utilizo el término apariencia, o en apariencia.

Existe una tradición filosófica que se remonta incluso a antes de Platón, y que reflexiona sobre una cuestión “concreta”, llevando de cabeza a la filosofía desde sus inicios: las apariencias, considerando estas (lo que vemos o percibimos ante nuestros sentidos) de una menor entidad frente a la realidad existente... mostrándose, luego y con el tiempo, este, como el primer gran problema que la filosofía se plantea, siendo aspecto relevante en los filósofos primeros, dados a la búsqueda de un sustrato inmutable capaz de explicar la realidad: siempre cambiante y efímera, frente a la auténtica realidad que habrá de ser, únicamente accesible a nuestra inteligencia (al pensar).

Hoy por apariencia, entendemos se trata de realidades veladas a nuestros sentidos y comprensibles solo a la razón: a nuestra inteligencia, por medio de (números, sintagmas, etc.) que son los que nos proporcionan, una explicación a las apariencias cotidianas. Esta capacidad explicativa da luego mayor relevancia a las realidades, frente a las "simples apariencias" de aquellas realidades. La Apariencia, por lo tanto, se considera clásicamente un conocimiento incompleto y superficial, cuando no obnubilado (debido a la limitada de percepción de los sentidos primarios: vista oído, olfato, gusto y tacto) ―en contraposición a la realidad en sí misma, o conocimiento verdadero y profundo: o esencia de las cosas 8 de la realidad), solo accesible al sentido de la razón. Así, el término apariencia alude inevitablemente a aquello que (no tanto oculta - del todo) sino que más bien oculta en sí, o tras de sí, a los sentidos primarios: su esencia, de la cosa (su ser). En otras palabras, la apariencia es, lo que se muestra-manifiesta-evidencia a los sentidos, nuestros sentidos primarios, pero no la naturaleza última real y verdadera de las cosas (su ser), la cual está oculta/velada tras la apariencia que nos es dada a los sentidos. Unos sentidos, que no nos fueron otorgados, o evolucionaron, para comprender esencia alguna de las cosas, sino para distinguir lo útil de lo inútil, lo peligroso de lo que no lo era, lo comestible de lo que no se podía comer, y primariamente (en tanto a importancia) a discernir, entre lo que ayudaba a sobrevivir, de lo que nos podía quitar la vida. 

Y es por aquellos mismos sentidos limitados, todavía, a su primera y primaria utilidad, pero hoy sumados a la razón, que nos adentramos (o intentamos adentrarnos) en las cosas, en su naturaleza, pretendiendo de ellas: su esencia; sin que debamos dar por hecho y cierto que (la reflexión solo y por sí misma) en torno a lo conocido: la apariencia, dada por las cosas a nosotros, a nuestros sentidos ―ya desde el primer momento y a través de de lo proyectado: "su apariencia" en sí, de estas cosas― nos lleve a la realidad (o esencia) misma, de aquel ser que la proyecta (por la luz reflejada) como realidad de este, e igualmente tampoco como esencia misma de aquel ser (o ser primero que la emite) frente a la realidad de lo proyectado: la apariencia, ésta en sí y por sí "ente" y por lo tanto alguna cosa, e igualmente real pero aparte: otra cosa, por tanto. Pero ¿Y por qué otra cosa? La apariencia, al sentido de la vista no es sino luz, luz (que es algo); luz emitida por un cuerpo en algún lugar, y luego reflejada por otro cuerpo/cosa/ente. Así, cuando miramos y vemos un cuerpo (cosa/ente) en la tierra―no emisor de luz/radiación― no vemos ese cuerpo, sino la luz que éste refleja dada a nuestros sentidos: otra cosa por tanto, es aquello que vemos, pero que no forma parte  (del ser que lo proyecta o refleja): y que sí, se ve alterada por él (por la cosa que lo refleja) pero no, no es él, no es la cosa que lo refleja... del mismo modo, que tampoco es esa luz o reflejo, aquello que en primera instancia la emitió: una estrella por ejemplo (el sol). De lo que se desprende y así lo entiendo, que tanto la luz de aquella cosa que la emite ―la estrella― luz que se nos mostrará como apariencia de algo a nuestros sentidos, como aquello que luego refleje la luz (un árbol, por ejemplo) y que se nos mostrará igualmente como apariencia de algo, aunque nos de información de ambos: de la cosa que lo emite, o bien, que refleja, no es (esa apariencia) ninguna de las dos: ni la cosa que lo emite, ni la cosa que lo refleja (cuestión); y más profundamente esto lo entendemos cuando hablamos del fotón, que tampoco es (ese fotón) el electrón que lo emite, sino un (producto o subproducto: proyectado) una emanación por radiación, a partir de ese electrón que reacciona dando como resultado y subproducto, de la reacción: un fotón, que luego alcanzamos a ver/percibir; sin embargo, nunca veremos el electrón/emisor que quedó en su sitio, y solo percibiremos el fotón (que es otra cosa distinta del electrón): la luz, una luz (como un espíritu que nos trae información) y que nos llegará después emanada por aquel electrón viajando hasta llegar a nosotros e impactando a la vista y nuestros sentidos (como apariencia de algo, e información de algo). A decir, sobre la luz, esta ​no es material: el fotón no tiene masa y tampoco posee carga eléctrica, ​y no se desintegra espontáneamente en el vacío. El fotón /la luz parece no tener vida sino impacta sobre alguna superficie; y sin embargo es más al revés, una superficie parece no tener vida o existencia, si esta no refleja la luz del fotón: allá donde hay luz hay algo, información de algo que nos llega atraves de la luz, que ese algo refleja o emite. y de forma parecida ocurre al tacto, no tocamos jamás la materia y solo sentimos la fuerza (repulsión que nos da la información de algo) e impide que se pueda entremezclar esta materia.

Quizá, sea el ejemplo de Platón sea el más célebre, de un mundo en que todo se percibe y conoce a partir de apariencias, es decir: engaños o ilusiones. Pero como refiero al principio, este es un problema anterior; precisamente esta oposición entre lo aparente y lo real aquello que constituye la esencia misma del pensamiento de Parménides, que habría de distinguir ya dos vías: la vía de la verdad, que nos coloca frente al ser-eterno, uno e inmutable, y la vía de la opinión, que no nos da sino el mundo sensible del cambio y la multiplicidad; luego entendiendo nosotros: que si la primera vía, la vía basada en la razón, nos coloca frente a la realidad inmutable: esencia-el ser, la segunda vía, establecida  sobre los sentidos primarios, no puede sino mostrar otra cosa que una realidad engañosa, es decir, una mera apariencia.

Después de Parménides, la apariencia (o el problema de la apariencia) ha remitido siempre al problema de la realidad, tanto que las relaciones entre ambas (apariencia y realidad) se resumen básicamente en dos propuestas: de un lado, están para los que la apariencia oculta la verdadera realidad; y de otro, aquellos para los que la apariencia es la realidad misma y manifestación de esta y, por tanto: la realidad misma; si bien, encuentro interesante, en el sentido de lo anterior (de las propuestas) las palabras de Husserl, cuando refiere los fenómenos y la apariencia, presentándonos tres casos distinguibles y singulares siendo, el primero: donde la apariencia podría manifestar la verdad del objeto (y los fenomenólogos están de acuerdo, erróneamente, a mi entender); el segundo: donde la apariencia podría ocultar la verdad del objeto (no el objeto); y por último y doy mayor razón, tal y como yo lo entiendo en estos textos, el tercero: donde la apariencia se muestra, como un indicador del camino que se debe seguir para llegar al objeto, lo que me lleva de nuevo a la segunda, donde la apariencia podría ocultar la verdad (el ser) del objeto (pero no el objeto) y así: la apariencia revela un objeto (existente), pero no el ser (o esencia) del objeto, y de aquí podamos entender, de alguna manera la razón para los fenomenólogos, en tanto que: la apariencia es la verdad del objeto, si bien y a este respecto, del párrafo anterior se adivina mi posición. En Kant, la apariencia está en completa contraposición de la “cosa en sí” si bien él no ve en ella engaños o ilusiones. Y por último, hay un escrito, no muy conocido, libro redactado por Mariano Ibérico, allá a mediados del siglo pasado, titulado La Aparición; ensayos sobre el ser y el aparecer, donde se menciona, que el ser es en sí, no obstante aparece a una consciencia, y ésta lo “refleja” en tanto que apariencia, haciendo de esta forma una síntesis del ser y la apariencia. De donde se puede profundizar en ello, obteniendo algunas ideas al respecto: como que la apariencia es "ser", pero no es "el ser" mismo la apariencia

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