22- Heidegger: uno de aquellos tipos insólitos y extraños después (luego de la Escolástica - antes) ―/ Jorge maqueda merchán / jordi maqueda

 

Heidegger: uno de aquellos tipos insólitos y extraños, y sus escritos son, a la vez, de los más originales e inspiradores del siglo XX, pero igualmente son los más herméticos que podemos encontrar: una selva espesa que evoca “caóticos ídolos de la sangre y la tierra” decía Borges al respecto; pero como bien afirmaba Karl Löwith: igualmente, es un autor y una obra impulsada por una apasionada seriedad. Alumno y acrítico también de Heidegger, Löwith consideraba el desarrollo del pensamiento europeo como un proceso de secularización/laicismo de la visión teológico-bíblica de la historia, caracterizada a su vez por la esperanza de un «futuro escatológico» relacionado sobre aquel conjunto de creencias referentes al fin de los tiempos (o Apocalipsis), que da paso o concierne a lo posterior a la vida terrenal del hombre y a la historia humana... Para distanciarse de la violencia del (pensamiento) occidental, Löwith se orienta a una naturaleza no considerada como historia, destino ni creación, y en la que la muerte es una componente ante la cual el sujeto no encuentra su autenticidad. Löwith fue uno de los primeros discípulos de Heidegger a quien conoció a través de Edmund Husserl en Friburgo, allá por los años veinte, y luego uno de sus más agudos críticos; si bien reconoce que Heidegger pertenece a la historia de la filosofía occidental, aun cuando su intención última (de Heidegger) era demoler esa misma tradición filosófica, que precisamente se había olvidado del ser (de dios); y esto lo habremos de tener muy en consideración; sobre todo, cuando nos hacen lecturas de Heidegger, desde aquellos mismos lugares y pulpitos, personas que todavía pertenecen a esa misma tradición filosófica que él pretendía arrasar, y desde la que ahora juzgan e interpretan. Y no estará de más, por tanto, recordar qué es el ser, e igualmente qué es, según esa misma metafísica: aquella que la filosofía ha olvidado, olvidándose del ser, o sería mejor decir: que se ha atascado en algún momento en el ser. Pero si lo que queremos es volverlo a desatascar, debemos volver atrás: a una metafísica, o metafísicas, que nos presenten esta noción de ser (que busca la filosofía), entendido en una pureza original; pues lo que es hoy el ser y «Óntico», adjetivo de ente, para nosotros, lo fue igualmente para ellos, acercándonos de este modo a una mejor comprensión mejor de este ser: y haciéndolo en este caso, sobre la línea de pensamiento a partir de Santo Tomás. Pues entiendo, el encuentro de Tomás de Aquino con las obras de Aristóteles de gran de importancia a lo que me propongo; pues además, de explicar (Tomás) convenientemente las obras del estagirita, sin añadir otra cosa a estas; luego en cuanto teólogo, Tomás va a descubrir un paso (de Mahoma) hacia el ser, que le permitirá desarrollar una doctrina en consonancia con la Revelación, que es precisamente la labor que se propone, y se proponen todos los filósofos escolásticos.

St. Tomás y Aristóteles (sobre el ser) Es sabido que para Aristóteles, la metafísica es la ciencia que estudia el ser: ente, en cuanto ente (ens commune), lo más general de todo cuanto es; en lo que es llamada filosofía primera. Pero, además, estudia las causas del ente, y así se denomina desde este aspecto: metafísica. Y como todo lo que lleva la denominación de ser, entra en la consideración de esta ciencia, lo que es el ser por excelencia pertenece con mayor razón a su objeto, pudiéndose denominar entonces Teología cuando se refiere (ser) a los seres divinos. Está claro que en sus comentarios, Santo Tomás está de acuerdo con Aristóteles, pero posteriormente Tomás da un paso adelante en el pensamiento del ser, al percatarse de que esta homogeneidad entre teología: ser, en cuanto a seres divinos; y metafísica: ser en cuanto a ente, que posibilita unirlos bajo un mismo concepto genérico, que obliga a tener que escoger entre dos metafísicas (ahora) distintas. Una: la que se refiere al ente en cuanto ente (ens commune); y otra: que se dirige a (un- ser) particular, individual: el ser divino. De aquí se sobreentiende que "Aristóteles no conociera más que una teología, aquella que formaba parte y dentro de la metafísica (que ya se ha había atascado en el ser, como toda la filosofía que le seguirá posteriormente); mientras Santo Tomás y entendía dos: la que forma parte de la metafísica y la que la trasciende, pues está fundada en la palabra de Dios". “ALTO” (esto lo desarrollo aparte). Pero, y esto es lo más interesante: las dos no podrán contradecirse, es más, deben integrarse. Y en este sentido, las reflexiones de Aristóteles, iluminadas por los datos de la Revelación (palabra de Dios a los profetas, entiéndase: la biblia misma revelada), aparecen más claras y con una enorme potencialidad. Tanto que mientras Aristóteles habla de que lo que constituye la felicidad del hombre: la contemplación del objeto de especulación más perfecto; Santo Tomás va más lejos y declara: que la felicidad suprema del hombre es la “visión” de la misma esencia divina por toda la eternidad estar frente a Dios (¿entendemos?) Luego el hecho es, que aquellas mismas fórmulas aristotélicas, se presentan con una extraordinaria novedad en la obra Tomás: pues la filosofía primera, se hace Teología cuando se ordena al conocimiento de Dios, y el ser-divino es un fin (el conocimiento de este),  mientras que en el filósofo griego, y la filosofía griega clásica (como en la filosofía contemporánea) no dejaba, ni deja de ser (el ser/de dios) algo inalcanzable. Dicho de forma más contemporánea y no con mis palabras: el ser/de  “Dios", es la «realidad divina», razón de ser, causa trascendente y fundamento último de todo lo que hay: es el Ser que hace que las cosas sean” nos recuerda Garrido (pero, y recordemos al hablar de dios: Dios al que nadie ha visto ni puede ver, ni concebir, ni entender, pues nadie supo de él jamás, ni está en nuestro alcance conocerlo – les recuerdo yo). Luego, ante las realidades personales que ocupan ontológicamente el lugar superior, definimos el ser: con aquellos seres con más plenitud de ser que los puramente exteriores: pues poseen mayor perfección en su ser. Y de ahí entendemos que ser, igualmente, refiere en ambos casos lo verdadero: pero en el primero es “la verdad” del ser/ de dios, por encima de la verdad que subyace bajo la apariencia, que vela la esencia última y verdad de las cosas, que también son . Pero, ¿Qué es la verdad?  Los conceptos de verdad y de evidencia en Husserl dan margen a diferentes consideraciones críticas que, finalmente, dicen relación a las insuficiencias ontológicas del pensamiento husserliano, insuficiencias que, en buena parte, están en el origen del derrotero o trayectoria seguido por la reflexión filosófica de Heidegger.

De modo que toda la oscuridad (referida de Heidegger y su obra, o que percibimos al leerla) no significa que sus proposiciones carezcan de sentido, como pretendió la Escuela de Viena en su momento, acusando a Heidegger de limitarse a jugar con el lenguaje, y que yo mismo he referido su posibilidad. Luego a lo que nos conduce Heidegger, entiendo, es a una idea (ya olvidada y desatendida hoy por la filosofía) de un acontecer para él, en aquella Nada que en el aparecer, no es nada y es ser: la “verdad”: "su verdad".(Dijo Jesús esto:) «Yo estuve en medio del mundo y me manifesté a ellos en carne. Los hallé a todos ebrios. No encontré a ninguno de ellos sediento. Y mi alma sintió dolor por los hijos de los hombres, pues están ciegos en su corazón y no ven que han venido al mundo ellos vacíos y buscan además salir del mundo vacíos, pues ahora están ebrios. Cuando arrojen {vomiten} su vino, entonces se convertirán {arrepentirán}».)

 

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