(La nada no como revelación, o la idea de una experiencia subjetiva)
No pretendo entrar en polémica, aunque parece que ese sea el sino de estos textos, pero veamos: aún sintiendo ese vacío o angustia existencial (propiciador de la nada en Heidegger) no es razón para afirmar conocer algo: la Nada, y menos a partir de aquello (la experiencia subjetiva de otro) o su angustia, lugar donde le fue revelado a ese otro la Nada: una Nada, que a su vez y como la angustia revela primero la Nada, luego esta Nada revela al ser, siempre según Heidegger y, recordemos, igualmente, siempre a partir esa angustia reveladora para Heidegger; sin embargo… hablamos de la angustia, una angustia que con todas sus fuerzas la naturaleza humana rechaza y no queremos conocer, ni por supuesto, tampoco experimentar, de la que y aunque la experiencia nos dé eso: experiencia, sobre un ámbito cenagoso de la existencia, no deseamos ninguno, ni siquiera los que hemos surcado a menudo esas aguas tormentosas y sabemos de sus corrientes, y al igual que Sísifo transitamos el páramo cada vez con menor aflicción. Pues si algo es propio del hombre es la costumbre y a todo se acostumbra este (el hombre), incluso a los infiernos si se le da el caso, ya no digo a la angustia: pasajera o no. Sin embargo, acostumbrarse no significa de ningún modo que sea agradable o deseemos volver a ella (para buscar algo por muy interesante que sea). Luego, y dejando la angustia de un lado: la Nada es otra cosa: algo que no puede, ni va a estar donde tú estés de ninguna manera, pues de otro modo ya no sería la Nada si estás ahí, frente a ella (pues su carácter se entiende infinito: ausencia total y absoluta, y de ahí que la llamemos: la nada absoluta), y esa es la terrible realidad para tantos, que al asomarse no la encuentran o se encuentran frente al rostro de la muerte que la abandera.
Pero
así como nos explican tantos —estudiantes,
maestros y académicos de filosofía—
su revelación, pasando por la angustia como quien pasa por la cárcel en
el Monopoli, buscar la Nada más que un camino de revelación —voy a incidir más
en esta palabra: revelación— o conocimiento, parecería una senda de aceptación sobre
una realidad siempre angustiosa y ¿quién la desea? cuando ésta choca de frente
con el foco central de la vida y voluntad de todo hombre y su sentido o la
comprensión de sí mismo y su existencia: y donde buscar la Nada se torna un
avocarse al despeñadero en una existencia de inquietud, solo por revelar la Nada
(que repito no existe) o revelar el ser que ésta, dicen, nos revela (cuando
nada puede revelar nada); pero y luego: digamos que entendemos como se reveló
esa Nada —al menos entendiendo a quien lo narró y describió en sus textos, y
que muchos otros parecen aceptar (el
hecho de la revelación) como si ellos mismos hubiesen sido objeto de revelación
(o comulgaran) de la misma—, pero y repito ¿ahora qué?, todo sigue igual,
entonces, qué hacemos ¿volvemos a angustiarnos?, pues de una revelación
esperamos algo, que aunque no sea excepcional o maravilloso, digamos que lo sea
al menos en tanto a definitivo y
concluyente, llevándonos algo/algo nuevo (más
allá del relato de la propia experiencia de aquel que la reveló, aunque nos
parezca muy interesante y, pasemos por alto que, siempre, precise de una nueva
explicación) y precisamente, de ahí luego llamaremos a eso: revelación.
Pero
igualmente, me pregunto, qué sentido tiene buscar al ser que no se revela, pero
que luego sí, se revela a partir de la Nada que no existe y, que
curiosamente ésta se revela en una angustia (en la que hay que estar) pero yo
no siento como tal: un sufrimiento o
temblor permanente del alma por el simple hecho de vivir y tener que decidir
ahí, en el mundo. Una angustia, en todo caso, que entiendo como aquel lugar
del que alejarme y que mi mente y memoria proveerá para ello: como a todos
nosotros supongo, o si se da el caso de estar angustiado (ya en la angustia)
salir de allí a toda prisa.
Quizá
precisemos de entender mejor, en tanto a sentimientos: esa angustia, sobre todo
antes que ir a buscar nada en ella, pues angustioso
e iluminado por la angustia, será aquello que allí encontremos en ella o cerca
de ella, como iluminado y templado por el sol lo está todo lo cercano a él. Otra
cosa será entender la angustia a la manera de Heidegger, su angustia (y que
parece no ser la mía), lo que me lleva a pensar en una deficiencia en los textos (no solo en mi opinión) cuando
leemos o se interpreta a Heidegger. Deficiencia en tanto que Heidegger parece habría elaborado una teoría
propia del lenguaje (ya desde antes de ser y tiempo), imponiendo condiciones
inflexibles sobre la manera de acceder a su pensamiento y entenderlo y cuya
finalidad, de esta presentación o (llamémosla nueva teoría del lenguaje) parece
mostrar un “programa” (revelatorio / tanto del “ser” y, o “la nada”) que
precisará luego para llevarlo a término, del concepto (y jerga) Heideggeriano
del “mundo”. Lo que nos llevaría, siempre, a entender luego esa angustia, la
Nada y el ser, concebidos y dentro de ese mundo y concepto Heideggeriano —
(aconsejo leer Mundo y predicados ontológicos en Heidegger
Alberto J. L. Carrillo Canán para ampliar este
tema). Y Ahora haré una broma: tengo un amigo que afirma, que es mejor leer los
(cómics) de superhéroes, antes de ir a ver las pelis al cine: refiere así,
junto a unas palomitas, la experiencia perfecta: sería como tomar primero la guía universal sobre
cómo funciona “el espacio y el tiempo” en el país de las maravillas, para luego
entender y desde el principio, sin desajustes o sorpresas lo que sucede a
Alicia. Dicho de otro modo: Heidegger prepara al lector para entender una
mente, su mente (y su mundo) y lo que allí va a suceder, donde nos revelará la
Nada, en ese: su mundo y con sus reglas (así lo entiendo yo y no lo critico, al
contrario, me parece fascinante). Sin embargo, como todos ya habremos deducido,
de este modo no se nos revela entonces la Nada, a nosotros quiero decir: pues
claro que no…tampoco se le reveló a Heidegger, pues la Nada no puede existir y mucho menos nosotros la podremos imaginar de ninguna manera fehaciente,
pues repito: no-es — no-existe ni, por lo tanto, la podemos siquiera concebir, como no podemos concebir nada que no exista,
sino teniendo apenas una ‘idea’ vaga, recreada por medio de constructos que serán
siempre internos… propios o adscritos a
la mente, mostrándose luego verdadera a esta: la mente, precisamente por ser internos…. pero que será
otra cosa, distinta, a la que podemos llamar Nada: pero jamás, eso, será la Nada.
En términos matemáticos —y, de nuevo, no sé ni dónde me meto ahora— Heidegger nos habría propuesto algún tipo de ecuación por medio del lenguaje, donde a través de unas fórmulas (o constructos) nos descubre por medio de ese mismo lenguaje formulado, —y que se irá desarrollando y adquiriendo sentido a medida que leemos y vamos entendiendo y, por lo tanto aceptando como válido y real— un proceso. Finalmente, este proceso o ecuación, en tanto a planteamiento (formulación, desarrollo y resultado) puede ser correcta o, perfecta incluso, pero correcto no significa cierto o verdadero, ni siquiera en matemáticas. Y me pregunto, Acaso, en Heidegger ¿El significado producido por la semiosis (a través del texto) puede manifestarse como elemento de un sistema congruente, y elemento de un sistema axiomático formal, dentro del cual asume un valor propio? Entendemos que sí. La realidad, de alguna manera es y está presente fuera de nosotros, lo sabemos, y sabemos que la única manera de percibirla es a través de signos…. y un signo, por lo tanto, es algo que nos presta su ser para que otro algo, real y existente, aparezca, pues un signo (y un texto es un signo) tiene la capacidad de evocar lo que no está presente, lo que sin su ayuda no podría aparecer ante nosotros como real; pero, igualmente, un signo- dirigido en sentido opuesto, puede evocar aquello que no es real, haciéndolo presente a nuestra mente. Por ello [“La hipótesis de un referente construido por la operación significante, como proversión, puede demostrarse útil, fértil y sencilla, para la obtención de cierta respuesta o para la solución de ciertos problemas. — J. Biedma.] Notar, que he introducido la posibilidad de “inferencia o suposición proversiva” ¿por qué?
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