El Caso del maestro Eckhart: Sobre la resignificación de sus textos / The Case of Master Eckhart: On the resignification of his texts

 



El Caso del maestro Eckhart: Sobre la resignificación de sus textos
The Case of Master Eckhart: On the resignification of his texts


En 1323 se inició contra Eckhart un proceso inquisitorial por herejía, y el 27 de marzo de 1329 se declaró por parte del Papa que veintisiete de sus textos eran peligrosos y su obra fue prohibida, incluso quemada, después de su muerte en 1328. Algunos de sus sermones fueron conservados y leídos de un modo clandestino, y bajo pseudónimos. Fue a comienzos del siglo XIX cuando se rescató buena parte de su obra, especialmente las predicaciones, y se reconoció la importancia subyacente que tenía este religioso —e insisto en lo de religioso— luego para la filosofía, pero sobre todo para teología alemana.

II

El caso de Meister Eckhart —quien pronto ingresó a la Orden de los Dominicos en Erfurt, yéndose a estudiar luego a Colonia y posteriormente a París, donde fue Lector de Teología, privilegio que solamente había alcanzado Tomás de Aquino— bien merece todo un libro, pero llevado por la premura, me limito a aquellos puntos importantes de su pensamiento, con el fin de aclarar su posición y salvaguardar lo que realmente él fue y su reputación cristiana: un místico, que amaba ante todo a nuestro señor, frente aquellos que erróneamente suponen era su posición, con respecto a una Nada (absurda) que algunos refieren al hablar de él, y que resulta, cuando menos, de un malentendido.

En este sentido, primero hemos de dar un paso atrás y pensar antes en lo que nos dice Gadamer, cuando refiere la situación hermenéutica (interpretación de los textos) definida como “ángulo de visión que determina las posibilidades de ver”, así como a la noción de horizonte, entendido como el “ámbito de visión que abarca y encierra todo lo que es visible desde determinado punto de vista”. Se infiere aquí que toda perspectiva da a un horizonte vasto, pero limitado, igualmente al observador. Y esto es importante para la comprensión de una lectura de textos, sobre todo medievales y religiosos, cuando puede darse la posibilidad de resignificación, otorgando un nuevo significado a un determinado autor, exposición o documento: llegando en muchos casos, a ese sentido diferente que desde otra perspectiva, nos resulte menos angustiante y agotadora: pero sobre todo, (y para aquellos laicos que no están en comunión con Dios) les sea favorable a sus propios intereses, a partir de dar un nuevo sentido, a aquello pasado, en el presente, tras una interpretación distinta, de aquello mismo, que encontramos de un texto del pasado, Entendemos, pues aquí las nociones, situación y horizonte que dan cuenta del hecho de que nuestro trato con aquellos documentos, textos y autores está mediado por nuestra posición como “observadores”; esto es: por nuestros saberes previos, intereses, expectativas, pero, y esto es importante: sobre todo por nuestros prejuicios [“prejuicio” como referente previo de cualquier interpretación, y que constituye el punto de partida del proceso de comprensión (Gadamer, 1987: 333)].

Entiéndase: muchas veces no entendemos de un texto lo que se nos dice, sino lo que nosotros entendemos, o queremos entender (de él) que se dice, debido sobre todo a cómo se nos ha educado y somos dirigidos, partiendo ya desde nuestras propias ideas, expectativas, y nociones al respecto de lo que tratamos, así como por nuestros propios deseos de ver y encontrar algo que buscamos nosotros, en aquello, y para lo que posiblemente, ya nos han encaminado y preparado, por ejemplo en las universidades: no a la búsqueda de su sentido "en algo", sino a dar sentido a algo (dentro de un modelo, o paradigma) sobre el que trabajamos. Por esto mismo, no podemos descartar, que nos encontremos algunas veces —y sobre todo en este caso— ante aquellos, que como afirmaba Timoteo (2-4,3), teniendo comezón de oídos, acumularán para sí maestros conforme a sus propios deseos, intereses y perspectivas. Pudiendo darse la posibilidad de resignificación de unos textos, luego otorgando un nuevo significado a estos o al autor: llegando, en muchos casos, a ese sentido diferente que, desde otra perspectiva, nos resulte favorable a los propios intereses. ¿Qué quiero decir? Veamos que les dice Eckhart a los miembros de la comisión que le juzgaba, sobre la interpretación que estos hacía de sus textos: [La comisión dedicada al estudio de la Eckhart en 1326, manifestó que encontraba sospechosas de herejía algunas proposiciones de la obra Liber benedictus de Eckhart. Este se defendió, pues algunas no correspondían a su pensamiento, explicando su postura sobre las restantes y excusándose del énfasis dado a “algunas expresiones que podían ser malinterpretadas”. Entonces La comisión, amplió a 59 las proposiciones condenables, esta vez tomadas de sermones pronunciados en lengua vulgar, y Eckhart esta vez los acusó de «indoctos, ignorantes, tarados y burdos» añadiendo —y esto es importante— que se dedicaban a condenar lo que no alcanzaban a entender]. Por tanto, y del mismo modo, y para entender a Eckhart, hoy, cabría que los mismos que tanto hablan de vaciamiento comulgaran con el ejemplo y, primero: se vacíen ellos de sus prejuicios: leyesen y entendiesen lo que el místico leía (las escrituras: leyesen, 1,5 años; estudio: de 2 a 5 años); y luego pensasen en lo que él creía: en su fe, antes de afirmar, para poder así entender, mínimamente, luego lo que este predicaba… y no pretender afirmar: “por como hoy piensan, interpretan y entienden ellos”, algo distinto y sacado de contexto, de lo que el místico por “sus propias palabras y claramente” nos decía. Y nada mejor para saber y entender que nos decía que dirigirnos a uno de sus sermones, leemos:

Sermón I (Eckhart)
Intravit Iesus in templum et coepit ejicere vendentes et ementes. Matthei.

Leemos en el santo Evangelio (Mateo 21, 12) que Nuestro Señor entró en el templo y echó fuera a quienes compraban y vendían, y a los otros que ofrecían en venta palomas y otras cosas por el estilo, les dijo: «¡Quitad esto de aquí, sacadlo!» (Juan 2, 16). ¿Por qué echó Jesús a los que compraban y vendían, y a los que ofrecían palomas, les mandó que las sacaran? Quiso significar tan solo que quería tener vacío el templo, exactamente como si hubiera dicho: Tengo derecho a este templo y quiero estar solo en él y tener poder sobre él. Esto ¿qué quiere decir? Este templo, donde Dios quiere reinar poderosamente según su voluntad, es el alma del hombre que Él ha formado y creado exactamente a su semejanza, según leemos que dijo Nuestro Señor: «¡Hagamos al hombre a Nuestra imagen y semejanza!» (Génesis 1, 26). Y así lo hizo también. Ha hecho el alma del hombre tan semejante a sí mismo que ni en el cielo ni en la tierra, por entre todas las criaturas espléndidas, creadas tan maravillosamente por Dios, no hay ninguna que se le asemeje tanto como el alma humana “sola”. Por ello, Dios quiere tener vacío este templo, de modo que no haya nada dentro, fuera de Él mismo. Es así porque este templo le gusta tanto, ya que se le asemeja de veras, y Él mismo está muy a gusto en este templo siempre y cuando se encuentre ahí a solas.

Vaya por delante: que si no entendemos al Espíritu Santo, mejor dejen de leer… no entenderán nada. Cuando dios se manifiesta al hombre por su hijo, este lo hace en la persona de Jesús (Jesucristo) por medio del Espíritu Santo, al que, además, lo dirige inmediatamente al desierto para que sea tentado, y confirmar que está limpia su alma y libre (vacío) de voluntad y de pecado, único modo en que el espíritu santo puede actuar en potencia y conducirnos:“Por ello, Dios quiere tener vacío este templo, de modo que no haya nada dentro, fuera de Él mismo”. Nada hay, pues más lejos de estar en la Nada, que estar con Dios a solas ahí: en espíritu, en nosotros, en nuestro cuerpo (vacío y a solas): que es su tempo. Si bien la vacuidad y desapego (Instrucciones Espirituales, a novicios de la Orden de Predicadores 1294 y 1298) habrán de ser condición primera, para recibir al espíritu, pero no estación final, que será con Dios en espíritu. Luego notar esta presencia continua en sus sermones sobre el desapego, sobre la nobleza del alma y sobre la unión con Dios.

Del mismo modo, el relato del templo/cuerpo vacío de mercaderes, significa vaciar nosotros nuestro templo/cuerpo de todo lo banal, para poder alojar luego en este, nuestro cuerpo a Dios en espíritu (así está él —el espíritu santo— a gusto, en su templo-nuestro-cuerpo vacío de todo, fuera de Él mismo.). Y en este punto entender la doctrina de la trinidad resulta imprescindible:

1 “Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es” (Marcos 12.29). Se escucha la voz de este mismo Dios en este versículo: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más” (Isaías 45.22). Si hay algo claro en estas dos declaraciones es que hay solamente un Dios; no tres dioses, ni muchos dioses, sino un Dios. La teoría de la pluralidad de dioses pertenece a la idolatría. La doctrina de la trinidad se tuerce cuando abandonamos la idea de la unidad de Dios. Hay solamente un Dios y fuera de él no hay ningún otro. “Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás” (Mateo 4.10). 2. Dios se manifiesta en tres personas: Sin embargo, este único Dios se manifiesta como tres personas distintas. En el bautismo de Jesús en el Río Jordán (Mateo 3) se nos presenta el Hijo, bautizado en el río; el Espíritu Santo, apareciendo en la forma corporal de una paloma; y el Padre, que dice desde el cielo: y vino una voz de los cielos, que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido (Marcos 1,11). Donde igual se hace referencia en (hebreos 5,5): (Eres mi hijo, hoy te he dado a luz).

Pues el cuerpo: nuestro cuerpo es el templo del espíritu santo, que vacío por completo de la propia voluntad, y con el espíritu santo dentro ya se le asemeja (es esa nueva criatura / Porque ni la circuncisión es nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación - Gálatas 6,5) que obra entonces por la voluntad propia del espíritu: estar vacío de voluntad, es poder estar con Dios en espíritu, escuchando al espíritu y obrando por el espíritu, dejando de escuchar a nuestro yo. Del mismo modo, cualquiera que busque en Dios lo propio, o en sus obras y actos, buscando algo a cambio: recompensas, en realidad no será aquel templo vacío, sino un mercader en el templo de Dios. De este modo, el intercambio es la esencia de una oscuridad y tinieblas que no nos permiten ver la luz de Dios, ni escuchar el mandato de nuestro Señor. Pero, aquí surge de nuevo el problema para el laico que no entiende y no puede ver, pues… lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del espíritu, espíritu es (Juan, 3) luego, "solo el mismo espíritu da testimonio a nuestro espíritu…" (Romanos 8-16) y, además, si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales? (Juan 3)

Eckhart reconoce a Dios (nos dicen: como una ausencia (y no es así) o presencia, que solo puede ser vivida y experimentada: en medio de la Nada, nos dicen y nos vuelven a repetir, pero tampoco es así…

Ni siquiera el hecho de un proceso inquisitorial contra él, (Autores como Vannini piensan que un conflicto in crescendo entre franciscanos y dominicos constituía una parte importante de los motivos para tal proceso) da veracidad a la suposición de que Eckhart estuviese pensando que Dios era Nada, o la Nada, o surgiese/apareciese de la Nada…, esto solo demuestra —como la historia también ha demostrado— de un lado: la ignorancia todavía manifiesta en todo lo relativo a Dios y las sagradas escrituras hoy; y de otro lado: nos encontramos con el desconocimiento, o temor, en la Edad Media, que la misma iglesia tenía hacia los místicos (maltratados por esta) y a los que condenaban entonces, o a mejor decir: concretamente condenaban aquella la relación directa con Dios, que muchos padres y obispos no entendían y propiciada por el espíritu santo: en un templo/iglesia que es el cuerpo, y donde la iglesia de Roma, queda (aparentemente) sin un papel determinante en nuestra relación con Dios: esta relación directa con Dios, por medio del espíritu santo, hoy no nos es ajena (hablo por mí), pues aunque muchos la entienden, dentro del mismo cristianismo, otros tantos la desconocen por sí mismos, por diferentes razones en las que no me entretendré ahora. Y en ello nos encontramos a Eckhart —y así deducimos — cuando predica en sus sermones esta relación directa (mística) y personal con nuestro señor, por medio del Espíritu Santo, sin mediadores,

Todo esto nos lleva a tener reinterpretar, hacia un mejor entender— no solo a Eckhart del que sabemos que predicaba esta relación, Pero, y no se sorprendan, del que la casi total ausencia de confidencia o de indicaciones no nos permiten afirmar, probar, una experiencia personal y directa de unión con Dios (Cf. Ancelet-Hustache 1992:69).— sino en general: al místico en su intento de llegar a Dios por diferentes vías, de lo que dan buena cuenta igualmente Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz. Si bien, de Eckhart se observa la perfecta interpretación de la escritura hacia este respecto, 200 años antes, algo bastante inusual entonces. Así, y en lo personal: en mi opinión, y si puedo dar mi opinión, entiendo que la luz todavía trasluce de sus textos. Aunque, y como de él, y de sus declaraciones, entendemos, y nos advierte: muchas veces malentendidos, y peor aún interpretados, cuando nos refiere aquel abandono de uno mismo, que propicia el llenado por el espíritu: pues es al abandonarnos nosotros, entiéndase: abandonar por completo nuestra voluntad, nuestro yo, cuando permitimos y podemos ser llenos del espíritu santo; leamos: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”. (No os dejaré huérfanos S. Juan 14:18-31), ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois ya vuestros? (Gálatas 5:22-25), entiéndase aquí: no sois nada en el sentido de lo que antes erais: vosotros, con vuestra voluntad, ahora sois la voluntad de Dios por el espíritu en vosotros). Pero ocurre, que del mismo modo que no podemos entender el concepto de la Nada y su significado hoy día, sin antes leer a Heidegger, menos podemos todavía y ni de lejos entender a un místico de la Edad Media, y menos aún lo que significa el Espíritu Santo, sin leer previamente y “entender” los evangelios y a quienes los escribieron..., de ahí, que el laico y profano en las escrituras se empeñe en hablar de la Nada y ver la Nada donde está la luz, pero él solo ve tinieblas: pues no puede entender "Al Espíritu de verdad, el cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce" (Juan 14:17).

Sin embargo, quien ha aceptado a nuestro señor en su corazón, recibiendo el bautismo por el espíritu, si lo reconoce, como le dice el señor a los apóstoles: “mas vosotros le conocéis; porque está con vosotros, y será en vosotros” (Juan 14:17). El problema de este estado de gracia divina, para un místico, y para cualquiera de nosotros, es (entonces y ahora) explicarlo, a quien no está en espíritu con Dios, pues en la explicación aquel que escucha se pierde, viendo la Nada, allá donde el místico ve la luz. «Tu propio "yo" ha de ser nada — (y no la Nada, nos dice) —, solo así atraviesa todo ser y toda nada», Meister Eckhart:

Pero este despojamiento trata, en contra de lo que muchos pudiesen pensar, no de una práctica ascética de moralidad o piedad, sino más de recibir la gracia que sale a nuestro encuentro, por medio del bautismo en el espíritu santo, por iniciativa misma de Dios (cuando se obra por la palabra del señor). No hay que hacer mucho más para alcanzar el don, solo seguir la voluntad y palabra de nuestro señor y salvador, dejándonos llevar y llenar por el espíritu: él, luego obrara. En otras palabras: habremos de saltar como niños, desnudos de toda doctrina, dejando hacer al espíritu santo (estando “este” por voluntad de Dios, ahora en nosotros) Por lo tanto, hablamos, que para posibilitar la obra del espíritu santo nos hemos de vaciar «del propio yo: que habrá de ser nada» entiéndase, la renuncia absoluta a nuestro ego y voluntad, para permitir obrar por medio de nosotros al espíritu santo: que ya nos somos nosotros, sino el señor en espíritu en nosotros. Pues quien obra por la palabra del señor atestigua a Dios y por ello recibe al espíritu santo en bautismo (no de agua, sino por el espíritu) y renacerá a una nueva vida en espíritu, como explica (Juan 3) Jesús cuando habla a Nicodemo, explicándole, que quien no nace de nuevo, no puede ver el reino de dios. Y Nicodemo, le pregunta, ¿cómo puede alguien volver a nacer siendo viejo?, a lo que Jesús responde… “El que no naciere de agua y del espíritu no puede entrar al reino de dios, lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije, que es necesario nacer de nuevo: el viento sopla de donde quiere y oyes su sonido, mas ni sabes de dónde viene, ni a donde va, así es todo aquel que es nacido del espíritu”; a lo que Nicodemo pregunta ¿cómo puede hacerse esto?, y le responde Jesús: ¿Eres tú maestro de Israel y no sabes esto?... Porque de tal manera amó dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que crea en él, no se pierda, más tenga vida eterna. Pues no envió dios a su hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvar al mundo por él, y el que en él cree y lo

reconoce no es condenado, pero el que no cree ya ha sido condenado…// y esta es la condenación del mundo: que la luz vino al mundo, y los hombres abrazaron más las tinieblas que la luz, pues sus obras eran malas (Juan 3:19-36). Lo más curioso de esto, es que el hombre sigue abrazando hoy las tinieblas y rechazando la luz. Kierkegaard lo ve claro cuando afirma: “el ser humano siempre se siente atraído por la falta y la carencia (la nada), llevándolo a un sentimiento de desesperación”;

Respecto de las enseñanzas de Eckhart observamos el vaciamiento y el desapego. Pues el predicador invita a la serenidad, aprendiendo que la serenidad está más allá del ejercicio de la libre voluntad humana y el dominio sobre las cosas (siendo, además, la serenidad uno de los atributos del espíritu santo). Pero Serenidad es también dejar ser a las cosas, lo que son, no tener, no saber, no querer nada. Solo esperar que lo vacío pueda ser llenado. Pues quien busca lo sagrado está siempre en actitud de esperar al espíritu santo, que lo habrá de llenar y conducir, siendo entonces cuando Dios nace en el alma humana. Υἱός μου εἶ σύ, ἐγὼ σήμερον γεγέννηκά σε· (Eres mi hijo, hoy te he dado a luz) (hebreos 5,5): «Ruego a Dios que me salve de Dios», dice Eckhart. Con esto, no renuncia a Dios, sino que invita a eliminar los elementos que se atribuyen a la divinidad, pero que nos alejan de ella. Sin embargo, en contra de lo que tantos afirman, el místico no puede experimentar a Dios como la Nada, ni mucho menos en la Nada, pues está lleno de él: del espíritu; lleno y hacia fuera, alumbrando, como una lámpara al mundo, colocada donde más se ve su luz: hasta hoy; pues…“no se enciende una lámpara y se pone debajo de una vasija (un almud), sino sobre el candelero, donde alumbra a todos los que están en la casa”. (Mateo 5-15)

A Eckhart se le atribuye una poesía de profundo misticismo llamada Granum sinapis («El grano de mostaza» der wek dich treit,in eine wûste wunderlîch, dî breit, dî wît, unmêzik lît. dî wûste hat noch zît noch stat, ir wîse dî ist sunderlîch./El camino te conduce a un maravilloso desierto, a lo ancho y largo, sin límite se extiende. El desierto no tiene ni lugar ni tiempo, de su modo tan solo él sabe. La metáfora es el desierto, dispone aquel lugar de despojamiento de nosotros mismos y al mismo tiempo de encuentro. El espíritu brota cuando estamos al borde de la desaparición: de dejar de ser nosotros, para que (Él) sea en nosotros. El desierto es el camino (simbólico) de la disponibilidad y la apertura que propicia al espíritu santo su llegada: no hay nada más, y no deseamos nada más que este nos alcance, cuando la última gota de nuestro yo se haya derramado como la arena entre nuestros dedos: muriendo al mundo, para así renacer de nuevo, donde de aquello que fuimos solo quedara una huella, que borrara un viento, que no sabemos de dónde viene, y como el espíritu que nos habita sopla, sin saber a dónde luego nos conducirá. El espíritu santo le habla al hombre en los silencios y las señales, mas este responde dando su testimonio por la palabra. Pues… “De cierto, te digo que de lo que sabemos hablamos y de lo que hemos visto testificamos (Juan 3-11). 

Una voz clama: Preparad en el desierto camino al SEÑOR; allanad en la soledad calzada para nuestro Dios (Isaías 40,3). Cantad a Dios, cantad alabanzas a su nombre; abrid paso al que cabalga por los desiertos, cuyo nombre es el SEÑOR; regocijaos delante de Él (Salmos 68:4). Él: Poca cosa es que tú seas mi siervo, para levantar las tribus de Jacob y para restaurar a los que quedaron de Israel; también te haré luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra (Isaías 49:6). El fruto del justo es árbol de vida, y el que gana almas es sabio (Proverbios 11:30). Pero la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va aumentando en resplandor hasta que es pleno día (Proverbios 4:18). Muchos serán purificados, emblanquecidos y refinados; los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos comprenderá, pero los entendidos comprenderán (Daniel 12:10)

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