EL LENGUAJE COMO LÍMITE EN EL CAMINO HACIA EL SER (04) : EL ENCUENTRO / jordi maqueda


La vida, nos deja entrever cómo se ha constituido la inteligencia en su proceso. y muestra, en la facultad de comprender, una adaptación cada vez más precisa, cada vez más compleja y flexible, de la conciencia de los seres vivos a las condiciones de existencia que les son dadas. De ahí debería resultar que nuestra inteligencia, está destinada a asegurar nuestra inserción perfecta en su medio natural, en tanto a representarse las relaciones de las cosas exteriores entre sí; (pensar la materia, de nuestra experiencia sensible de ella). La inteligencia humana parece revelarse en tanto se la deja entre los objetos inertes, más especialmente sólidos, los conceptos han sido formados a imagen de los sólidos, de ahí que triunfa la geometría, donde se revela el parentesco del pensamiento lógico con la materia inerte, y donde la inteligencia después del contacto más ligero con la experiencia, avanza de hallazgo en hallazgo con la certeza que la experiencia marcha detrás de ella, (Bergson). Como por ejemplo ocurre al observar la pirámide, la cual desde un punto, como tal punto circular en el espacio 3d (con volumen y forma), proyecta un cuadrado, perpendicular sobre el suelo 2d, a partir de un triangulo visto desde el horizonte 90º grados, pero que en realidad es una pirámide. 

I

El encuentro designa, el auténtico comienzo, vertiendo a los sentidos la superficie de aquello: (la imagen perceptible del contorno de la forma), y de lo que, se está por pensar. Pero esto no quiere decir que el encuentro coincida con el «punto de partida» genérico. Lo que quiero decir, es que el «lugar» como tal del encuentro, ha de ser situado en el «entre», en el «medio», y como el «el medio», por tanto quizá no del todo, el «entredós» como entendemos de Merleau-Ponty) sino tomado (el espacio, entre dos) como el «el medio» por el que relacionarse, entre los dos cuerpos. (El sentido común como también la ciencia, que no considera más que sistemas aislados sólo se ocupa de los objetos separados, definidos en una forma perceptible, pero el comienzo (del encuentro) no atañe, únicamente, ni «en sí» a la cosa, u objeto / ni a la conciencia, sujeto (observador) tanto, o al menos, no solo, como igualmente los es aquel lugar entre ambos, por medio de cual, se posibilita, dicho encuentro. Simplificando al extremo, diríase pues que el encuentro, lejos de concernir a las cosas ya hechas o «réalité toute faite», concierne igualmente a aquel lugar (forma) entre las cosas, mas allá del extremo de la forma perceptible, entre ambas «para que nuestra conciencia coincidiese con algo de su principio, sería preciso que se separase del todo hecho para unirse a lo que está haciéndose» (H. BERGSON: L’évolution créatrice). Luego el comienzo de cualquier encuentro, se localiza en aquel lugar (espacio/forma) dada entre el uno y lo otro, y a partir del lado de cada uno, mediante esa forma “entre” (y por su medio) hacia lo otro. 

Para el sentido común (o la razón), el Espacio aparece como vacío y carente de una estructura fundamental. Esta carencia, sin embargo, es solamente aparente, pues depende de la incapacidad cerebral para decodificar una organización energética (microondas) que sobrepasa la complejidad neuronal. Pero esta incapacidad manifiesta, se revela igualmente incapacidad en el ámbito conceptual cuando a una mente de pobre desarrollo (quiero decir: vaga experiencia a partir de la observación en el ámbito de la naturaleza real de las formas en esta) cuando se le presenta luego alguna idea abstracta que la sobrepasa, al no poseer aquel aquella referencia experiencial  en sí: percepción / conceptualización, a partir de las formas advertidas de la experiencia del entorno / y de las formas y su relación de unas hacia otras; y luego proyección, de dicha relación de las formas (en la naturaleza), hacia otros entornos, digamos, extraños. Algo similar sobreviene, en este sentido de extraño, en relación con la forma del espacio, que al igual que su organización, se presenta como invisible, incluso inexistente para la percepción. Sin embargo, el hecho de que, a partir de una diminuta porción de Espacio, sea posible decodificar (visualmente) una forma: imagen, con un contenido informacional a la mente, esta información habría de ser suficiente, a una mente consciente de su entorno, para entender, que existe que existe una estructura (mayor) del mismo Espacio, capaz de incluir a todas la formas existentes. Hallando en ello aquel concepto de ser, a partir de la observación informacional del lado de la forma visible que ofrece el ente. Por ejemplo: por la noche, al salir a la terraza, de la oscuridad del espacio veo imágenes proyectadas, de la oscuridad, en “un punto” sobre el plano curvo del espacio observado, que son (cada punto) una forma circular con volumen, definida a partir de la sombra que me las proyecta de su lado visible, que es el mismo lado (borde) de la imagen observada (ente). 

Bien, este es un primer límite o frontera que se impone (a mi inteligencia) de la experiencia del espacio a los sentidos, y dado a la razón (a entender/fuera de sus propios límites de lo sensible y observable), cuando de lo observado de la forma, visible, de su límite no veo la forma invisible que la contiene: pero veo la imagen de esta forma visible que sí está, suspendida; y para que algo esté-ahí ―y yo la pueda ver y reconocer, en su forma concreta y definida― ha de estar igualmente en algo, suspendida, que la contenga y defina. Luego y si somos capaces de llamar al espacio, de lo que no vemos de este: infinito, o espacio vacío, o nada; igualmente deberíamos o podríamos ser capaces (en un esfuerzo sobre-racional) de lo que, si vemos de este espacio (la oscuridad) llamarla “sombra”, reconociendo-ahí algo (la sombra) que, aunque no la veo, queda definida del borde de lo que veo: lindando el borde, de lo que veo (que es algo material) y reconocible, luego de este borde (que veo), de ese mismo borde, es reconocible, el borde de aquello que no veo (y que ahora también es algo: pero que no veo); que linda con algo que veo y, además, define aquella forma visible y material, al proyectarse de ella (del borde de la sombra) en su forma, hacia mi…. pudiendo afirmar, que ese algo (que no veo/ vacio / que no era nada) esta lindando, al borde de lo que veo. Luego hablamos ya de dos formas, una (forma) contenida en la otra (forma) que la contiene y define (la imagen) en un lugar concreto del espacio a mis sentidos (de la información que percibo del ancho de su borde, sombra y..  que observo, además, contiene y proyecta de su lado visible (en las formas), las demás formas visible que observo, en un punto, perpendicular a la vista, sobre el plano curvo de todo el espacio que abarco mirando desde mi terraza.Por tanto:  el espacio es una forma ahora definida a mí, y mis sentidos, en una sombra (forma) a partir del lado de las imágenes que a mí me proyecta. 

De la sombra del ser:  entiendo de lo observado que "el lado visible de la forma de la sombra/ del ser que la proyecta", es el lado proyectado en ángulo perpendicular a la visión, y perceptible a los sentidos del lado curvo de las formas que proyecta, en un punto (o lado visible de la forma de la sombra, en el espacio de plano curvo, y que se proyecta hacia mí, en un punto, donde me reflejo perpendicularmente al mirar; luego: del lo que entiendo, igualmente, de cada punto/ todos los puntos del espacio: una forma (circular con volumen y forma) y contenida dentro de la forma (la sombra/del ser, que la proyecta) que, además: contiene y define a todas las demás formas que observo en el espacio ―e igualmente, a las que no puedo observar del otro lado del hemisferio, incluyendo la mía―de su lado, del que las proyecta, y de las que yo me proyecto hacia ellas al observarlas, por medio de la misma sombra, del ser que las proyecta que es, igualmente, mi sombra.

II

De la Nada y la forma de la Nada: esta no puede ser, a entender de Parménides, pero en ausencia del ser, puede ser definida (y dada a entender a la razón) → y tener un nombre que la defina → estando pero, solo en esa mente definida → no existiendo aquí ni allá (en la realidad). Por tanto, puede ser, siendo solo materia de abstracción (idea), de aquel pensamiento entregado a la racional especulación, sin estar jamás bien especificada (por su naturaleza imperceptible y por tanto indefinible), luego solo en una idea; y, sin embargo… vemos que puede ser, y tener “una forma” y, además, tener un nombre dado por la misma razón, (pero que a la razón) no dice Nada: pues es ser, y no nada

2- el espacio vacío no es la Nada,  sino un campo de microondas (L 4D), que no podemos medir, decodificar, ni por tanto transformar en la mente en imágenes, pero que esta: “es” y tiene una forma (área / volumen / superficie) que limita: y da su forma a las demás formas que vemos en el espacio, a partir del borde o lado de estas (los planetas, o las estrellas, por ejemplo). Dicha forma, de materia/energía oscura (sombra) contiene a su vez otras formas, que son perceptibles desde un punto (visible) → que tiene una forma esférica 3D (sombra) a partir de dicho punto visible 3D en nuestro espacio (en 3 dim) → y que se proyecta hacia nosotros


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