27 - DE HEIDEGGER: Sobre las palabras que están y las que se evitan―/ Jorge maqueda merchán / jordi maqueda

 

Sobre las palabras que están y las que se evitan―En este caso, la palabra —y siguiendo aquel camino que muestra Lledó— se nos muestra (como entidad y portadora de una verdad) que se aplasta sobre la superficie de la materia que la sustenta, y nos habla desde esa superficialidad o apariencia: de lo que entendemos es, nos dice que es, y a veces no se nos dice siquiera. Entender, por tanto, es una forma de interiorización, en la que esta superficie (o apariencia) de las letras que están y las que no están (o están sepultadas en el silencio, a la espera (como el espíritu bajo la madera que espera) a mostrarnos un nuevo relieve (mostrando su ser). Pero lo escrito en palabras, no solo habla una verdad, también confunde, pues la palabra que está y la que está en silencio, comienzan a adquirir a la vez densidad y fondo para el intérprete: pero este (el intérprete) ha de saber, que Tanto el poeta, como el pensador del ser que llega hasta el evento, como el pensador que piensa en seguimiento de la poesía, acaban en el silencio, y en tal silencio, precedido por "nombres que no se nombran", se hace presente propiamente el Dios divino, el Dios "verdadero" según Heidegger. Por tanto, hemos de adentrarnos de lleno, más allá de propia hermenéutica de los textos hacia un estado especial, de conmoción, del que levanten de aquellas palabras que están y las que se evitan, aquello que verdaderamente ambas cubren con su piel: “ Lo que cuento es la historia de los próximos dos siglos. Describo lo que viene, lo que ya no puede venir de otra manera: la ascensión del nihilismo. Esta historia ya se puede contar ahora: pues la necesidad misma está aquí trabajando. Este futuro ya habla en cien signos, este destino se anuncia por todas partes; para esta música del futuro ya están aguzados todos los oídos. Toda nuestra cultura europea se mueve desde ya hace tiempo bajo la tortura de una tensión que crece de decenio en decenio como abocada a una catástrofe: inquieta, violenta, precipitada: como un río que quiere acabar, que no reflexiona ya, que tiene miedo de reflexionar sobre sí mismo” (Nietzsche, 2006: 489).

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