Pensar al igual que todo aquello puesto en cuestión requiere ser visto desde sus diferentes aristas, pero sobre todo, requiere de un aprender en sentido general, pues si bajo la tradición, el pensar ha sido comprendido como lógica y, en la modernidad como un representar, el camino del buen pensar — aquel del que hemos sido sustraídos—es el que se retoma desde el origen mismo de la filosofía. Por ello es preciso recuperar la pregunta original por lo más grave, por lo que merece ser pensado, asintiendo, también, a la comprensión de una razón y un espíritu pensante que nos pongan en camino hacia lo más digno de ser pensado, el ser como presencia, y que desde nuestra misma constitución como seres racionales, se nos ha sustraído.
Heidegger afirmó: «La piedra de toque más dura, pero también menos engañosa para probar el carácter genuino y el vigor de un filósofo está en si él experimenta en el ser del ente, al punto y a fondo, la cercanía de la nada. Aquél a quien esta experiencia le esté vedada quedará definitivamente y sin esperanza fuera de la filosofía»— Heidegger. Pero no podemos citar a Heidegger, sin remontarnos, antes a Nietzsche, que había señalado algo parecido años antes: «Pensemos ahora esta idea en su forma más terrible: la existencia tal cual es sin sentido y sin finalidad, pero volviendo constantemente de una manera inevitable, sin desenlace en la nada: 'el eterno retorno'. Esta es la forma extrema del nihilismo: ¡la nada (el sin sentido) eterna!». Lo cierto —y quiero hacer aquí un breve paréntesis—es que después de Friedrich Nietzsche ya nada fue igual en el pensamiento occidental. Su crítica radical de la filosofía anterior a él, su vitalismo y lectura emblemática de la antigüedad griega revelando a Dioniso como el dios que explica al hombre moderno; su idea del eterno retorno; la noción de voluntad de poder como anhelo fundamental del ser y tantas otras intuiciones apotegmáticas (aquellos dichos o frases breves y proverbiales) de contenido moral e inolvidables, hacen de su obra una de las más influyentes del pensamiento universal. Y otro tanto podemos decir de Martin Heidegger.
Luego Nietzsche a través de sus escritos, pero y sobre todo debido a Heidegger con su particular visión filosófica, ―«Que Heidegger es algo grande y que puede meternos a todos en el bolso, lo creo también a causa de su libro. Antes no lo sabía, o es que veía sólo los efectos, esto es, su gran influjo sobre la generación joven » [Edith Stein]―, centraron el debate filosófico del siglo XX, y podríamos decir que siguen haciéndolo en buena parte aún hoy, al dirigir todavía la atención y en gran medida al problema de la Nada en las nuevas generaciones. En Nietzsche, casi todos los temas fundamentales de la filosofía confluyen, si observamos sus últimos años, en uno solo y fundamental: el nihilismo, y Heidegger se reconoce en esta atención sobre este: «para el pensar, la esencia del nihilismo es el enigma» [Nietzsche]. Pero del mismo modo que ellos en su tiempo, nosotros también hoy podemos reconocer en este nihilismo un lugar común, una sombra que nos acompaña dondequiera que nos desplazamos. «El más inquietante de todos los huéspedes»: lo llamó Nietzsche. Así pues, la experiencia de la Nada se encuentra en estos dos autores —Nietzsche y Heidegger— ligada a la experiencia, igualmente, del nihilismo; y según ambos, y de alguna forma, en nuestra cultura y en todos nosotros.
Sin embargo, y ahora dejando por el momento de un lado el nihilismo en en Heidegger (que lo rechazó, por cierto) y en Nietzsche, pero, observando las publicaciones: artículos, papers, libros de estos últimos años por académicos, profesores y estudiantes de filosofía, podemos afirmar —así lo afirmaba igualmente E.Trías, en unas palabras muy semejantes a las que pronunció Heidegger en su día —, que la filosofía, al menos en nuestros días, es en buena parte ese pensamiento de la Nada… [“o se atreve a avanzar alguna proposición relativa al inmenso descubrimiento parmenídeo de esa nada, o ‘aquel’ no accede a su pretensión de constituirse como pensador, y menos a un desarrollar una auténtica filosofía”.../... “Una filosofía prueba su temple, su valor, su poder en esta prueba a que le somete la necesidad de hacerse cargo de la nada” (E. Trías)]. Lo cierto es, que por mucho que el propio Parménides entendiese, e insistiese, en la cuestión de la Nada como aquel asunto que bajo ninguna circunstancia podía ser acogido por el pensamiento y el lenguaje (invitándonos a hacernos a un lado), esta no ha dejado antes, ni ahora tampoco, indiferente a nadie que se aproxime o la tome a estudio, incluidos destacados pensadores, entendiéndose de ello, la Nada, como “lo que se debe considerar, de alguna forma, ya desde el comienzo del pensar” (Heidegger).
Pero el hecho que tantas personas se precipitan hoy a escribir (de diversas formas o dar sentido) sobre el descubrimiento parmenídeo (1) —incluso, después que Parménides rematara finalmente el asunto dando por cerrado y resuelto— nunca cambió, ni cambiará la realidad del hallazgo: la Nada no existe, no puede existir. Sin embargo, su descubrimiento (y por tanto: tratamiento) aún, y siendo de aquello no existente, no ha sido cualquier cosa dada a los hombres; pues los agujeros negros del cosmos parecen miseria comparados con aquellos surgidos de la propia razón, donde más que lagunas oscuras y profundas, tienen la capacidad de atraer e instrumentalizar, destruyendo personas, además, de enfrentarnos a una inexistente Nada, tomándola en consideración. Una Nada, que estudiaron antes y hoy consideran muchos; pero, una Nada que principalmente encuentran ,solo aquellos que se dejaron ‘encantar’ o cayeron en la duda, y habiendo buscado a todo un sentido racional, buscaron también sentido donde no lo había… justo en aquello que no lo tenía.
Sin embargo, [“Negando y rechazando el sendero que conduce al pensamiento por la vía extraviada y errática de la nada, Parménides, abrió la brecha de esta proteica cuestión, quizás la primera y más genuina cuestión ontológica… /… Pues una ontología que se precie de tal tiene la obligación ‘sine qua non’ de abordar y profundizar en esa cuestión que el no-ser, (la Nada), le plantean al pensamiento” —E.Trías]. Luego, no es de extrañar, que las nuevas generaciones de estudiantes, licenciados y profesores de filosofía no dejen pasar la ocasión de darle una vuelta, volviendo al tema, pues parece, en palabras de E.Trías, que [“o se piensa la Nada, aunque sea para decretar su carácter de algo consustancialmente impensable, o no hay pensamiento alguno que valga la pena, ni por supuesto pensamiento filosófico”] recordándonos, de nuevo palabras de Heidegger. Pero… recordemos aquellas otras ya lejanas en el tiempo, en las que Parménides no en vano advertía: [“Pero (lo que) nada (es) no es (para ser). A estas cosas te ordeno poner atención, pues de esta primera vía de investigación te (aparto). Y luego también de aquella por la cual los mortales que de nada saben, yerran, bicéfalos, porque la inhabilidad en sus pechos dirige su mente errante. Son arrastrados. Sordos, ciegos a la vez, estupefactos, una horda sin discernimiento. Que considera al ser y no ser lo mismo, y no lo mismo. La senda de ellos es revertiente, pues jamás se impondrá esto: que cosas que no son sean. Tú, empero, de esta vía de investigación aparta el pensamiento”. ― (Poema de la Naturaleza, Parménides]. Recordar, aunque sea como breve nota, que la interpretación de una revelación únicamente se debe al quién es revelada, si puede y es posible) ((hablaré más adelante del sentido o no, revelatorio de las palabras de Parménides: dónde y cómo encuentra esa nada primera: no ser, y que encuentro un tema muy interesante por cierto)(1) .
1- [Parménides debe su reputación como inventor de la lógica a un poema que escribió. Aquí ya hay algo extraño. No tenía ninguna necesidad de escribir poesía. En su lugar, bien podría haber optado por una árida prosa. Es cierto que durante mucho tiempo se lo ha despreciado por ser un mal poeta. Pero esta opinión se basa en el puro prejuicio. Se remonta a una vieja creencia, formulada por primera vez con cierta claridad por Aristóteles, según la cual la lógica y la poesía no tienen nada en común... y si a alguien comprometido a encontrar la verdad se le pasa por la cabeza convertirse en poeta, el resultado será un desastre. Pero el hecho es que el poema de Parménides no es ningún desastre. Unos pocos académicos contemporáneos han intentado acercarse a sus escritos con una mirada nueva y han comprendido que contienen algunos de los versos más hermosos y sutiles jamás escritos en cualquier lengua, incluida la griega. Es más, el desprecio que ha merecido Parménides como poeta se basa en el supuesto de que la mayor aspiración de la poesía es entretener. Sin embargo, el poema de Parménides servía a un propósito muy distinto, como veremos.]- Realidad / Peter Kingsley.
SIGUIENTE: EL ESPEJISMO DE LANADA
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