Heidegger
La angustia y la enfermedad mortal representan
el origen del existencialismo en Kierkegaard, que se manifiesta como una
filosofía personalista, concreta, pero sobre todo, cristiana. Por eso ningún
otro lugar más a propósito para calar hasta el fondo metafísico que alcanzan
los análisis existenciales en Kierkegaard, que en (El concepto de la angustia).
Y ningún otro mejor que Kierkegaard, entendiendo el concepto de la angustia en
este, para luego entender a Heidegger.
En la vida tomamos decisiones, y estas
decisiones nos llevan a realizar ciertas actividades en detrimento de otras,
pues no podemos abarcar todo, ni tomar una decisión que nos lleve a dos
resultados distintos. Tomar una decisión, nos obliga por lo tanto a renunciar a
otra posibilidad, y es aquí donde nos encontramos con la angustia (¿tomaré
la decisión correcta?). Esa angustia del devenir: el qué será de nosotros y
nuestro futuro si me equivoco―en un mundo en el que nos encontramos vacíos y
solos― es la angustia a la que se refiere Kierkeggard. Las decisiones son, por
lo tanto, importantes, lo que hace que no solo dé miedo tomarlas, sino y más
aún: equivocarnos. De ahí la famosa frase «La angustia es el vértigo de la
libertad»; o, podemos recordara también aquella metáfora, sobre el
hombre que frente al abismo es libre de elegir, si tirarse o no. El mero
hecho de que uno tenga la posibilidad y la libertad de hacer algo, incluso
siendo la más terrorífica de las posibilidades ―arrojarse al abismo― dispara
inmensos temores. Kierkegaard lo llamará "mareo de libertad".
Esta libertad, nos dice Kierkegaard, hay que aceptarla tal y como: con sus
consecuencias (y mareos), y por lo tanto aceptar que conlleve un peso, en el
sentido de responsabilidad por esa misma libertad. Pero, igualmente, y para
disfrutar plenamente de esta (nuestra libertad) hay que animarse a dar un salto
―a tomar una decisión― y bien sabe Kierkegaard que el vértigo que implica ese
salto no es nada fácil. Debemos, por lo tanto, tomar nuestras decisiones y
tener fe en el camino que hemos elegido y afrontar esa angustia de
libertad, aceptarla, llevándola con nosotros pero, reconociendo la
responsabilidad que supone tomar ciertas decisiones: tomarlas sabiamente,
meditando las posibles consecuencias. Para Kierkegaard, la vida no es un
problema a ser resuelto, sino una realidad que debe ser experimentada en
libertad. Sin embargo, la mayoría de nosotros perseguimos el placer con tal
presteza que, y sobre todo debido a la prisa, pasamos de largo de nosotros
mismos. Atreverse, por lo tanto, es igualmente ‘detenerse’ para poder
tomar sabias decisiones: y perder el equilibrio momentáneamente.
De todo ello deducimos, que Kierkegaard
nos habla de la angustia, no desde el dolor o el sufrimiento o desde: un
pasarlo mal; sino más bien se analiza lo que significa la existencia, el
“estar aquí”, la responsabilidad de existir [la angustia e indeterminación que
ello: el “estar aquí” en “el mundo” supone al hombre en sí mismo] pues no
estamos determinados desde lo racional, ni tampoco desde lo biológico, sino que
somos (nosotros: las personas) arrojadas a este mundo con elementos
desconocidos y en medio de circunstancias que no podemos controlar, y son
imponderables, los que hemos de tomar nuestras propias decisiones. Sin embargo,
el ser humano siempre se siente atraído por la falta y la carencia, llevándolo
a un sentimiento de desesperación. Para evitar esta desesperación, el individuo
debe construirse, tiene que dar un “salto de fe” similar al de una vida
religiosa. Así, la angustia y desesperación constituyen la base de partida de
un acuerdo, sobre una vida sin angustia ni desesperación: (nada de estar eternamente
en la angustia, sino precisamente para desterrarla)
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