En el principio Cuando arriba los cielos no habían sido nombrados (y) la tierra firme abajo no había sido llamada con nombre; (y) nada sino el Apsu primordial, su progenitor, (y) Mummu —Tiamat, la que los dio a luz a todos, sus aguas, como un solo cuerpo, confundían; (y) los desechos del junco no se habían hacinado, el carrizal no había aparecido; cuando cualesquiera de los dioses no habían sido traídos al ser ni llamados con nombre, no destinados sus destinos entonces sucedió que los dioses fueron formados en el seno de ellas. Generaciones de dioses Lahmu y Lahamu fueron producidos, con nombre fueron llamados. (Enuma Elish —“Cuando arriba”— poema babilónico de la creación)
La razón principal de estos textos ha sido, desde un principio y hasta este punto, tratar de argumentar la inexistencia de una Nada Absoluta —que ya hemos visto que no puede existir—, a partir de aquellas diversas formas de Nada que hoy todos entendemos por la Nada, pero que no refieren la Nada Absoluta (algo que no puede existir sino en la mente de los que la nombran para ellos y para los demás, y los que al escuchar, igualmente, la afirman). No espero haber conseguido mi propósito en la medida deseada, pues conozco bien a las personas, al menos lo suficiente como para saber que aquellas que defienden sus posturas sobre la Nada o cualquier otra cuestión, seguirán defendiendo estas sus posturas, aportando argumentos, y afirmando su posibilidad, Por lo que no apelaré repetidamente a su razón, pues ya nos refirió advirtiéndonos Descartes (1556–1650) de esta, como "la cosa que mejor repartida está en el mundo, pues todos juzgan que poseen tan buena provisión de él, que incluso los más difíciles de contentar en otras materias, no suelen apetecer más del que ya tienen" (Discurso del Método. 1637). Pero estos textos, los anteriores y los que siguen, no son para aquellos tan bien servidos de razón, aunque puedan perfectamente leerlos —como el libro de la revelación no es para los no creyentes, que nada hallarán en claro de sus palabras (e ignoro si muchos de los creyentes tampoco) — pues estos textos, son para los que todavía tienen la mente abierta a otra posibilidad, no cerrada por escuela, religión, ciencia, falta o carencia de mejores argumentos...
Es, por tanto, un hecho explicado por mi parte, y probado, además, por la ciencia, que la Nada absoluta: no existe. En este sentido estamos nosotros aquí (aparentemente solos) "aparentemente" / pero estamos, estamos nosotros aquí, y estamos ahora; en consecuencia es un hecho y verdad, que la Nada absoluta ¡No existe! Y hemos afirmado también y argumentado, que la Nada Absoluta no es lo que trata Heidegger (pues no existe, no puede existir), y esto lo deja el mismo claro al principio de su metafísica (como aquella primera piedra de tropiezo): "El preguntar por la Nada (qué y cómo sea la Nada) trueca lo preguntado en su contrario. Pues la pregunta despoja a sí misma de su propio objeto" — (¿Qué es Metafísica? 1929 - Martin Heidegger). Entendiendo, literalmente, y de sus propias palabras, "y quien quiera entender que entienda", que ni es camino practicable para Heidegger, ni para nadie, como comprobamos, igualmente, del principio de no-contradicción, y del que entendemos, no solo que la Nada no puede existir, sino que tampoco puede ser buscada como lo que es, tal como quedó expuesto anteriormente en (lo que la Nada no es) con el auxilio de algún fragmento del libro: Sobre la etiología de la Nada, escrito por Carlos llano Cifuentes. Más bien, observamos, y tenemos que entender que Heidegger nos habla de una “carencia” o “falta”, y resuelto esto en una Nada subjetiva o vacío interior, que surge a partir del que está angustiado: por su propia angustia, pero que no está angustiado porque quiera, o quiera estar ahí: "angustiado", sino por una causa “posible” o aflicción, venida a partir de esa carencia o falta (de una muleta que ha estado siempre), y refiero con dicha carencia o falta: aquella espiritualidad — digamos que innata— ya desde el hombre primitivo: y luego no siempre bien entendida (aunque muy bien aprovechada por las religiones), y que ahora no está... por ejemplo, entiéndase la fe del creyente, cuando de alguna manera sus creencias le fallan, tambaleandose: y no estando firme en su fe, cae; momento este, donde se manifiesta luego de su angustia — en aquella: su búsqueda personal de la verdad del "ser" y por tanto de Dios— algo que llamamos Nada. Una Nada, que es un vacío interior del hombre (o desierto) surgido a partir de esa misma carencia: viéndose envuelto ahora por esa Nada (o desierto) apreciable en el sujeto mismo de la experiencia y de su búsqueda, y que se revela, como aquel vacío en el que (de repente) pende "colgando" sin nada donde agarrarse (kierkegaard), pero que luego y a la vez este vacío (o Nada), se le revelará como Ser (a Heidegger), y que podríamos entender como una luz surgida en la oscuridad, así lo afirma Heidegger, aunque sin tanto folklore. Y no solo habremos de creerle, sino que a partir de su experiencia deberíamos, entenderlo.., como él intento entender a Eckhart, a quien se le atribuye una poesía de profundo misticismo llamada Granum sinapis («El grano de mostaza» der wek dich treit,in eine wûste wunderlîch, dî breit, dî wît, unmêzik lît. dî wûste hat noch zît noch stat, ir wîse dî ist sunderlîch./El camino te conduce a un maravilloso desierto, a lo ancho y largo, sin límite se extiende. El desierto no tiene ni lugar ni tiempo, de su modo tan solo él sabe. Pero, a que se refiere Eckhart con él, o, y mejor dicho: a ¿quien?... Veamos: Una voz clama en el desierto: Preparad en el desierto camino al SEÑOR; allanad en la soledad calzada para nuestro Dios? (Isaías 40,3). "Fuimos bastante valerosos: no tuvimos clemencia ni para nosotros ni para los demás; pero por largo tiempo no sabíamos dónde nos conduciría nuestro valor". (El anticristo: F Nietzsche)
nota: antes de seguir, creo importante decir que este texto (sobre la Nada y Heidegger, incluido esta entrada) quedó interrumpido entre finales de abril hasta mediados de agosto de 2023, tiempo que, a decir verdad, y sin saber entonces muy bien cómo , o por qué (por algo sería) y como llevado por el espíritu... intenté, dejando de un lado la Nada, dar sentido al Apocalipsis o libro de la Revelación de juan (un libro que tampoco parece ententenderse), repasando para ello y como es lógico, casi la totalidad de los libros proféticos y otros que entendí necesarios del AT. Ahí durante 4 meses estuve perdido, por llamarlo de alguna manera, escribiendo: de un lado a otro, siguiendo lo que llamaré un espejismo, por llamarlo de alguna manera....precisamente aquel mismo espejismo del que antes y en estos mismos textos (la entrada anterior creo) había hablado. En todo caso ahí estuve: buscando una respuesta o verdad imposible a mí, Pues solo uno, uno solo, puede revelar abriendo sus sellos. Al comprender esto, luego de aquel mismo conocimiento propio y que ya venía conmigo, acerca del espejismo y que ya tenía (o se me habia dado) antes de entrar, me permitió reconocerlo, superarlo, y poder seguir este.. mi camino... escribiendo sobre la Nada. Lo sé: es una historia extraña ¿verdad? Diganmelo a mí... Bien sigo...
II
Heidegger es uno de aquellos tipos insólitos y extraños, y sus escritos son, a la vez, de los más originales e inspiradores del siglo XX, pero igualmente son los más herméticos que podemos encontrar: una selva espesa que evoca “caóticos ídolos de la sangre y la tierra” decía Borges al respecto; pero como bien afirmaba Karl Löwith: igualmente, es un autor y una obra impulsada por una apasionada seriedad. Alumno y acrítico también de Heidegger, Löwith consideraba el desarrollo del pensamiento europeo como un proceso de secularización/laicismo de la visión teológico-bíblica de la historia, caracterizada a su vez por la esperanza de un «futuro escatológico» relacionado sobre aquel conjunto de creencias referentes al fin de los tiempos (o Apocalipsis), que da paso o concierne a lo posterior a la vida terrenal del hombre y a la historia humana... Para distanciarse de la violencia del (pensamiento) occidental, Löwith se orienta a una naturaleza no considerada como historia, destino ni creación, y en la que la muerte es una componente ante la cual el sujeto no encuentra su autenticidad. Löwith fue uno de los primeros discípulos de Heidegger a quien conoció a través de Edmund Husserl en Friburgo, allá por los años veinte, y luego uno de sus más agudos críticos; si bien reconoce que Heidegger pertenece a la historia de la filosofía occidental, aun cuando su intención última (de Heidegger) era demoler esa misma tradición filosófica, que precisamente se había olvidado del ser (de dios); y esto lo habremos de tener muy en consideración; sobre todo, cuando nos hacen lecturas de Heidegger, desde aquellos mismos lugares y pulpitos, personas que todavía pertenecen a esa misma tradición filosófica que él pretendía arrasar, y desde la que ahora juzgan e interpretan. Y no estará de más, por tanto, recordar qué es el ser, e igualmente qué es, según esa misma metafísica: aquella que la filosofía ha olvidado, olvidándose del ser, o sería mejor decir: que se ha atascado en algún momento en el ser. Pero si lo que queremos es volverlo a desatascar, debemos volver atrás: a una metafísica, o metafísicas, que nos presenten esta noción de ser (que busca la filosofía), entendido en una pureza original; pues lo que es hoy el ser y «Óntico», adjetivo de ente, para nosotros, lo fue igualmente para ellos, acercándonos de este modo a una mejor comprensión mejor de este ser: y haciéndolo en este caso, sobre la línea de pensamiento a partir de Santo Tomás. Pues entiendo, el encuentro de Tomás de Aquino con las obras de Aristóteles de gran de importancia a lo que me propongo; pues además, de explicar (Tomás) convenientemente las obras del estagirita, sin añadir otra cosa a estas; luego en cuanto teólogo, Tomás va a descubrir un paso (de Mahoma) hacia el ser, que le permitirá desarrollar una doctrina en consonancia con la Revelación, que es precisamente la labor que se propone, y se proponen todos los filósofos escolásticos.
St. Tomás y Aristóteles (sobre el ser)
Es sabido que para Aristóteles, la metafísica es la ciencia que estudia el ser: ente, en cuanto ente (ens commune), lo más general de todo cuanto es; en lo que es llamada filosofía primera. Pero, además, estudia las causas del ente, y así se denomina desde este aspecto: metafísica. Y como todo lo que lleva la denominación de ser, entra en la consideración de esta ciencia, lo que es el ser por excelencia pertenece con mayor razón a su objeto, pudiéndose denominar entonces Teología cuando se refiere (ser) a los seres divinos. Está claro que en sus comentarios, Santo Tomás está de acuerdo con Aristóteles, pero posteriormente Tomás da un paso adelante en el pensamiento del ser, al percatarse de que esta homogeneidad entre teología: ser, en cuanto a seres divinos; y metafísica: ser en cuanto a ente, que posibilita unirlos bajo un mismo concepto genérico, que obliga a tener que escoger entre dos metafísicas (ahora) distintas. Una: la que se refiere al ente en cuanto ente (ens commune); y otra: que se dirige a (un- ser) particular, individual: el ser divino. De aquí se sobreentiende que "Aristóteles no conociera más que una teología, aquella que formaba parte y dentro de la metafísica (que ya se ha había atascado en el ser, como toda la filosofía que le seguirá posteriormente); mientras Santo Tomás y entendía dos: la que forma parte de la metafísica y la que la trasciende, pues está fundada en la palabra de Dios". “ALTO” (esto lo desarrollo aparte). Pero, y esto es lo más interesante: las dos no podrán contradecirse, es más, deben integrarse. Y en este sentido, las reflexiones de Aristóteles, iluminadas por los datos de la Revelación (palabra de Dios a los profetas, entiendase: la biblia misma revelada), aparecen más claras y con una enorme potencialidad. Tanto que mientras Aristóteles habla de que lo que constituye la felicidad del hombre: la contemplación del objeto de especulación más perfecto; Santo Tomás va más lejos y declara: que la felicidad suprema del hombre es la “visión” de la misma esencia divina por toda la eternidad estar frente a Dios (¿entendemos?) Luego el hecho es, que aquellas mismas fórmulas aristotélicas, se presentan con una extraordinaria novedad en la obra Tomás: pues la filosofía primera, se hace Teología cuando se ordena al conocimiento de Dios, y el ser-divino es un fin (el conocimiento de este), mientras que en el filósofo griego, y la filosofía griega clásica (como en la filosofía contemporánea) no dejaba, ni deja de ser (el ser/de dios) algo inalcanzable. Dicho de forma más contemporánea y no con mis palabras: el ser/de “Dios", es la «realidad divina», razón de ser, causa trascendente y fundamento último de todo lo que hay: es el Ser que hace que las cosas sean” nos recuerda Garrido (pero, y recordemos al hablar de dios: Dios al que nadie ha visto ni puede ver, ni concebir, ni entender, pues nadie supo de él jamás, ni está en nuestro alcance conocerlo – les recuerdo yo). Luego, ante las realidades personales que ocupan ontológicamente el lugar superior, definimos el ser: con aquellos seres con más plenitud de ser que los puramente exteriores: pues poseen mayor perfección en su ser. Y de ahí entendemos que ser, igualmente, refiere en ambos casos lo verdadero: pero en el primero es “la verdad” del ser/ de dios, por encima de la verdad que subyace bajo la apariencia, que vela la esencia última y verdad de las cosas, que tambien son . Pero, ¿qué es la verdad? Los conceptos de verdad y de evidencia en Husserl dan margen a diferentes consideraciones criticas que, finalmente, dicen relación a las insuficiencias ontológicas del pensamiento husserliano, insuficiencias que, en buena parte, están en el origen del derrotero o trayectoria seguido por la reflexión filosófica de Heidegger.
De modo que toda la oscuridad (referida de Heidegger y su obra, o que percibimos al leerla) no significa que sus proposiciones carezcan de sentido, como pretendió la Escuela de Viena en su momento, acusando a Heidegger de limitarse a jugar con el lenguaje, y que yo mismo he referido su posibilidad. Luego a lo que nos conduce Heidegger, entiendo, es a una idea (ya olvidada y desatendida hoy por la filosofía) de un acontecer para él, en aquella Nada que en el aparecer, no es nada y es ser: la “verdad”: "su verdad".(Dijo Jesús esto:) «Yo estuve en medio del mundo y me manifesté a ellos en carne. Los hallé a todos ebrios. No encontré a ninguno de ellos sediento. Y mi alma sintió dolor por los hijos de los hombres, pues están ciegos en su corazón y no ven que han venido al mundo vacíos. Buscan además salir del mundo vacíos, pues ahora están ebrios. Cuando arrojen {vomiten} su vino, entonces se convertirán {arrepentirán}».)
(DEL CONCEPTO SINGULAR DE VERDAD EN DIOS) Hay una verdad absoluta, y otra verdad en relación a, aun marco “dado”, nuestro marco (o límites), en relación, a nuestras capacidades: saberes y entendimiento. Nosotros, cuando hablamos de verdad, lo hacemos refiriéndonos siempre en singular a una verdad: la verdad, pero esa verdad —o realidad—bajo el prisma imperfecto y humano puede mostrarse como muchas verdades, del mismo modo que cuando una luz blanca y pura incide sobre un prisma, observamos surgir de esta todo un arcoíris de colores y tonos de estos: del mismo modo al iluminar Dios con su verdad la creación y a las personas, surge un arcoíris de verdades grandes y pequeñas o verdades a medias (las que captamos, y captamos en nuestro marco), no dejando de ser por ello verdad aquello se muestra y revela a uno, pero igualmente, lo es que se muestra y revela a otro; pues la verdad está siempre bajo la subordinación de aquel marco dado: a los sentidos propios y la capacidad de entendimiento (saberes), en tanto a educación y cultura y por tanto también del modo de acceso, completo o parcial de “la persona” a una “la verdad” y su dilucidación posterior por medio del juicio y la prudencia, fruto meditando en el amor de su corazón: receptáculo de la iluminación divina.
Pero al referirnos a Dios —o preguntar por dios—, a nadie escapa que entramos en aquella categoría de preguntas que carecen de solución firme (nos recuerda el amigo Carlos blanco). Aun así, comprobamos que sabemos, o al menos creemos saber mucho sobre Dios por los colores de este, que cada uno de nosotros vemos/percibimos, o no vemos, pues incluso parece a veces, que los que más saben de (Dios) son aquellos que niegan a Dios, ¿entienden? Y que continuamente están hablando de Él: que no existe (al menos a la manera que se entiende hoy en las religiones), pero igualmente hablando de Él; y es por ello que encontramos gran cantidad de comentarios, notas y libros que afirman múltiples verdades sobre Dios. Pero, (a mi entender) bastaría captar un solo reflejo limpio de Dios, para que de inmediato entendamos que todas esas montañas de miles y millones de libros, como aquel conocimiento que pretendíamos: no son nada, absolutamente nada, cuando siquiera vagamente atisbamos la idea de lo que pudiera ser “la verdad absoluta de Dios”.
Sin embargo, no tener acceso a esa verdad absoluta de Dios, para nada priva de su realidad: de percibirlo, de alguna forma en la medida que se muestra y que luego uno sea capaz de reconocerlo, y reconocerlo “en su creación”: pues dios es la luz y en la luz, pero "es más que la luz": una luz tan “pura” como inaccesible; que ningún hombre ha visto ni puede ver,
No se siquiera si conviene [pensarlo] como un Dios o algo parecido ( a lo que nosotros entendemos por dios), pues es más que un Dios, ya que nadie hay por encima de él, ni nadie lo domina, siendo más que todas sus partes juntas: que aún no se veía pero ya existía, hasta que por la misma luz reveló al mundo su verdad, en las cosas que son y la reflejan, pero también y en algún momento, por el entendimiento, de aquello que es supratrascendente, pues si algo existe sabemos que es verdad, y si no lo vemos (por nuestros sentidos) pero sentimos algo en el corazón: “entendemos” también verdad de Dios, en todo y todas las cosas, que vemos y no vemos pero entendemos, sintiéndolas ocultas. Luego verdad de Dios hallaremos en todas estas cosas ocultas o no, pues dios muestra en ellas una verdad, mas tanto propiciemos que (por sí mismo) él nos muestre, luego nosotros hallaremos de verdad, y su verdad, en ellas.17. Dijo Jesús esto: «Os daré lo que ojo no vio y ni oído oyó y ni mano tocó y no ha venido {surgido} de mente 49 de hombre».50.
Hay, por lo tanto, muchas verdades… pero solo una verdad como vemos, en todo caso lo que no podemos olvidar, es que la verdad es siempre silenciosa, y la apariencia (la mentira o la falsedad) lo que hace ruido. Y se trata, precisamente de apartar y apartarnos del ruido y de las voces, para poder atender a una verdad, que dios, por sí mismo, y de sí, ha querido mostrar. Pues no está de nosotros ver ni entender más, de aquello que no podemos ver ni mucho menos entender, sino atender a lo ante nosotros y accesible a nosotros (y en nuestro marco de entendimiento) expuesto, aunque solapado por el ruido, ya está.
Esta entrada, como la siguiente, surgen de la lectura de unas propuestas de Carlos blanco, en la que se hace, o nos hace proponiendo unas preguntas, cuestiones de lo más interesantes e inspiradoras y relacionadas con dios o el ser, y que me he molestado en contestar, o, contestarme a mí mismo, más allá de solo leer, y como ejercicio o proyección de la mente, como él mismo Carlos propone y sugiere, pero ya bajo la premisa de la existencia, y no de la idea, (fe) de Dios, pues es este nombre que doy a lo que siento pero no puedo expresar de modo alguno. Se cuestiona aquí, en esta primera entrada, entonces sobre la grandeza de Dios y si dios (y no refiero el dios de las religiones) ya es todo, o puede ser aún más de lo que es, en tanto, ese todo: el universo, que se extiende y desarrolla a cada segundo que pasa
«Pues hay ser; pero nada, no la hay» (Parménides de Elea). Desde el comienzo del pensar la idea del Ser, o dios este ha sido uno de los temas y problemas, si no el tema principal de la filosofía. Desde esta cuestión así formulada «Pues hay ser; pero nada, no la hay» afirmamos que el Ser, es. Pero hay una pregunta que se nos hace o propone, una duda que surge en algunos pensadores en tanto al ser (a Dios) sobre si ¿es totalmente ahora mismo todo?, entiéndase: si este ya es todo lo que es (en tanto lo que eso implica… entienden?).. , o puede todavía ser más de lo que es... y la respuesta que propongo y desarrollo brevemente, es que sí: lo es, ya todo y en todo… más allá de cualquier especulación, descripción o cocimiento de este, en tanto, aquello que se afirma, sobre la base de que el infinito se sigue desarrollando. Pues encontramos, que precisamente este infinito en expansión que refieren, es en última instancia la misma materia original, la misma energía original que dio luz al universo (espacio / tiempo) que se desarrolla, extendiendo ese espacio y tiempo con ella. Luego Dios, el Ser es, ahora mismo todo y está en todo, como lo estuvo antes y estará después. Más aún, para los estados de energía, para los que el tiempo lineal no existe. Solo existiendo en forma circular el ahora (física cuántica) y, por lo tanto… si el ser es, es igualmente ahora, un ahora para el ser: desde cuyo perímetro y dentro de este (nuestro ahora) lo abarca “todo”: en expansión (expansión es, lo que entendemos nosotros por pasado, presente y futuro /antes o después)
Se propone (propone carlos Blanco) a Dios como idea, afirmando este, como límite asintótico de la mente, y no como respuesta o solución que revela al ser /ente y, por tanto, como una pregunta (infinita) o entelequia, no un ser realizado en el aquí y en el ahora del universo, sino como término y final de un proceso de búsqueda e interrogación y realización del hombre y para el hombre que proyecta la mente humana hacia un límite y potencial Igualmente, infinito.
Así propuesto como refiere Carlos, habríamos de recorrer el infinito para llegar a dios, Infinito, este entendido como tal, y que por infinito no tiene fin, para llegar a esteno llegando hjmas a ese pretendido conocimiento de dios en un tiempo infinito... como del cero, nunca llegaríamos a uno, por medio de fracciones infinitas. Pero además, si Dios (el ser) "es", es y será todo lo que "es" (en todo-momento y tiempo), como propongo en el texto anterior y se presupone de un Verdadero Dios… pues este no va a cambiar y menos con/por nuestra manera de entenderlo: pues, él ya "es" y "es-como-es", más allá de cómo podamos nosotros entenderlo/concebirlo y, por tanto, la pregunta no lleva sino a infinitas especulaciones. Pero todo cambia, si entendemos a Dios como una realidad que además, ciertamente "es": pues el ser ("es" ). Y, sí, también se podría y se puede potenciar el crecimiento (sobre todo espiritual) y guiar la mente, su evolución y los sentimientos por medio de reconocerlo y reconocer su existencia, en un proceso de conocimiento profundo de de Dios: un hombre que como consciencia es capaz, en su libertad, de reconocerlo y compartir con él su felicidad y amor en aquello que de por si mismo de el nos muestra; pues Dios, estar en Dios, es amor, es vivir y contemplar todo a nuestro alrededor, sentir en ello la presencia de dios: Lo demás será embarcarnos en un proceso infinito de búsqueda racional infinita con final, pero sin fin, en una interrogación permanente del hombre, y perpetua, hacia el desarrollo personal (del hombre – el yo) y no universal, y que en algún momento desistirá, no hallando el prometido fin, pues inalcanzable es el infinito y, por tanto, igualmente pretender el conocimiento infinito de Dios, más todavía cuando no se buscaba (a Dios), al entender la pregunta como vía para el hombre y hacia el hombre y no hacia Dios, y solo hallando al final: al hombre (que dibuja finalmente a un Dios /que solo él conoce); pero si bien, es cierto: el infinito (entendemos aquí límite, expandible ) de la mente humana, va aumentando su poder conforme avanza en el conocimiento y explora sus posibilidades, pero me pregunto: si al mirar hoy a nuestro alrededor, no somos capaces de encontrar a Dios en su creación, sintiéndolo en el corazón, por qué pensar que mañana lo encontraremos; o mejor incluso: qué hace pensar que Dios se vaya a mostrar, de otra forma a como ya lo pueda estar haciendo) más allá de cómo ya se muestra en su creación, por infinitamente inteligentes que seamos?, y entonces me pregunto, ¿qué es la inteligencia?, construir máquinas, coches, tanques (... y Dioses)… Cierto es que el ser humano es un animal que se interroga por el mundo y el cosmos, y en su búsqueda de respuestas halla conocimiento avanzando, incesantemente en su propio desarrollo —pero conocimiento es tener una idea, no necesariamente profunda o completa: no es saber, que implica conocimiento profundo —cuando precisamente pocos parecen entender, que si bien este avanza en su desarrollo, ni él mismo hombre sabe en qué dirección, o adonde este desarrollo le conduce.
De ahí la necesidad de saber interpretar el mensaje que nos llega de todas partes allá donde busquemos a Dios: yo lo llamo amor, pues entiendo, en el corazón que rebosa amor, no cabe en este ya otra cosa; y quizá será ahí, en el amor y amor a su creación, donde sin saberlo podemos estar más cerca de Dios, y a salvo de nosotros mismos, de nuestra tecnología y desarrollo, pues "todo aquel que ama ha nacido de Dios y conoce a, en esa forma, por el amor, a Dios". (Juan 4:7/8) pero es mucho más que amor. Es mucho más de lo que ninguno de nosotros pueda mínimamente explicar o entender. Cómo, entonces, una persona podría u hablar de él? Cuando nada ha existido existe antes de él, ni él tiene necesidad de otras cosas. No necesita vida, pues la vida es limitada, y él es eterno que existe eternamente]. No tiene necesidad de nada de modo que no tiene ninguna carencia que lo haga perfectible,, ni de adulaciones, o oraciones de quien es imperfecto, porque es ya imperfectible, antes bien en todo momento es una realidad perfecta y luminosa» Es [indefinible], porque nadie lo [precede] para poderlo definir: así ni puede ser definido, determinado o precisado.
Es inescrutable, porque nadie | lo precede para [poderlo escrutar], ni puede ser averiguado o comprendido. Es inconmensurable, porque nadie [lo precede para poderlo medir]. Ni nadie puede de medir o valorar aquello que es, o supone su ser. Es [invisible, porque] nadie lo ha visto jamás (completo para reconocerlo). Es [inexpresable] porque nadie lo abarca para poderlo expresar. Es innominable, porque [nadie lo precede] para poderlo nombrar. Es luz inconmensurable], simple, santa y [pura]. [Es absolutamente inexpresable], (no) por el hecho de poseer | incorruptibilidad, [perfección], felicidad y divinidad, sino porque sobrepasa todos estos (atributos). No es corpóreo ni incorpóreo, ni grande ni pequeño. Acerca de él no se puede expresar ni la cantidad ni [la cualidad], pues nadie puede [comprenderlo]. No es nada de lo que [existe, sino absolutamente superior, y aun no simplemente superior], sino que su ser no participa ni de los eones ni | del tiempo. Pues el que participa [del eón] ha sido hecho anteriormente». No ha sido determinado por el tiempo, ya que nada puede recibir de otro que sea determinante. «Efectivamente, [lo que se recibe es] un préstamo; ahora bien, el que existe antes que todo [no tiene necesidad alguna] que pueda ser satisfecha, pues este ser se contempla en su propia pura luz.
Él es una grandeza, una grandeza sin medida. Es un eón principio de eón, una vida que da [vida], una felicidad que da felicidad, un conocimiento que da conocimiento, un bien que da bien, una misericordia que da misericordia y salvación, una gracia que da gracia, y no porque posee todo esto, sino porque da [una misericordia] inconmensurable | e incorruptible. ¿cómo te podría hablar del? Apócrifo de Juan
POR EL SENDERO MÁS OSCURO.
Los límites del alma nunca los hallarás,
y ello a pesar de que recorras todos sus caminos:
tan profundo es su fondo.
(HERÁCLITO)
III
Y llegamos a aquel punto: por qué Heidegger no es más claro, a la hora de conducirnos a su idea última, mostrándose impenetrable a todos. Desde la perspectiva que me propongo explicar, la razón obvia ya a todos, y que ha quedado a la vista, para que los escritos de Heidegger sean herméticos es porque abordan los mismos problemas que los primeros filósofos para explicar el universo y a nosotros mismos, y por ello Heidegger se ve, digamos que obligado (tentado) a concebir un lenguaje (ruidoso) que le sea útil; pero útil ¿para qué?, nos preguntamos de inmediato, si parece que quiera más despistarnos, en lugar de comunicar algo, y ni los propios colegas de la época lo entienden y le critican (y esto hemos de considerarlo). Pues bien: considerándolo, entendemos que le será útil (como el ruido o la música: si das a un guerrero un arpa, escuchas la música, sin atender demasiado a la letra de la canción). Sobre todo, cuando ya no está Dios en la filosofía y no puede contar con la divinidad abiertamente, o mencionar esta, como antes de la ilustración, o, incluso anteriormente, atendiendo a los presocráticos cuando el mismo Parménides se comunicaba por el espíritu, con (las divinidades). Pero debe ser así, cuando Heidegger pretende que su escrito trascienda (mientras atendemos a ruido de sus palabras: su música) a las academias de su tiempo y el nuestro, y donde solo puede contar abiertamente con el hombre que es lo que le queda, aunque lo hará ruidoso: y llamará la atención, con su flauta (el Dasein). Sin atender a esta (la flauta o ruido) se diría que nos encontramos
frente al mismo y propio reflejo del hombre de su tiempo, y del nuestro: despojado de creencias e ídolos (no solo en lo actual, sino también bíblicamente: expulsado del paraíso / en el infierno) con todas sus cargas atávicas y carencias. Y que a fuer (por ser y como consecuencia de ser) esencialmente cadente, y sin esperanza "está siempre por caer (a la tentación) y destruirse". Un hombre (ese Dasein) que está, por su misma constitución, de sí mismo, y la sociedad propia de nuestros tiempos a la que pertenece en la 'no verdad' (pero recordemos que el hombre él-es, y eso es una verdad. Pero en sentido ontológico existencial (si atendemos a ello), al afirmar: 'el Dasein está en la verdad', implica originariamente que 'el Dasein está en la no verdad' y en la carencia (o caída), y por tanto sujeto a la duda y predispuesto a ese vacío / caída existencial o Nada de Heidegger; entiéndase: el ser, por ser: y ser verdad (que-es), está igualmente en no-ser: en la no verdad (y que yo llamo engaño) pues no es: no-ser.... sino que: él-es (es.. ES) (en la no verdad / dispuesto al engaño y a engañar. Precisamente, esta proposición cambiante del hombre y las cosas, y que estas cosas se encuentran en la alteración del aparecer y desaparecer (cambiar), corresponde a esa misma existencia y ser del Dasein (el hombre engañado —o dispuesto a engañar— y despojado, aparentemente, no solo de Dios (sino de todo su mismos ser y sentir), y que se pretende que cada uno de nosotros es/ sea: que oscila en el borde de esa angustia, precisamente, entre la "caída" que es la "inautenticidad" (no-ser / y no estar en la verdad) y que le lleva a ese vacío o carencia y a la duda (primero a la destrucción de sí mismo y de los demás); y luego a la "autenticidad" de Heidegger, que es el amplio acontecer como movimiento fundamental, y allí el aparecer entonces del ser: por tanto en la "no verdad" y "en la verdad" del Dasein; y que es tanto como decir, que no-está en Nada, o esta-en-Nada, en la Nada y en ningún lugar: El sujeto trascendental aparece como un devenir en el tiempo, que es su propio tiempo, y nunca exterior a él.
Por tanto, Heidegger empuja a este Dasein a bailar la flauta reconduciéndolo por la vía de la auto experiencia reflexiva: angustiado y despojándose en el mundo, pues por él (el uno) y a él (los otros) se dirigen sus textos, a buscarse a sí mismo, a andar el camino… y dar el salto: lo que implica plenamente la búsqueda de esa verdad y la verdad de sí mismo (descubrirse a sí mismo, y descubrir, a la vez: su verdad incompleta en la alteración del ser y no-ser (en la Nada), pero y más importante todavía: hacerlo por sí mismo, donde cabe primero apartarse de la opinión, de los otros y del ruido del mundo (las creencias), para una vez apartado poderse encontrar y reconocerse, y a la vez poder reconocer al ser: encontrar “la verdad” y la luz (a partir de esa oscuridad y no verdad de la que parte, y del vacío o carencia (la nada) en que luego se encuentra). a partir de este sentido, que significaba estar interesado el sujeto de las vivencias (experiencias) en esas cosas, se llega a una afirmación de su realidad.
Tomás de Aquino, refiere: el hombre es el ser superior y más digno, pero también es auto-perfectible para obrar de manera virtuosa y escoger libremente su meta en la vida, sin importar su edad o condición física: y encontrar la felicidad. Una felicidad, que solo puede hallarse en la verdad, si ha de ser esta felicidad permanente, como lo es la verdad. Y luego, la pregunta que siempre surge es: quién puede conocerse, cómo conocernos verdaderamente a nosotros mismos, si no es elevando la mirada al ser a Dios: En otras palabras, y no excluyendo la palabra casi prohibida en la filosofía: ¿Cómo podremos conocernos a nosotros verdaderamente, y la verdad, sin antes elevar la mirada a Dios? Aunque sea, como en tantos casos, para luego negarlo.
El mismo Heidegger, aunque se insista en lo contrario desde algunas esferas, niega ser un nihilista cuando lo proponen (Dios no está muerto para él, si acaso lo mantiene secreto, ni siquiera olvidado). No se considera, ni quiere ser considerado nihilista, pues su obra estudia las diferentes entidades como la búsqueda de la verdad, y la existencia divina. Es más, el mismo Heidegger afirmo (invierno 1920/21, lección sobre fenomenología de la religión, (Cf. Poggeler, Otto, Der Denkweg Martín Heideggers, Neske, Pfullingen, 1963, cap. II;) y lo encontramos en un texto al que desde los años 60 del siglo pasado se le presta creciente atención, que “su vocación es la filosofía y, por tanto, no el acatamiento de lo que él llama: el sistema del catolicismo (religiones). Pero que su justificación ante Dios vendría dada, de forma única y exclusiva, por el cumplimiento de esa vocación filosófica”. Y no acatar el dogma de la religión, no es precisamente —y se entiende perfectamente— negar igualmente a Dios. De ahí precisamente que se mueva luego al protestantismo. En consecuencia, y a partir de las que son sus propias palabras, y no mías, cabria preguntarse si Heidegger pretende, discretamente, justificarse y dar testimonio del ser (en cuanto a Dios) como algo, muy por encima y más real (que cualquier expresión dada de este en las religiones)—sobre que aquel motor inmóvil, que Aristóteles alcanza y demuestra en la Física VIII—, y por el cumplimiento de esa: su ahora vocación filosófica y los medios que le son suministrados por esta filosofía. (Pues anteriormente su vocación fue otra: otro camino, muchos caminos pero (no) otro pensamiento o idea: solo una idea) Pero ¿qué ocurre, cuando una sociedad ya ha renunciado hace tiempo dios (Quiero decir: la idea de dios de las religiones)… Pues que ahí, no lo reconoce. “E irán errantes de mar a mar; desde el norte hasta el oriente discurrirán buscando palabra de Dios, (la verdad) y no la hallarán”. (Amos 8- 12). Pero, quizá ese hombre, ya no quiere reconocer ese dios que le confunde, y levantado por los hombres (sobe las religiones, las ideas e intereses de los hombres): ni lo encuentra tampoco en las palabras, unas palabras que no busca ni atiende… pero sin embargo, busca una verdad, aunque sea una sola verdad de dios.(En el jardín del Edén, hay dos árboles notables: el árbol de la vida, en el centro del jardín (Gn 2,9), y el árbol prohibido, el árbol del conocimiento del bien y del mal). LA IMPERIOSA NECESIDAD DE SABER ( The urgent need to know) - Texto completo
De este modo hallamos un hombre: el Dasein (al ser humano y por supuesto al mismo Heidegger, pues él remite la experiencia) que paulatinamente se aparta de sus creencias religiosas, al mismo tiempo y gradualmente acepta esa otra religión del hombre que aspiraba a ser Dios, enunciada por ilustrados en el siglo XVIII, y sostenida desde entonces por todas aquellas ideologías que creían, erróneamente, poder instaurar el paraíso en este mundo, y en una ciencia fatalmente deificada y sin control moral alguno, que solo ha traído mayor destrucción y angustia, y carencias y desigualdad al mundo: a una sociedad que se encuentra perdida entre el ruido: “la no verdad” y “la verdad del hombre" al mismo tiempo. Un hombre (y su ser que no puede ser, sino parte del ser total) pero que se halla, según su propio estar ahí-en hoy el mundo, siendo en el límite móvil entre lo inmediato y casi superficial de lo que él es, y de lo que no es / de lo que es verdad para él, y lo que no lo es, y al que solo le resta el puro existir en la conmoción de ese estar “en suspenso” en un vacío sin esperanza, viéndose como aquella araña (Kierkegaard) que desde un punto fijo se precipita hacia sus propias consecuencias; y ante sí solo ve un enorme espacio vacío, en el que no encuentra donde apoyarse, a la espera de una luz ajena (cualquiera) ajena que le ilumine el camino, como unos huérfanos:
Seamos realistas, el sentimiento trágico de la vida está pasando de moda; Es más, la consecuencia de vivir en una sociedad de individuos afanosos y siempre apresurados; pero, sobre todo, de huérfanos. Huérfanos, de mitos que olvidamos y dioses que nos abandonaron, bajo la creencia —en estos últimos— que volverían, y no lo hicieron. Personas, que hoy viven en un mundo liso y suave, sin aquel imaginario desbordante de lo primitivo y todo lo que ello supone y, en su lugar, adoran superhéroes. Nos afligimos, pero quien se aflige es porque quiere, o quiere llamar la atención. Nadie, absolutamente nadie con un mínimo de sentido común ha dicho o dijo nunca, que la vida necesitase garantías, ¿garantías de qué? Quién dice que larga y próspera, o debamos estar a salvo de desastres. Tragedias como las que hoy o mañana nos puedan alcanzar a nosotros, ya alcanzaron antes a otros, e igualmente, como especie, alcanzaron a todas en este planeta en un momento u otro y, al universo entero: cada día muere una estrella. Lo cierto es, que esta ansiedad perpetua del hombre, surge, precisamente, cuando la sociedad inventa al elemento indispensable para esta: el individuo y, en consecuencia, a partir de ese momento la relación entre organismo (hombre) y ecosistema se dificulta y problematiza. La angustia que sentimos es síntoma claro de esta fractura. Una fractura que se asienta con el tiempo cada vez con más fuerza funcionando, al punto de convertirse en motor del sistema actual, tanto en lo productivo, como en lo institucional: así nos encontramos viviendo en una cultura de la angustia y “el problema”. Problema nunca resuelto, entre lo individual y lo social, lo dicho y lo no dicho, lo singular y lo universal. Tensión y sentimiento trágico que, sin embargo, no es más que una convención cultural como cualquier otra. Por tanto, que estas dudas trágicas sobre el sentido o no de la vida no merecen ser tomadas en consideración: la realidad no necesita garantías. Lo absoluto y originario, por suerte para algunos de nosotros, sencillamente permanece —subyace— ahí fuera, y lo hace ante nuestros propios ojos, aunque a algunos no les guste mirar.
Más allá, esa la burbuja placentera y cómoda en la que vivimos, la desolación y desconfianza que sentimos al salir de esta, nos aterra. Y miramos al cosmos, no para aprender o conocerlo, sino buscando en él todo aquello que antes teníamos, que olvidamos y ya no encontramos en la tierra. Y para ello, nos apoyamos en esos nuevos dioses: bien sea de la la filosofía, o en ese otro llamado ciencia y en el trabajo. Sin embargo, este alejamiento de lo natural hace que sigamos precisando continuamente de explicaciones —como niños de vacaciones fuera de su casa— explicaciones para todo. Y la ciencia, puede explicar bastante, aunque luego no esté del todo en lo cierto, aun así, tampoco las explicaciones nos consuelan, sabemos que existen 2000 exoplanetas; menos aún, esto solucionará nuestros más inmediatos problemas.
Al alejarnos de lo natural, ahora nos damos cuenta, dejamos atrás una parte importante y esencial de nosotros mismos. No solo nos convertimos en huérfanos, sino que también nos quedamos vacíos: solos y vacíos (en nuestro interior), en un pequeño lugar, en medio de un vasto universo que reconocemos inconcebiblemente violento y destructivo: asi es... nos hemos quedado solos, mirándonos unos a otros, y sin poder entender nada.
Hay, por tanto, una angustia manifiesta hoy en el mundo, que nos refiere Heidegger, y que es a la vez carencia (representada en ese vacío: la nada, que propone Heidegger, a partir de nuestras propias sensaciones). Y Podríamos decir, sin temor a errar, que “Ser y tiempo” cuenta, o nos describe el camino... ¿a seguir? del Dasein o el hombre “impropio” (que no encuentra sentido de la vida) no auténtico —que es parte del uno: de ‘los otros’ en la sociedad— hacia la propiedad o autenticidad: y el sentido propio de la vida y la existencia: la recuperación de “sí mismo” y su razón de ser: ser para La muerte. De tal modo que hombre (el Dasein) que es parte del uno y los otros, se encuentra extraño y angustiado en este mundo, en la impropiedad de la opinión y la existencia, en una sociedad dominada por el ruido del uno y ‘los otros’ (los medios, la publicidad, etc.) haciendo lo que hacen todos, o dicho de otra manera: dominado por las masas. Pero uno se siente extraño, ahí: en esa angustia (el mundo y el ruido) que entiende, no es su lugar, y en la carencia (no hay religión, y por tanto tampoco lugar donde agarrarse) y quiere abandonarlo pero (pero este Dasein anda perdió): necesita (o al menos una luz en la oscuridad/la promesa de un cambio). Sin embargo, para poder escapar de este dominio (el mundo y su influencia) es necesario que el hombre (el Dasein) se encuentre en un estado de ánimo especial, un estado capaz de hacerle ‘tambalearse’, no elegido por él, sino al que ha llegado por “algo” quizá la propia carencia o conciencia que lo pone allí (analicemos esto), favoreciendo esa fractura que permita vislumbrar el horizonte de la posibilidad y existencia propia, no determinada por la masa, los medios, la opinión y el ruido, del uno en general. Cabe entonces apartarse, y en el apartarse, (al desierto/ la Nada) dar un salto de fe (como nos dice Kierkegaard). Obsérvese cierto retorno a Parménides, cuando (y escuchando a sus dioses) aquel nos habla en su poema, de evitar el camino de la doxa: de la opinión, y tomando el camino de la verdad. Pero ¿cuál es el camino de la verdad que se nos propone ahora?, y Quiénes son apartados del mundo por un salto de fe, retirándose de todo, para servir a esa verdad y ¿qué verdad es esa? (religión). Avanza… su paso es inexorable y violento como el avance de un desierto. El destino del hombre estará de aquí en adelante ligado a este desierto; a la evolución del nihilismo «desértico» que se impone por todas partes (la nada).
2
Lo que nos dicen y no nos dicen los textos
Los textos están ahí para ser preguntados, nos dice Emilio Lledó, pues el tiempo de la escritura solo se reanima y vive en el tiempo de cada intérprete, en la temporalidad viva de una existencia condicionada por la educación, por la biografía (la experiencia), y por la particular historia de cada uno (El silencio de la escritura, p. 31). Igualmente, hay que tener presente que en la interpretación hermenéutica un significado puede tener diversas formas de expresión, por eso “el arte de la hermenéutica no consiste en aferrarse a lo que alguien ha dicho, sino en captar aquello que en realidad ha querido decir (Gadamer, 1995: p. 62). Las interpretaciones ubican a los textos, los descifran, los descubren desde una tradición, un punto de vista, un tiempo y un espacio (Mèlich, 2008). De esta manera, cuando se recurre a la hermenéutica, las diferentes maneras de ver y de situarse en el mundo “se revelan fundamentalmente a través de la interacción entre sujetos y mediante el uso del lenguaje” (Mateos y Núñez, 2011: p. 115).
Si efectivamente, el contexto de la escritura es el lector, qué más podemos buscar en los textos de Heidegger, para nosotros, que no se haya dicho, y sobre todo abrevando de una fuente especialmente tan hostil. Quizá, no vemos ya en ellos, en esa hostilidad manifiesta: la angustia, aflicción y el olvido del origen de sus palabras, y en estas palabras los latidos concretos de aquel tiempo en que fueron engendrados... cuando no resulte incluso “el mismo escrito, ser la tierra con que los sepulta, y causa misma del olvido” de aquello sepultado.
Ha habido todo tipo de interpretaciones, a partir los escritos de Heidegger, de los que se advierte: algo de naufragio siempre al final, y no por falta de una brújula, pues hay muchas y muy reputadas por las que guiarse, sino porque repetidamente se termina, encallando en los acantilados de su lenguaje y pensamiento, pues el diálogo entablado a través de sus textos, parece que solo pudiera darse dentro de aquellos márgenes (o marco) muy estricto, pero por nadie encontrado, y por tanto rompiendo siempre contra las rocas el lector, y haciendo aguas al menor descuido. Tampoco pasa desapercibida, que todos aquellos estudios que luego pretenden aclarar algo, se encuentren dentro de una misma corriente, o línea ya sobre-explorada y explotada; y que pocos o ninguno lo hacen, o lo han hecho centrados en una interpretación desde aquella perspectiva (directa) del “creyente” (y su revelación). Quiero decir, a partir del hombre, en este caso el mismo Heidegger, como primera persona del Dasein “ahí- en el mundo” que se distancia de su fe, por razón todavía no explicada (y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido - Rev. 2:5), Pero luego, aceptando la religión de los hombres que aspiraban a ser Dios, sostenida por todas aquellas ideologías, incluida la propia filosofía contemporánea y que creían, poder instaurar el paraíso en este mundo, cuando de cierto lo que se desató fue la locura y el infierno en Europa. Un Dasein, por tanto, que sufre perdiéndose cada día más en su búsqueda, pero que en este perderse y en secreto, no puede desprenderse del recuerdo de su primer amor (Rev. 2) ni siquiera cuando se adentra a las “oscuras” nubes de Nietzsche.
Luego, lo cierto y poco comentado, o tomado en consideración, es que hayamos a un joven Heidegger católico a principios de siglo que anhela encontrar a su dios / el de su padre, pero que no se dio a sí mismo suficiente tiempo ni, por tanto, (aparentemente) meditó suficientemente lo divino, ni la divinidad. Pues en septiembre de 1909 entra como novicio en la Compañía de Jesús (jesuitas) en Tisis, para discernir el llamado de su vocación, teniendo que abandonar más tarde en octubre por razones de salud. Pero que luego, y con limitaciones económicas, se presenta de nuevo (otra vez) candidato al seminario de Friburgo, donde entra durante el invierno de 1909. Pero que en 1911 al sufrir de nuevo problemas cardíacos (por lo visto habia que correr maratones en el seminario para hacerse cura), esto plantea dudas a los responsables del seminario sobre sus capacidades para el sacerdocio (o bien: no se le quería allí), recapacitando entonces durante su convalecencia (en la que de seguro le asaltan muchas dudas), finalmente decidiendo durante aquel mismo verano renunciar, dándose cuenta, o quizá teniendo que aceptar, o mejor dicho: que renunciar a la teología y el sacerdocio (no sabemos si a la fuerza o lo medita) pero que era su verdadera y primera vocación (su primer amor, ese que no se olvida jamás), tomando otro camino (pero quizá no otra dirección), y que debido a las circunstancias prefiere, o se nos dice/o nos dicen que prefiere: y que será la Filosofía, en lugar del la Teología y el sacerdocio.67. Dijo Jesús esto: «Quien conoce el Todo, si está privado (del conocimiento de) sí mismo (lit. “si necesita de sí mismo” o, dicho en otro modo, “si precisa conocerse”), está privado del Todo (lit. “necesita del lugar entero”, es decir “necesita todo”)».(Evangelio según Tomás / Biblioteca Copta de Nag Hammadi · NHC II, 2. (v. 2) Luego su formación, a partir de entonces, será neokantiana. En 1915 ingresará a la carrera docente, y su tesis de doctorado, precisamente tratará de Duns Scoto: teólogo, filósofo y sacerdote católico escocés perteneciente a la escolástica, y cuyo mayor logro fue hacer la defensa de la inmaculada concepción. (Los alemanes me entienden fácilmente cuando digo que la filosofía ha sido estropeada por la sangre de los teólogos. — F Nietche: El anticristo).
En 1916 conoce a Husserl y se adhiere a la fenomenología. [Husserl (como se cita en Brennan, 1999), define la fenomenología como el "estudio de los fenómenos tal como los experimenta el individuo, con el acento en la manera exacta que un fenómeno se revela en sí a la persona que lo está experimentando, en toda su especificidad y concreción" (p. 295)]. Ya en 1917-19, a los 28 años, acontece su ruptura con el catolicismo y su aproximación, a un protestantismo siempre más presto, a través de la lectura propia y para sí de evangelio, a entablar un diálogo más directo con dios y sus pastores /que el. (El sacerdote, o Pastor, protestante es el abuelo de la filosofía alemana, el protestantismo es el pecado original de esta filosofía. Definición del protestantismo: la hemiplejía (parálisis) del cristianismo y de la razón... Basta pronunciar las palabras “seminario de Tubinga” para comprender lo que es en el fondo la filosofía alemana: una teología insidiosa...F Nietzsche: El anticristo). Durante esos casi nueve años de aproximación a la teología protestante posiblemente acentuaron su visión supra personal de Dios: “Es perfectamente lógico concluir que Dios es una realidad supra personal”. (El camino del intelecto humano hacia Dios, —Juan José Garrido Zaragoza, Prof. Teología). Y es precisamente durante estos años, desde 1923, (y no parece casualidad) cuando comienza a escribir Ser y Tiempo, hasta que es publicado en 1927. Su segundo giro data de 1928, a los 39 años, y orientado a Nietzsche, cuando aparece (y no debe ser casualidad tampoco) “Qué es metafísica” 1929, su escrito universal, sobre la Nada. Posteriormente de sus conferencias y proclamaciones políticas del filósofo más influyente e importante del siglo XX, Martin Heidegger, pronunciados entre los años 1933 y 1934, y o editadas por primera vez en alemán, Heidegger pasa de hablar de un Dasein/Ser par la muerte, a exaltar a la raza endurecida, alaba a la guerra (sacrificio por la sangre) como única salvación posible, está convencido de la sanidad racial del pueblo alemán a través de la eugenesia (mejoramiento de la raza), tomo 16, Band 16 Reden und andere Zeugnisse eines Lebensweges (1910-1976) de las obras completas, las Gesamtausgabe, llamadas «integrales».
Y por último, el tercer movimiento pertenece a los años 1936-38, cuando se centra en el pensar y la evocación del ser, en el cual se nos dice, que su ontologismo ateo está ahora por encima cristianismo, aunque, no sabemos si completamente y también de Dios, padre de todos, y que sostiene al Hijo. Pero que, ciertamente, nos lleva a pensar sobre la razón, de que Ser y Tiempo, entendido como aquí propongo, sea una aproximación a la verdad de uno mismo y de Dios, y sea esa obra luego inacabada, frente a la imposibilidad para Heidegger ya de conocer o reconocer, en el mundo y en sí mismo, aquellas sus primeras ideas (y aquel amor primero) que antes le empujaba, pues sin al amor de Dios y auxilio del espíritu, no hay revelación (es abandonado). (V114)
Por tanto, no creo exagerar, o ver algo donde no hay nada, si entiendo a un Heidegger que nos conduce al ser, y a su entender: a dios, en secreto; incluso sin saber o posiblemente ni siquiera reconocer él en muchos momentos, aquello (el espíritu) que lo motiva y guia: una semilla venida de antaño y que germina donde puede, de lo que puede y hasta donde puede, en una tierra que comenzará con el tiempo a serle hostil. Un Dios al que ya no sabe o quizá no puede siquiera nombrar, y que cabe por nosotros descubrirlo y revelarlo, ahí: sepultado, siguiendo las migas, que de manera silenciosa (y a veces posiblemente descuidada) se revelan como verdad, y que nos llegan bajo el ruido que levanta toda su filosofía. Pues aun cuando nos dice "siempre allí donde la teología emerge, Dios ha emprendido ya su partida"; en realidad, lo que Heidegger ambiciona es "salvaguardar la autenticidad de lo religioso: Dios" (E. Carrasco) aunque sea a su manera: y en su propio lenguaje —sin "esgrimir jamás la autoridad del pensamiento frente a la religión" — y a la vez, pretendiendo sustituir la revelación religiosa, por un modo propio de revelación filosófica, un camino (otro camino) alternativo, pero que lo lleve igualmente a lo que no nos dice, pero nos quiere decir: a dios. Aquel mismo dios que no alcanzó por otros medios en juventud, y Leo: “el pensamiento sin Dios, que es el pensamiento del ser diferente, se halla más cerca del Dios divino, —esto significa: este es más libre para él— de que lo que pueda creer esa metafísica” – Heidegger.
Sobre las palabras que están y las que se evitan.
En este caso, la palabra —y siguiendo aquel camino que muestra Lledó— se nos muestra (como entidad y ser, portadora de una verdad) que se aplasta sobre la superficie de la materia que la sustenta, y nos habla desde esa superficialidad o apariencia: de lo que entendemos es, nos dice que es, y a veces no se nos dice siquiera. Entender, por tanto, es una forma de interiorización, en la que esta superficie (o apariencia) de las letras que están y las que no están (o están sepultadas en el silencio) alcanzan un nuevo relieve (mostrando su ser).
Pero lo escrito no solo habla una verdad, también confunde, pues la palabra que está y la que está en silencio, comienzan a adquirir a la vez densidad y fondo para el intérprete: pero este (el intérprete) ha de saber, que Tanto el poeta, como el pensador del ser que llega hasta el evento, como el pensador que piensa en seguimiento de la poesía, acaban en el silencio, y en tal silencio, precedido por "nombres que no se nombran", se hace presente propiamente el Dios divino, el Dios "verdadero" según Heidegger. Por tanto, hemos de adentrarnos de lleno, a una hermenéutica de los textos, que nos muestre de aquellas palabras que están y las que se evitan, aquello que verdaderamente ambas cubren con su piel. 39. Dijo Jesús esto: «Los fariseos y los escribas recibieron las Llaves de la Gnosis; 69 70 ellos las ocultaron: ni ellos entran, ni dejan entrar a los que lo desean.
Lo que cuento es la historia de los próximos dos siglos. Describo lo que viene, lo que ya no puede venir de otra manera: la ascensión del nihilismo. Esta historia ya se puede contar ahora: pues la necesidad misma está aquí trabajando. Este futuro ya habla en cien signos, este destino se anuncia por todas partes; para esta música del futuro ya están aguzados todos los oídos. Toda nuestra cultura europea se mueve desde ya hace tiempo bajo la tortura de una tensión que crece de decenio en decenio como abocada a una catástrofe: inquieta, violenta, precipitada: como un río que quiere acabar, que no reflexiona ya, que tiene miedo de reflexionar sobre sí mismo (Nietzsche, 2006: 489). (No recordéis las cosas anteriores ni consideréis las cosas del pasado. He aquí, hago algo nuevo, ahora acontece; ¿no lo percibís? Aun en los desiertos haré camino y ríos en el yermo - Isaías 43: 18-19) De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas - 2 Corintios 5:17/ El te condujo a través del inmenso y terrible desierto, con sus serpientes abrasadoras y escorpiones, tierra sedienta donde no había agua; El sacó para ti agua de la roca de pedernal (Deuteronomio 8:15).
Precisamente, vivir se trata de esto: de una búsqueda eterna, a partir de la cual te das cuenta de que todos tenemos familia, pero somos huérfanos en el mundo. Que andamos buscando, sin saber muy bien que buscamos, siempre desencantados, pues nos cansamos de todo, nuevo o no, que encontramos o tomamos. Como aquel niño desamparado que en todo varón encuentra a un padre, siendo incapaz de reconocer al propio, pues nada de él sabe, ni siquiera que se lo arrebataron. Y hay ahora, igualmente, toda una generación buscando un padre (al padre), sin saber bien lo que buscan y, por tanto, incapaces de reconocerlo (cuando se muestra), e ignorando que hay un lugar donde se acepta a todo el mundo: sin discriminación, fachadas, ni mentiras: solo personas que están ante la búsqueda implacable de una verdad que impaciente y con todo el amor del mundo les aguarda (como una voz clamando en el desierto). Y seguimos, desde aquel momento que somos conscientes de nuestra carencia, en esta búsqueda inagotable en nuestra vida buscando, hasta que como en tantas ocasiones y al llegar al final del camino, nos encontramos frente al vacío de un abismo que no esperábamos: entendiendo, solo entonces que algo nos hemos dejado atrás; que el mundo no puede ser solo hasta aquí, y solo esto. (el abismo)
De ser marinero, Heidegger hubiese buscado a dios en el mar, de ser poeta en la poesía, como mostró e intento, pero era filósofo y lo busco y desarrolló en la filosofía, a través de un sendero abrupto entre acantilados y olas imposibles de angustia, a través de laberintos de la bruma en una Nada, un desierto que por demasiado tiempo lo atrapo, y a todos igualmente nos atrapa. Y precisamente, es a partir de ese momento más crítico cuando la angustia, manifiesta de nuestra carencia y orfandad, se puede tornar a la vez en posibilidad de una confrontación con lo extraño (divino), siendo este lugar desde donde algunos vuelven y definen luego aquello que vieron, su verdad, lo mejor que pueden o recuerdan (incluso relatando de aquellos recuerdos que nunca fueron). Pues… Las semillas a veces caen entre los espinos y el mensaje original queda casi indescifrable o desplazado. Entonces este ya no dará respuesta a la pregunta: ¿qué es la verdad? pues se ha invertido la verdad cuando el consciente abogado de la nada y de la negación es considerado como el representante de la verdad...(Nietzsche)
En ocasiones pienso en ese gusano que crece dentro de mí y dentro de toda persona; y lo más terrible es que no puedo dejar de pensar en él, y a su vez pensar que con ello lo que hago es alimentarlo. Sin embargo, tampoco puedo dejar de sentir, y sentir es igualmente otra forma de cebar. Pues su alimento está allá donde progresa: en el corazón, donde alimentarse de lo que hay es del gusano su condición, al que de otra forma solo le queda morir. Si sientes ese gusano dentro no te sorprendas, pero antes de escribir piensa, con qué alimentaste tu corazón y luego no te sorprendas, de aquello que surja de tu interior. Pues la palabra actúa como un hechizo, que separando al gusano de su medio obliga a éste salir, renaciendo en aseveración bruta, frente al estupor del cara a cara que supone vernos ante aquello, que moraba las propias tinieblas y habita siempre la oscuridad (publicación escrita el 12/1/2020 4:15).
2. Diréis: Pues, si así es, que Dios no gusta, ¿por qué algunas veces responde Dios? Digo que (algunas veces responde el demonio; pero las que responde Dios digo que es): por la flaqueza del alma que quiere ir por aquel camino, porque no se desconsuele y vuelva atrás, o por que no piense está Dios mal con ella y se sienta demasiado, o por otros fines que Dios sabe, fundados en la flaqueza de aquel alma, por donde ve que conviene, responde y condesciende por aquella vía. Como también lo hace con muchas almas flacas y tiernas en darles gustos y suavidad en el trato con Dios muy sensible, según está dicho arriba; mas no porque él quiera ni guste que con él se trate con ese término ni por esa vía. (San juan de la cruz)...(45) Dijo Jesús: «No se cosechan uvas de los espinos ni se recogen higos de los cardos, (pues) ellos no dan fruto.82 83 [Un bu]en hombre saca algo bueno d[e] su tesoro; un hombre ma[lo] saca cosas malas {maldades} de su malvado tesoro que está en su corazón (lit. mente) y dice maldades, (pues) del exceso del corazón él saca maldades»84 85. Extraído del Evangelio según Tomás Biblioteca Copta de Nag Hammadi · NHC II, 2 Introducción, versión y notas: Hesykhios T Elpizein.
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